Este lunes han comenzado a observarse los primeros agujeros que deja la crisis social sobre el entramado neoliberal. La actividad económica de octubre ha caído 3,4 puntos en comparación con el mismo mes del año pasado y las proyecciones para noviembre anuncian un desplome mayor, posiblemente de más de cinco puntos. Una escena que llevará a la economía a terminar el año con un mínimo crecimiento, o nulo, para entrar en una recesión en los próximos meses, tal como ya advirtió el ministro de Hacienda de Sebastián Piñera, Ignacio Briones.
Hay otros indicadores también golpeados por la crisis. Las ventas del comercio cayeron casi un veinte por ciento en octubre, en tanto la banca alerta por un aumento en los niveles de morosidad, que subieron ese mes un diez por ciento. Como efecto, el número de despidos crece y es altamente probable una expansión del desempleo. Estimaciones ya hablan entre cien mil y hasta 500 mil los empleos perdidos.
El dólar, que había complicado la economía la semana pasada con una escalada de más de cien pesos en pocos días, se ha estabilizado pero tras una intervención sin precedentes del Banco Central de Chile, que puso 20 mil millones de dólares en el mercado. Pese a esta enorme cantidad, el precio actual es unos 80 pesos más alto que la semana anterior al 18-O.
Las enormes presiones sobre el dólar es la señal de enormes presiones especulativas. Las grandes corporaciones están comprando altos volúmenes para ponerlos en otros mercado. Este proceso de capitales golondrina pudo observarse en las tremendas caídas de las acciones, que en un mes redujeron el capital bursátil chileno en más de un cuarto. Decenas de miles de millones de dólares huyeron en pocas semanas.
El gobierno, que ha levantado todo tipo de estrategias comunicacionales, para sofocar el movimiento popular, hoy amplifica los problemas económicos y apunta a los manifestantes como los responsables. Mantiene los altos y violentos niveles de control policial y criminaliza a la población movilizada de destrozar la economía.
Una nueva guerra ha declarado Sebastián Piñera y su gobierno al pueblo de Chile. La semana pasada intentó vincular el movimiento con “vándalos, saqueadores y narcos” y este lunes lo criminaliza por la caída de la economía y pérdida de empleos al anunciar un programa para la reactivación económica por 5.500 millones de dólares que tiene por objetivo una mayor inversión pública y apoyo a las pymes.
El gobierno de Piñera responde a las movilizaciones como si se tratara de un terremoto destructivo. Un evento catastrófico que ha causado daños en el modelo neoliberal, entendido éste como parte de la naturaleza. Niega y omite todas las demandas del pueblo chileno y responde con inversiones públicas para recuperar la normalidad de los mercados, para el refuerzo de aquello que los chilenos intentan derribar.
El anuncio tiene altos niveles de intolerancia y perversión. Criminaliza el movimiento, lo asocia al narcotráfico y crimen organizado, repite mil veces la palabra “violencia” para atemorizar a la población a través de sus medios de comunicación afines, niega definitivamente alterar su agenda neoliberal y cierra cualquier posibilidad de responder a las demandas del pueblo.
El gobierno de Piñera resbala y está a punto de caer. Con un nivel de apoyo bajo el diez por ciento, y hay encuestas que lo llevan a un piso bajo los cinco puntos, ha barrido con todas las marcas históricas de repudio a un presidente chileno. Aun así, persiste y conduce al país hacia una crisis sin precedentes en la historia reciente con la obstinación de mantener a flote el modelo de mercado.
El deterioro económico afectará, como siempre, al pueblo, hoy movilizado, a quienes están en crisis y en recesión permanente. Con las medidas anunciadas el lunes, nadie gana, ni el mismo gobierno.