El viernes 27 de diciembre, un día dramático por la muerte de Mauricio Fredes en las cercanías de la Plaza la Dignidad debido a la represión policial, pasó una ambulancia por la Alameda, la que, como siempre, fue aplaudida por las y los manifestantes. En respuesta a la ovación, el conductor toca la bocina y por un altoparlante clama “fuerza a todas las líneas”, recibiendo aún más aplausos y gritos de apoyo. De este modo, el conductor hacía referencia a la Primera Línea, principal espacio de confrontación con carabineros en el centro de Santiago y otras ciudades, pero también a las “otras líneas” que constituyen el conjunto de la protesta social que se viene desarrollando en Chile desde el 18 de octubre.
Hago referencia a esta anécdota del conductor de la ambulancia porque la Primera Línea, entendida como el espacio donde diversas personas se enfrentan a carabineros en el marco del levantamiento social, se ha transformado en un fenómeno objeto de debate y polémica, muchas veces con argumentos sin fundamentos ni mayor conocimiento, simplistas o francamente torcidos, que apuntan a concebirlo como un espacio delictual en el que solamente prima la violencia y la destrucción. Si bien la violencia resistente frente a la violencia policial no deja de ser un asunto problemático con múltiples aristas, su comprensión requiere de una aproximación más abierta y reflexiva que vaya más allá de la mera condena. En este texto quisiera argumentar que la Primera Línea es un fenómeno complejo que da cuenta de aspectos relevantes del levantamiento y que se articula con otras expresiones de la ocupación política del espacio público, que podríamos llamar “las otras Líneas”. Asimismo, quisiera destacar que más allá del justo reconocimiento y valoración social de la Primera Línea, las “otras líneas”, que tienen menor visibilidad, constituyen una parte esencial del movimiento social, donde se ponen en práctica acciones y valores ligados a la solidaridad, el apoyo mutuo, la autogestión y el cuidado colectivo.
La Primera Línea es básicamente el espacio donde manifestantes de distinto tipo, hombres, mujeres, disidencias sexuales, jóvenes y no tan jóvenes, se enfrentan a carabineros haciendo barricadas y lanzando piedras, principalmente para impedir el acceso hacia el sector donde se encuentran congregados el resto de los manifestantes, lo cual en el caso de Santiago ocurre en la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Baquedano) y sus alrededores. Una de las particularidades de la Primera Línea es el reconocimiento y valoración positiva que ha recibido por parte un amplio sector de la ciudadanía movilizada, la que reconoce en ellos personas valientes y comprometidas que se arriesgan para que el resto pueda manifestarse. Cabe destacar que esta legitimación de la violencia como forma de resistencia a la violencia policial es un fenómeno completamente novedoso que puede explicarse en buena medida en función de la deslegitimación de carabineros debido a las violaciones a los derechos humanos en las cuales han incurrido, las cuales además han sido ampliamente cubiertas y reproducidas por los medios de comunicación y las redes sociales, además de quedar establecidas en varios informes de instituciones nacionales e internacionales.
Otra particularidad dice relación con el nivel de organización de las y los participantes de la Primera Línea. La mayoría lanza piedras, pero también hay personas con escudos para proteger al resto de los tiros de perdigones y bombas lacrimógenas, y otras que llevan agua con bicarbonato para asistir a las personas ahogadas muy afectadas por el gas lacrimógena y/o el gas pimienta que son lanzados permanentemente sobre las y los manifestantes. Sin embargo, hay una serie de otras personas que componen lo que he llamado “las otras líneas”, que operan de manera articulada con la Primera Línea, y que resultan fundamental destacar debido a la importancia que tienen en la movilización social. Por una parte, están las y los voluntarios de la salud, estudiantes y profesionales que prestan primeros auxilios a todos quienes lo necesitan, los que han jugado un rol fundamental en la atención de personas heridas, las que en algunas jornadas superan con facilidad en centenar, algunas de las cuales sufren lesiones de gravedad. Por otra parte, también están los músicos, artistas y trabajadores de la cultura que, a través de sus bandas, sus grupos de teatros y performances, así como sus intervenciones gráficas, contribuyen a transmitir mensajes y consignas y a generar un ambiente más festivo y alegre. Aquí asimismo podemos incluir a las barras de futbol de diversos clubes, quienes aportan con sus colores, canticos y fuegos artificiales. También hay una importante cantidad de vendedores ambulantes, que proveen comida, bebida y accesorios como banderas, antiparras y pitos para las y los manifestantes, los que conviven con instancias de distribución de comida y bebida gratuita para las y los manifestantes, gestionados de manera autónoma y voluntaria para apoyar principalmente pero no exclusivamente a la Primera Línea. Finalmente, también están presentes los reporteros, fotógrafos y periodistas independientes, quienes sistemática y permanentemente registran todo lo que ocurre en las calles, de modo de dar a conocer información que muchas veces la mayor parte de los medios de comunicación omite o desvirtúa. Cabe destacar también que en la lógica de registro y denuncia también hay observadores de organizaciones de derechos humanos que vigilan los procedimientos policiales y apoyan a quienes se ven afectados en sus derechos.
Como podemos ver, las expresiones de la protesta social en la calle son múltiples y variadas, y dan cuenta de un alto nivel de organización que se ha construyendo colectivamente en el marco del aprendizaje que han desarrollado las y los manifestantes al ser objeto de la represión. Todas estas “líneas” operan de manera autogestionada bajo el lineamiento de poder contribuir a la ocupación política del espacio público desde su propia especificidad, saberes e intereses. No son pocas las columnas y reportajes que han mostrado cómo personas muy diferentes entre sí, estudiantes, profesionales, desempleados, dueñas de casa, incluso familias enteras, asisten al centro de Santiago y se distribuyen en las distintas líneas de modo de contribuir a la manifestación del modo que consideren más pertinente, construyendo de este modo un espacio colectivo plural y complejo que va evolucionando en función del desarrollo del conflicto social. Cabe destacar que este espacio se ha mantenido en el tiempo y que muy probablemente siga siendo uno de los principales bastiones del levantamiento social.
El autor forma parte del Programa Psicología Social de la Memoria, Universidad de Chile. Grupo de Trabajo CLACSO Memorias Colectivas y Prácticas de Resistencia.