Música y precariedad laboral en tiempos de coronavirus

  • 23-03-2020

Los últimos acontecimientos han sacado a la luz la precariedad del trabajo artístico, que en países como Chile, donde rige un modelo neoliberal y el Estado sólo ofrece un sistema de concursabilidad para desarrollar proyectos de corto y mediano plazo, se siente aún más fuerte. 

Hace varias décadas que investigadores de muchos lugares del mundo vienen estudiando las características del trabajo artístico (por ejemplo, Becker 1974, 1982; Kraft 1996; Hennion 2003; Stahl 2013). Más allá de las diferencias por países y el tipo de quehacer, el trabajo artístico tiene la característica de ser, por lo general, un trabajo creativo, con horarios flexibles, sin contrato o con contratos de palabra o de muy corto plazo. Si bien estas características no son muy distintas a otros trabajos independientes, su particularidad es que muchas veces no es considerado como un trabajo, sino como un pasatiempo o una actividad que se hace por amor al arte. Tal vez por ello en Chile ha costado mucho lograr la aprobación de leyes que protejan el trabajo artístico. Y eso bien lo saben las organizaciones gremiales que representan a los trabajadores del arte y la cultura en Chile, y que han liderado la aprobación de varios proyectos de ley, como la Unión Nacional de Artistas (UNA), Sidarte y otros. 

En el momento actual, en que la emergencia sanitaria por el brote de coronavirus en el país ha obligado a cancelar o suspender eventos masivos, entre los diferentes trabajos artísticos el de músicas y músicos que viven de las actuaciones en vivo es de los más preocupantes. No solo por la condición precaria del trabajo musical en Chile, sino también porque sus ingresos dependen en gran medida de la afluencia de público a sus conciertos. Es cierto que músicos y músicas que cuentan con los medios tecnológicos adecuados pueden seguir grabando y promoviendo sus producciones desde sus casas, en medio de la cuarentena, pero es muy difícil para ellos suplir los ingresos que un concierto les daría. También es cierto que las plataformas de streaming, como Spotify o Deezer, siguen funcionando con normalidad, sin embargo, el pago que los músicos reciben de ellas es, por decirlo de algún modo, simbólico. 

Aunque el panorama no ha sido muy promisorio para las músicas y músicos en Chile, de algún u otro modo se las han arreglado para vivir de lo que hacen, casi siempre complementando con otras actividades, como hacer clases, participar en más de un proyecto musical, arrendar equipos, producir a otros músicos, postular proyectos, e incluso, realizar otros trabajos que no tienen que ver con la música. Pero en este contexto, en el que justo cuando se cumplen cinco meses de movilizaciones sociales para intentar cambiar de raíz el modelo neoliberal que nos rige, brota una pandemia que nos obliga a mantenernos aislados, evitar los encuentros cara a cara y los eventos masivos. 

El trabajo musical, justamente por ser independiente y flexible, permite en buena medida trabajar desde la casa. Pero, en este contexto inédito, tenemos que entender que solo en casos excepcionales este trabajo será remunerado. La mayoría de los músicos seguirán haciendo trabajos no remunerados, como lo han hecho desde hace tiempo para invertir en dar a conocer sus proyectos o promocionar sus canciones. Sin embargo, si esa inversión no se traduce en ingresos económicos, seguirá siendo trabajo no remunerado. Y cuando esto se hace en un país en el que la seguridad social para los trabajadores independientes escasea, y aún más la protección para los trabajadores de la cultura, la precarización laboral se vuelve evidente. 

Se hace patente también la necesidad de una política de Estado que valore el trabajo artístico no sólo con premios esporádicos y reconocimientos patrimoniales, sino también con seguridad social, en concreto, con beneficios de salud y laborales, como un seguro de desempleo, por ejemplo, que vendría muy bien en estos tiempos de crisis. 

La Federación Internacional de Músicos (FIM), que reúne a los sindicatos de músicos de distintos países, ha solicitado a los gobiernos que tomen medidas urgentes en apoyo a quienes trabajan en el sector de los espectáculos en vivo. En particular, la FIM ha sistematizado las distintas acciones que los sindicatos de músicos de diferentes países han tomado ante esta contingencia. Aquí vemos que algunos han conseguido medidas de compensación económica para los músicos que no puedan trabajar durante este tiempo, como por ejemplo en Noruega y Holanda. Otros han comenzado campañas de donaciones para aumentar sus fondos y poder distribuir beneficios económicos a la mayor cantidad de miembros posible, como en Suiza. 

Una de las organizaciones de músicos más antiguas y poderosas, la Federación de Músicos de Estados Unidos (AFM), además de ayudar a los músicos afectados a acceder al seguro de cesantía, ha demandado a su gobierno acciones inmediatas, como ampliar los beneficios de desempleo y suspender desahucios, pago de hipotecas y de servicios públicos para aliviar económicamente a quienes no puedan trabajar en este tiempo. El sindicato de músicos de Francia (SNAM) ha presentado diversas demandas al ministerio de cultura local para compensar económicamente a quienes vean afectados sus trabajos. Por su parte, el Sindicato de Músicos de Gran Bretaña también comenzó una campaña para presionar a su gobierno para ayudar a los músicos que trabajan de manera independiente. Como en ese país, al igual que en Chile, los trabajadores independientes no pueden acceder a beneficios sociales como licencias por enfermedad, buscan que se instaure un ingreso básico universal para todos los trabajadores independientes, o al menos, facilitar un acceso a un crédito universal para ayudar a los músicos independientes a pagar sus cuentas. 

En Chile hoy no existe un sindicato de músicos unificado a nivel nacional, sino que varias organizaciones gremiales, como la UNA, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Música (Sitmuch), el Sindicato de Músicos y Artistas de Chile (Sinamuarchi), el Sindicato de Artistas de Variedades (Sinav), el Sindicato de Músicos de Valparaíso (Simuproval), el Sindicato de Trabajadores de la Música de la IV Región (Sitramu), la Asociación Gremial de Trabajadoras de la Música, los Trabajadores de la Música de Concepción, además de iniciativas colectivas como Industria Musical de Valparaíso (Imuva), Managers Asociados de Músicos de Chile (Mamchi), Unión de Músicos de Marga Marga, Tramus (Red de Trabajadoras de la Música, Mujeres y Disidencias), entre muchas otras. 

Varias de estas organizaciones ya están proponiendo soluciones y buscando medidas que ayuden a sus miembros en estos tiempos de crisis. Por ejemplo, la UNA recientemente logró que el diputado Alejandro Bernales, miembro de la Comisión de Cultura, Artes y Comunicaciones de la Cámara, recogiera su demanda de presentar a votación un proyecto para formar una mesa de trabajo entre artistas, trabajadores culturales y los ministros de Cultura, Hacienda y Economía para enfrentar las consecuencias laborales de la emergencia sanitaria. Ese proyecto podría tomar como ejemplo los del gobierno alemán, que prometió ayudas a los trabajadores de la cultura que se vean perjudicados por la cancelación de conciertos, o el gobierno argentino que también instaló un sistema de ayuda directa a centros culturales, teatros y orquestas juveniles. 

Varias organizaciones internacionales están realizando encuestas para comprender mejor el impacto de esta pandemia en el trabajo de los músicos, como por ejemplo el AMS de Senegal, el Instituto Nacional de la Música (INAMU) de Argentina y el ya mencionado Sindicato de Músicos de Reino Unido. Con estos resultados esperan poder negociar con información actualizada con el gobierno para entregarle el apoyo que requieren los trabajadores de la música en estas condiciones. 

De manera similar, el Observatorio Digital de la Música Chilena, con el financiamiento del fondo de Bienes Públicos de Innova Corfo, lanzó una encuesta para “reflejar el impacto del estallido social y el COVID-19 en la industria musical en nuestro país”. Esperan sea contestada por “los trabajadores y trabajadoras de la industria musical chilena, para así tener un panorama lo más amplio y realista posible de la situación actual”. Sin embargo, ésta se crea bajo una perspectiva de mercado, que busca “optimizar la toma de decisiones y detectar oportunidades de negocio” en vez en vez de priorizar por proteger a las y los trabajadores de la música. 

Es importante que las organizaciones que representan a los trabajadores de la cultura tengan en consideración las medidas que se están tomando en otros países, especialmente en aquellos donde hay sindicatos de músicos fuertes, cuyas historias registran campañas y negociaciones exitosas para las músicas y músicos. 

Sin dejar de exigir medidas por parte de las instituciones públicas, hay algunas acciones que podemos seguir a modo personal para ayudar a las músicas y músicos en Chile. Por ejemplo, si nos gusta algún artista, podemos ayudar a dar a conocer su trabajo, tal como organizaciones como Mamchi y Tramus han propuesto en sus redes sociales, se puede ayudar reproduciendo sus canciones en las plataformas digitales, viendo y compartiendo su música y videos en redes sociales. 

El músico y empresario británico David Taylor comparte en su sitio web una serie de recomendaciones para que músicos puedan enfrentar esta crisis, trabajando desde la casa, por internet. Entre ellas, por ejemplo, compara diferentes herramientas para hacer clases por internet, y explica qué equipamiento se puede usar para ello. También hace recomendaciones para hacer streaming, conciertos en línea y crear un sistema de donaciones. Muchas músicas y músicos chilenos ya están haciendo clases y conciertos en línea, pero muy pocos están recibiendo ingresos por este medio. Por el contrario, en Argentina, gracias a que el ministerio de la cultura adaptó su programa de conciertos del 2020 a la situación actual, transmitiéndolos vía streaming desde las casas de los músicos, ha permitido que el público pueda seguir disfrutando de la música en vivo sin perjudicar el bolsillo de los músicos, ya que estos conciertos son financiados por el ministerio. 

Es importante mencionar que, de todas las plataformas de streaming, la única que hasta el momento ha hecho alguna declaración mostrando preocupación por las músicas y músicos que han debido suspender o cancelar conciertos, ha sido Bandcamp. El viernes 20 de marzo destinaron las ganancias de la empresa directamente a los músicos registrados en esta plataforma. Junto a ello la empresa inició una campaña con recomendaciones de cómo los fans pueden ayudar a sus músicas y músicos favoritos. Por supuesto que no todas son aplicables al contexto chileno, pero seguramente algunas de ellas podrían ser replicadas por las empresas locales que venden música chilena. 

Campañas locales reflejan la precariedad del mundo del trabajo artístico. Por ejemplo, la campaña “Es hoy por ti mañana por mi”, de Conatemuch (Corporación Nacional del Teatro Musical Chileno) buscar reunir alimentos no perecibles y/o dinero para ayudar directamente a las trabajadores del teatro musical que por la contingencia “han perdido trabajos y tuvieron que bajar sus obras de teatro musical y en consecuencia no tienen dinero para alimentarse”. O aquella la liderada por Tramus exigiéndole al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio simplemente pagar los Fondos de Cultura 2020. 

Tomando en cuenta el diagnóstico del trabajo musical que esta emergencia sanitaria nos muestra, es importante que las organizaciones de los trabajadores de la cultura exijan colectivamente medidas públicas de mediano y largo plazo para que cuando salgamos de esta crisis, sus condiciones laborales sean menos precarias. Al final y al cabo, sin las y los trabajadores de la música, la cultura y las artes, no habría canciones ni espectáculos con los que la llamada industria musical chilena pueda nutrirse. 

*Eileen Karmy es investigadora sobre música popular y política y parte del proyecto Memoria Musical de Valparaíso. 

Foto: FIM.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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