Durante la dictadura, las feministas, y en general las mujeres chilenas, se dispusieron por completo a la lucha por la vida y en defensa de los derechos humanos. El Movimiento de mujeres tenía un carácter opositor claro, opositor a un régimen asesino y opositor a un sistema político, económico y social que se instauraba a sangre y fuego.
Los lemas “democracia en el país y el casa” y “si la mujer no está, la democracia no va” cristalizaron la lucha democrática que empujaron cientos de miles de mujeres en oposición al dictador y a sus émulos caseros. Algunas de las mayores convocatorias opositoras de ese entonces fueron convocatorias del movimiento de mujeres. Por ahí se refundaron y crearon organizaciones, el MEMCH ‘83 y Mujeres por la vida son muestras de ello. Sin embargo, con el “retorno de la democracia”, el movimiento se vio aletargado, tanto así que algunas llamaron a este periodo noventero como “un nuevo silencio feminista”, tal como antes Julieta Kirkwood había caracterizado al periodo posterior al logro del sufragio para las mujeres.
El 26 de diciembre de 1990 se promulgó la ley que creó el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), en Chile. Su primera Directora Nacional, con rango legal de Ministra, fue Soledad Alvear Valenzuela. La creación misma del SERNAM fue asumida por muchas mujeres que habían luchado en la dictadura como un avance. Vale mencionar que muchas mujeres que fueron partícipes del de la lucha contra la dictadura, pasaron a ser parte del gobierno. Sin embargo, a este servicio se le asignó un escueto presupuesto y su agenda, liderada por Alvear, se alejó decididamente de aquellos “temas controversiales” como el aborto, el divorcio, los derechos sexuales y reproductivos y las cuotas de participación (tan clara es la posición de Alvear que en 2016 no dudó en exponer contra el proyecto de aborto en tres causales en el Congreso). Durante los 90 el SERNAM se inclinó hacia aspectos técnicos de igualdad entre hombres y mujeres, cuestión necesaria pero insuficiente que lo alejó de ser una institución útil a las necesidades más sentidas por las mujeres, y así, este servicio, como los gobiernos mismos de la Concertación, se volvieron una institución servicial al modelo.
En 1994 se convocó en Santiago el primer 8 de marzo con convocatorias diferenciadas. La convocatoria alternativa a la del gobierno fue “esta democracia es una desgracia”. Desde ahí hasta entonces ha pasado mucho en el movimiento de mujeres, entre otros, quiebres y nuevas formas de organización. Ya no estamos en un silencio y aunque suene pretencioso, vivimos todo lo contrario. Desde las luchas que se dieron a raíz de la pastilla del día después, pasando por la formación de organizaciones feministas en el clímax del movimiento estudiantil de 2011 y las demandas de educación no sexista, el “Ni una menos” y la sostenida lucha contra la violencia hacia las mujeres, la incorporación del trabajo doméstico en la propuesta de la Coordinadora de trabajadoras y trabajadores NO + AFP, el “Mayo feminista” en 2018 con las tomas que exigieron terminar con el acoso sexual en las instituciones de educación superior, los 8M de 2018, 2019 y 2020, LasTesis y tanto más. Es claro que el movimiento de mujeres, tanto antes como ahora, opera como fuerza contrahegemónica y así todas avanzamos.
Las feministas no callamos cuando la misma violencia sexual aplicada contra las mujeres en Dictadura por parte de los aparatos represivos del Estado apareció durante la protesta de octubre. Desde la calle y desde el congreso interpelamos a quien fuera ministra de la cartera (Isabel Plá Jarufe) para preguntar sobre su rol en dicho período y terminó renunciando. Tras 54 días de descabezamiento, nombran a una defensora de esa misma Dictadura y del legado de Pinochet. ¿Qué esperan si designan a una Ministra que encarna justamente aquello contra lo que el movimiento de mujeres ha luchado?.
El gobierno de Sebastián Piñera juega peligrosamente a seguir desquiciando el debate público, debilitando aún más la democracia, puesto que le da exactamente lo mismo reventar la poca legitimidad que le queda a la política institucional en contexto de crisis. Con el nombramiento de Macarena Santelices Cañas reafirma el carácter autoritario que porta como ADN, buscando representar intereses minoritarios por sobre las demandas de las mayorías sociales que se han movilizado en Chile, como el movimiento feminista y de mujeres, cuyo protagonismo tiene reconocimiento internacional. Sin embargo, designa en la cartera de la Mujer y Equidad de Género a un liderazgo que defiende la discriminación y la desigualdad como política de Estado. Lo que es aún más complejo en un escenario de alza de la violencia contra las mujeres y de crisis de cuidados por efectos del COVID-19.
Nos hace bien reconocernos como parte una historia más grande que la propia, nos invita a la conciencia histórica y a enfrentar la coyuntura considerando los aciertos y desaciertos del pasado. La ministra de la mujer, sea quien sea, puede o no ser una referencia. En este nombramiento se impuso el cuoteo, evidenciando la desconexión premeditada con todo lo que no es el Gobierno mismo. Desde el conservadurismo que promueve la nueva ministra, es imposible promover y resguardar los derecho de las mujeres y la igualdad de género. Es una contradicción absoluta. Tal como antes, ser oposición social y política se vuelve clave para ser contrapeso histórico ante lo que hace y representa este Gobierno y su nueva ministra de la mujer.
Daniela López Leiva, Socia AML Defensa de Mujeres y Directora Fundación Nodo XXI
Camila Rojas Valderrama, Diputada Frente Amplio, militante Partido Comunes