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COVID-19: el modelo sueco bajo la lupa

Columna de opinión por Frida Hessel
Lunes 11 de mayo 2020 20:30 hrs.


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“Si abrimos la economía vamos a terminar como Suecia”, sostuvo el presidente argentino Alberto Fernández al anunciar la prolongación de la cuarentena en el país hasta el día 24 de mayo.

“Cuando me dicen que siga el ejemplo sueco la verdad lo que veo es que Suecia con 10 millones de habitantes hoy cuenta más de 3000 muertos por el virus, me proponen algo, que de haber seguido ese ejemplo nosotros hoy tendríamos 13.900 muertos”, continuó. De esta manera usó la estrategia que ha adoptado el país nórdico para enfrentar la pandemia, como ejemplo temible para justificar por qué eligió no escuchar a aquellos sectores que presionan para que se abra la economía en Argentina de manera más acelerada. “No me van a torcer el brazo. Voy a cuidar a la gente antes que nada”, agregó.

Suecia, el pequeño país en el norte de Europa, normalmente es mirado con una mezcla de envidia y admiración desde América Latina. En el imaginario colectivo latinoamericano ha sabido imponerse la imagen de un país eficiente y moderno, una sociedad de bienestar ideal, con un Estado presente y protector que garantiza el acceso a la salud, la educación y los servicios públicos a todos sus ciudadanos por igual, sin grandes brechas sociales. Es una fotografía, que con sus matices, retrata de manera bastante fiel la realidad. Porque, aunque el Estado de bienestar en el país nórdico en las últimas décadas ha sufrido cierto deterioro ante el avance de la cultura neoliberal, sigue teniendo políticas sociales activas y persiste en su ciudadanía una idea de convivencia en comunidad.

Quizás sea por esa imagen generalizada de Suecia, como un país con una gestión estatal altamente eficaz, que choca y llama la atención el elevado número de muertos por Covid-19.  El camino tomado por el país para enfrentar la pandemia causa estupor y curiosidad en el resto del mundo. Aunque el epidemiólogo estatal, Anders Tegnell, el que junto con un equipo de especialistas en la Agencia Nacional de Salud Pública, lidera la lucha contra la enfermedad, se esfuerza por explicar la estrategia al mundo a través de un sinfín de entrevistas en medios internacionales, el modelo parece despertar más estupor que admiración.

Los expertos suecos insisten en que las estrategias que emplean no son tan diferentes a las que se han tomado en el resto de los países. Se basan en el distanciamiento social y restricciones orientadas a aplanar la curva de contagios, para así no saturar el sistema de salud.  Argumentan que la mayor diferencia con las limitaciones impuestas en otros países, radica en que en Suecia no se basan en la prohibición sino en recomendaciones de las autoridades con la expectativa de que cada ciudadano cumpla con su responsabilidad. Es una forma de gestión que confía más en la capacidad del individuo que en la coerción del Estado, de larga tradición en el país nórdico. Así, por ejemplo, el calendario de vacunas en Suecia no es obligatorio sino voluntario, pero se cumple en un 90%. Generalmente, los suecos tienen un alto nivel de confianza en las autoridades.

En el país nórdico hay unas 220 agencias estatales especializadas en diferentes temas. Su rol es asesorar al Gobierno, bajo el mando del socialdemócrata Stefan Löfven, cada agencia en un área específica y con una autonomía bastante amplia,  ya que no pueden ser intervenidas por el Gobierno. Löfven ha tenido un papel muy secundario en la gestión de la crisis y en sus apariencias públicas se refiere, fundamentalmente,  a la importancia de seguir los consejos de los expertos.

Aunque existe un debate interno, con voces críticas, procedentes de epidemiólogos, virólogos, periodistas y políticos de la oposición a la gestión de la pandemia, la estrategia cuenta, según comunican los voceros gubernamentales a diario, en general con la aceptación de la población. Uno de los argumentos que se utilizan para justificar esta gestión es que Suecia es un país en el que se escucha a los especialistas de cada área del Estado, mientras que, en otros, los políticos están obligados a imponer una mano más dura para ganarse la confianza de esa ciudadanía que suele ser muy crítica con quienes lo gobiernan.

Desde esta perspectiva se entiende que algunas medidas más estrictas, como el cierre de fronteras, la toman los políticos para mostrar que están haciendo algo, pero no está comprobado que tiene efecto para combatir la pandemia. En cambio, las estrategias más flexibles y que se basan en que los ciudadanos comprendan que es importante cumplir con la norma son más factibles de sostener en el tiempo.

¿Cuáles son entonces las medidas tomadas por el país nórdico? En Suecia se ha prohibido las conglomeraciones de más de 50 personas, las universidades y los colegios secundarios, por recomendación de la Agencia Nacional de Salud Pública, están cerrados y mantienen educación a distancia, pero las escuelas primarias y los jardines de infantes siguen abiertos, al igual que los bares y los restaurantes, aunque sólo se permiten que los clientes estén sentados, con distancia entre las mesas.  Se recomienda a la población no ir a trabajar si tienen el más mínimo indicio de estar enfermos. Se solicita estar atentos a los síntomas de COVID-19 y mantener distanciamiento social en el espacio público.  La estrategia desde el comienzo se ha enfocado especialmente en proteger la población más vulnerable de la sociedad, los enfermos crónicos y las personas mayores. Por este motivo, desde el comienzo de la pandemia están prohibidas las visitas a los geriátricos. También se recomienda a los mayores de 70 años de quedarse en sus casas y de restringir sus contactos sociales.

Con una población de 10,2 millones de habitantes, al día de hoy Suecia tiene 3220 muertos por Covid-19, lo que significa 32 fallecidos por 100.000 habitantes, y 25 921 casos constatados. En cambio, sus países vecinos, que son sociedades con una similar tradición de Estado presente y con pautas histórico-culturales afines, muestran cifras mucho más bajas. Todos ellos implementaron medidas más estrictas en una fase más temprana. Noruega, que fue usado como ejemplo modelo por Fernández en su discurso, tiene una población de 5,4 millones de habitantes y cuenta con tan sólo 41 muertos, 4 por 100.000 habitantes. Es el país con menor tasa de mortalidad de los países escandinavos. Dinamarca, con 5,8 millones de habitantes tiene 522 fallecidos, 9 por 100.000 habitantes y Finlandia (5,5 millones de habitantes), 260 fallecidos, es decir 4,7 muertos por 100.000 habitantes. Suecia ha testeado la menor cantidad de población de los cuatro países, 0,7% y tienen el porcentaje más alto de contagiados, el 14%. Noruega es el país que ha realizado más testeos, al 2,7% de la población y con un menor número de casos positivos: 4,9%.

De acuerdo a los especialistas, lo que explica las altas tasas de contagio y muertos en Suecia, no es la falta de restricciones, sino que, como ocurrió en España e Italia, el virus ingresó en las residencias de tercera edad. De acuerdo a las cifras de la Agencia Nacional de Salud Pública, el 90% de los fallecidos en el país escandinavo son personas mayores de 70 años. La mitad de ellos ha muerto en hogares de tercera edad. En Estocolmo, la ciudad más castigada por el virus, se han encontrado contagios en más de la mitad de las 400 geriátricos, informó la televisión pública sueca.  En Suecia, la mayoría de las personas mayores que necesitan asistencia son cuidados por personal sanitario en sus casas, mientras que los que viven en residencias de tercera edad normalmente también tienen otros problemas de salud, lo que les convierte una población extremadamente vulnerable.

Hasta el momento, de acuerdo con las cifras oficiales, 1693 personas han recibido cuidados intensivos y de ellos sobrevivió un 80%. Estas cifras muestran que gran parte de los mayores que se enferman de COVID-19 no ingresan a cuidados intensivos, sino que reciben cuidados paliativos en los geriátricos. Los especialistas explican que no resistirían los tratamientos.

Las altas cifras de fallecidos por el COVID-19 en Suecia llama la atención en el mundo. Los expertos suecos indican que cuando los países que implementaron medidas más estrictas, con confinamiento obligatorio, abran sus sociedades, corren el riesgo de que el número de muertos aumenten. Sólo con el tiempo podremos decir cuál estrategia dio mejores resultados.  Es cierto, que nadie sabe cómo el mundo saldrá de esta pandemia, pero en este momento América Latina sigue mirando a Suecia, país que décadas atrás supo imponerse como modelo de Estado eficiente y protector, con cierto desconcierto por la estrategia discordante que está llevando a cabo con relación al resto del mundo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.