Hoy el mundo vive la peor crisis de nuestra época. El escenario actual, quizás comparable con la segunda guerra mundial o con la gran depresión, está compuesto por una serie de variables que ponen a la sociedad en un estado muy desfavorable, y con un futuro incierto.
La pérdida de empleos es el tema en la agenda hoy también, y a nivel mundial mucho se ha discutido de cómo enfrentar el escenario económico que se avecina, que sin duda, como en toda crisis de este tipo, requiere necesariamente de la intervención estatal.
El problema debe enfrentarse desde muchas dimensiones y una de ellas, tiene relación con sostener el sector productivo más estratégico a flote con el fin de mantener funcionando nuestra economía, y de este modo asegurar empleos. Por supuesto, acá la pregunta del cómo se lleva esto a la práctica es de suma relevancia, pues determina el tipo de política que se impulsa, y por ende, condiciona el camino a transitar tras la crisis sanitaria.
En este sentido, se ha tratado de instalar la idea del ”rescate tradicional” y bajo la lógica neoliberal, que se ha implementado en otras crisis financieras anteriores -como la subprime en Estados Unidos- y que han variado poco o nada el eje de desigualdad imperante. Este tipo de rescate, bajo la lógica del “costo de muchas personas y la ganancia de algunas”, es el apetecido por el gran empresariado.
Por el contrario, desde nuestro sector hemos venido trabajando en una mirada alternativa, y más equitativa para la sociedad, bajo una lógica donde ganemos todas las personas. En este sentido, creemos firmemente que el apoyo del Estado y la democratización de las empresas debe ser mediante su adquisición total o parcial, pero asegurando también condiciones mínimas para una agenda productiva progresista, que asegure garantías laborales e impulse políticas feministas y ecologistas.
Respecto a lo último, es imprescindible fijar ciertos criterios mínimos, de lo contrario, cada persona residente en Chile estaría contribuyendo a la mantención y status quo de entidades nocivas para nuestra salud y la de los ecosistemas que habitamos.
Por lo anterior, desde la mirada ecológica, debe ser una exigencia que las empresas que accedan a este fondo mejoren sus estándares para con el medio ambiente, que vayan en la línea de los compromisos ambientales nacionales e internacionales -como la Contribución Determinada a Nivel Nacional para enfrentar el cambio climático- que hemos adquirido como país.
De este modo, las empresas deberán, entre otras cosas, presentar planes de carbononeutralidad, desarrollar planes de disminución de sus residuos con un horizonte a cinco años y por último, dar irrestricto cumplimiento a las normas ambientales vigentes y acatar los fallos de los tribunales ambientales y cortes de justicia.
Es tiempo de cambios para la construcción de un futuro para cada persona que habita territorio chileno, una oportunidad para impulsar un transformación de las formas en las que producimos, para imaginar un país que pueda sostenerse en el tiempo y estar mejor preparado ante nuevas pandemias, el cambio climático y desastres ambientales. Para que la inversión sea con nuestro planeta y con sus habitantes, para el futuro de todes.