En el léxico militar existe un concepto denominado “soldado estratégico” y que hace referencia a aquellas acciones específicas de un combatiente individual, que dado el contexto y las circunstancias del conflicto, tienen una repercusión total.
Desde un punto de vista político, soldado estratégico es el Capitán Rafael Harvey Valdés. Sus acciones en defensa de la integridad del Ejército y contra la corrupción que lo erosiona, han presentado dilemas éticos de trascendencia al Ministro de Defensa y eventualmente a Sebastián Piñera.
La ya conocida trama que enfrenta a este Capitán contra la junta de generales que en cinco años consecutivos sancionó su retiro, tiene su origen en las continuas denuncias realizadas contra coroneles y generales, por malversación de recursos públicos y redes de protección a la corrupción en las filas de la institución. Batallas libradas en tribunales civiles y militares y que incluso lo han llevado a la prisión, para luego ser absuelto de todo cargo.
Estas individuales, pero estratégicas batallas, dan cuenta de uno de los vicios estructurales del sistema político chileno y que el movimiento de octubre busca erradicar: La corrupción generalizada. En este caso, el uso indebido de los recursos del poder nacional por parte de algunos oficiales específicos, que a espaldas de sus camaradas y el país, buscaron el beneficio personal en desmedro del interés nacional.
Las reclamaciones del Capitán Harvey son consistentes y están sólidamente documentadas, no resisten dobles interpretaciones, señala. Así buscará demostrarlo en su visita a la comisión de Defensa de la cámara, sus abogados plantean que dada su calidad de denunciante de gravísimos casos de corrupción y en virtud de los tratados internacionales, no puede ser sancionado, removido de su cargo o desvinculado de la institución. Asimismo, la resolución de la Corte Suprema indica que la junta de generales que sancionó su retiro ha sido calificada de secreta, arbitraria e ilegal, toda vez que podría estar integrada por generales denunciados.
Sin embargo, el Ministro Espina, conductor político y primera autoridad de las instituciones armadas del país, ha preferido ceder a recomendaciones y estampar su firma para decretar el polémico retiro, desechando la oportunidad de sumar a este soldado estratégico a lo que el mismo ministro denomina “tolerancia cero a la corrupción en las FF.AA.”
Si con esta decisión el ministro buscaba terminar con el problema y dar por superado el impasse, o tal vez, dar una señal de escarmiento al personal, o en su defecto, apegarse acríticamente a los reglamentos sin considerar el contexto, debe saber que el efecto deseado ha sido contrario. Experimentamos un proceso de transformación constitucional que avanza irreversiblemente, en medio del desmoronamiento de las democracias occidentales. Actualmente, decisiones como estas tienen un impacto trascendente en el ámbito de la percepción pública, cuestión que el conductor político de la Defensa Nacional no puede desatender.
Es decir, considerando la naturaleza híbrida de los conflictos contemporáneos, donde las acciones de alto valor simbólico pueden tener efectos igual o más severos que los enfrentamientos materiales, el ministro debe tener presente que su decisión quedará en la retina de la ciudadanía, que exige justamente lo contrario: Probidad, dignidad, justicia.
De haber sumado a Harvey a la necesaria “guerra contra la corrupción” otra sería la historia, sin embargo, más allá de su gestión en el sector Defensa, por lejos destacará el aniquilamiento que propició a la carrera militar del único oficial -heredero de una larga tradición castrense de cinco generaciones de generales- que ha enfrentado a la corrupción y cuyas pretensiones eran restituir la dignidad del Ejército de Chile frente al escrutinio de la ciudadanía. Pasará a la historia como el ministro que estampó su firma para proteger la corrupción al interior del Ejército de Chile.
Falta todavía para el desenlace de esta trama. Sin embargo, esta batalla no es circunstancial. Con esta acción patriótica, Rafael Harvey Valdés también trae de vuelta a la generación de jóvenes oficiales de 1924. Es tiempo de desenterrar la historia proscrita.