Antes de la pandemia los padres y madres podían contar con diversos apoyos para poder conciliar su vida laboral y familiar: salas cuna o jardines infantiles, que además de brindar oportunidades de aprendizaje, contribuían al cuidado infantil, o algún familiar o cuidador que apoyaba. Hoy nada de eso es posible.
La pandemia provocada por el COVID-19 ha obligado a los países a preguntarse por situaciones que ya parecían superadas o al menos parcialmente solucionadas. Una de ellas es el cuidado del 1.405.013 niños y niñas menores de seis años (INE, 2017), el que se ha visto interrumpido o alterado.
En este contexto, ¿quién cuida a los niños y niñas?
En el escenario actual, no sabemos qué está pasando con los niños y niñas cuando sus padres o madres deben salir a trabajar, o cómo se está organizando el cuidado al interior del hogar para que los adultos puedan trabajar desde casa. Lo que sí sabemos es que el tipo de cuidado y estimulación que reciban hoy tendrá efectos en el resto de su vida.
Nos parece importante recordar que los primeros años son claves en la vida de las personas. Es la etapa donde se forman conexiones neuronales que nunca más volverán a ocurrir, proceso que depende en gran medida de las interacciones entre los cuidadores y los niños. Por ello, es importante entregarles durante esta etapa un entorno cariñoso y sensible a sus necesidades que les asegure el derecho a desarrollar su máximo potencial.
Las familias están viviendo altos niveles de estrés debido a la preocupación por la salud de sus integrantes, la incertidumbre económica, la responsabilidad respecto a la continuidad educativa, el cuidado y tareas del hogar, además de las inquietudes respecto de sus fuentes laborales. Hoy necesitan políticas públicas que les aseguren que podrán proteger y cuidar adecuadamente a sus hijos e hijas.
Actualmente se encuentra en discusión en el Congreso Nacional, un proyecto de ley que busca brindar una alternativa para el cuidado de los niños y niñas nacidos con posterioridad al 2013 o cuyos padres estén haciendo uso del permiso postnatal parental. Es una señal muy positiva para el país que se haga visible este tema, y que los distintos sectores busquen soluciones ante una situación que afecta de manera tan significativa a las familias chilenas. Desde UNICEF hacemos un llamado a poner en el centro de la discusión las necesidades de todos los niños y niñas, sin exclusión alguna, y que se destinen los recursos necesarios para que todas las familias puedan asegurar el cuidado y protección que requieren los niños y niñas.
Los Estados deben hacer todos los esfuerzos posibles para apoyar a padres, madres y cuidadores en su tarea de crianza. Si algo ha dejado en evidencia esta pandemia, es el rol central de las familias. Ellas se han convertido en la primera línea a cargo del cuidado, educación, salud y protección de los niños en este contexto. Postergar los apoyos que requieren o limitar la inversión en la primera infancia puede tener altos costos en el mediano y largo plazo para Chile. El costo de no actuar está ampliamente documentado: la falta de entornos protectores y oportunidades de desarrollo en la primera infancia puede limitar, no solo un sano desarrollo emocional, sino también las posibilidades educativas y laborales futuras, generando pérdidas económicas importantes en la vida adulta, e incluso puede significar la pérdida de hasta dos veces el gasto en salud del PIB de un país. En tiempos de crisis recesión económica, se deben considerar políticas contra-cíclicas, que no solo protegerán a los niños y sus familias del impacto de la emergencia, sino también contribuirán a la recuperación del país. Esta crisis no puede desviar el impulso de la inversión en primera infancia que venía mostrando el país, ya que sus consecuencias podrían ser mucho más difíciles de revertir.
Las medidas que se tomen durante este período, para mitigar el impacto de la crisis en las familias, determinarán las oportunidades de desarrollo que tendrán los niños y niñas y, con ello, definirán el futuro del país en su conjunto.