Bielsa como el anhelo de otro sistema de valores

  • 18-07-2020

El cariño de la comunidad que habita en Chile por Marcelo Bielsa -ya hace mucho no solamente de quienes gustan del fútbol- ha alcanzado ribetes que exceden a lo literal. Es cierto que en nuestro tiempo y, ante la ausencia de referentes, existe la tendencia colectiva a endiosar precipitadamente a personas por haber dicho o hecho algo digno del aplauso de la galería, conservadora o progresista. Pero en este caso parece haber algo más consistente: profundo y extendido en el tiempo.

Bielsa es hoy un símbolo para Chile y, por lo tanto, su nombre se ha ido colmando de atributos que, inevitablemente, distan del ser de carne y hueso. No es que no lo merezca, muy por el contrario, pero lo que importa para efectos de la operación colectiva tiene que ver con aquello a lo que su nombre nos remite. De las menciones en redes sociales desde este sábado por el ascenso a la Premier League del Leeds, la minoría se refería a sus extraordinarias virtudes como director técnico, mientras la mayoría hacía mención a sus enseñanzas, mensajes, valores y otros asuntos que exceden largamente a la capacidad técnica con que realiza su actividad.

Hay en la lectura sobre Bielsa algo del arquetipo del héroe, a la usanza de cuando Eduardo Galeano decía que “vale la pena morir por aquello sin lo cual no vale la pena vivir”. En tiempos donde abundan vulgaridades como el individualismo y la conveniencia, el entrenador argentino se ha erigido como aquel dispuesto a hacer grandes sacrificios, a sobreponerse a la adversidad y a conseguir para el colectivo algo que parecía imposible. Pero hay más: es también alguien dispuesto a transitar por la incomprensión, la injusticia y, especialmente, por la derrota. No solo eso, parece que a veces fuera a su encuentro y, de hecho, en sus discursos la reivindica como algo más edificante para las virtudes humanas que la victoria. Es porque para Bielsa la forma no debe traicionar al fondo, ni las acciones a los resultados, de ahí su afirmación de que “en cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante”. Es también, por lo tanto, un esteta en medio de una época operativa, que da testimonio de que la derrota puede ser más bella que la victoria. Como el poema de León Felipe, donde le pide al Quijote “hazme un sitio en tu montura caballero derrotado”.

Pero el asunto no es tan sencillo como que la comunidad admire a Bielsa y quiera ese sistema de valores, en vez que el que prevalece. Porque una cosa y la contraria pueden existir al mismo tiempo y aquellas características que parecerían antagónicas al entrenador, nos son también propias. Porque el individualismo y la mezquindad viven en nosotros, si no no vivirían en el colectivo. Porque son tiempos donde es mil veces más fácil pontificar y ponerle varas al resto que a uno mismo. Porque la apuesta del entrenador Bielsa por el colectivo requiere que los individuos se pongan en el lugar del otro y del bien común, en vez de confundir lo que está bien con lo que les conviene.   

Llevar la pregunta de por qué la admiración por Bielsa hasta el fondo debería implicar, quizás, mirarnos al espejo individual y colectivo. Si el símbolo en que se ha convertido el entrenador nos parece admirable ¿por qué no guiarnos hacia allá? Eso requeriría de nosotros, eso sí, algo más que un posteo en Twitter o exigirle virtud al resto, sin hacerlo primero con nosotros.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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