Señor Director,
Al minero históricamente lo hemos relacionado con el esfuerzo, la constancia y el compromiso por su trabajo, con jornadas agotadoras y duras, donde muchas veces la familia, su motor de vida, no le acompaña. Si bien en algunos casos, gracias a los avances tecnológicos en la gran minería, la forma de trabajar no es la misma que el pasado, se mantiene intacto el orgullo en desempeñar este oficio tan importante para el país y su economía.
Se trata de hombres y mujeres que merecen un reconocimiento que desborde la conmemoración de este 10 de agosto como Día del Minero, y refuerce el compromiso político y empresarial de proteger la dignidad a esta labor.
Miramos a lo lejos aquel 11 de julio de 1971 cuando el Congreso Nacional de Chile aprobó la ley N°17.450 sobre la nacionalización del cobre, y más tarde en la ciudad de Rancagua, con una multitudinaria ceremonia, el presidente Salvador Allende la proclamaba en la Plaza de los Héroes de nuestra comuna.
Hoy conocemos la importancia de nuestro cobre -y recursos naturales en general- y también somos conscientes de que la producción de este valioso metal está mayoritariamente en manos de grandes transnacionales, que trabajan únicamente por el enriquecimiento empresarial, dañando ecosistemas y comunidades en el camino.
Compañías que, en muchos casos, incluso precarizan a miles de trabajadores y trabajadoras que desempeñan la minería diariamente, en condiciones complejas, con climas extremos, turnos y jornadas extensas y con riesgo permanente de sufrir accidentes que en muchos casos resultan fatales.
Este no es un día para conmemorar la explotación empresarial, es un día para dignificar el rol de los mineros y su importantísima labor, además de recordar que los recursos naturales nos pertenecen a todas y todos, y que sólo con unidad podremos recuperar lo que es del pueblo.
Eduardo Arce Sánchez, secretario regional de Revolución Democrática en la Región de O’Higgins.
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