Después de un primer informe extremadamente conservador de los primeros días de Mayo, el Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington proyectó el 25 del mismo mes una mortalidad de 11.970 muertos por Coronavirus para Chile en los primeros días de Agosto, en un rango que fluctuaba entre 4.050 y 31.118, según se publicó en la prensa. A lo mejor nuestros colegas de esa universidad quisieron decir otra cosa y fueron los medios los que mal interpretaron la información. Eran proyecciones de mortalidad dentro de rangos invalidantes para la utilidad de las mismas, al punto que fueron corregidas el día Domingo 7 de Junio, 10 días después, esta vez con números distintos y quizás más probables. Ya no los recuerdo bien.
El día 17 de Agosto, otra vez me he visto expuesto a las proyecciones y diversidad de explicaciones que realizan los especialistas de la Universidad de Washington respecto de la evolución de la pandemia en nuestro país, en particular la de las muertes atribuibles a Coronavirus, proyecciones a las que se ha brindado mucho espacio en la prensa. Lo anterior ha ocurrido a pesar de que la citada universidad no ha logrado predecir en absoluto lo que pretendía, ni lo logrará, tal como es esperable por la complejidad del asunto y tal como se desprende de las explicaciones que ellos mismos dan.
Me pregunto ¿qué explica el interés por publicar estas cosas inútiles que sólo contribuyen a aterrorizar y confundir a la población? ¿Cuál es el valor de esto que se informa al público, más allá del divertimento académico que contiene y que ha de alimentar la legítima discusión indoor que el conocimiento ha de tener antes de quedar definitivamente a disposición de la sociedad? De verdad, tratándose de un asunto tan serio y que tanto nos preocupa, no me queda claro.
Me ha llamado la atención todo este tiempo el interés de los centros académicos por hacer proyecciones bajo modelamientos complejos y luego aventurar resultados muy discutibles a través de los medios de comunicación. Parece legítimo hacer tal comunicación, todo el mundo está en su derecho, pero hemos de contenernos frente a la sed insaciable de los medios que andan tras noticias y no tras el conocimiento agregado gracias al trabajo de las ciencias. Si no somos capaces de contenernos, agregaremos incertidumbre y miedo a la población, en particular cuando las proyecciones son tremebundas.
Con todo esto, de paso hacemos creer a la comunidad que gobernar la epidemia es un asunto fuertemente dependiente de estas proyecciones, que nunca son buenas por la complejidad de una realidad multivariada. Entonces, como no nos sirven de mucho, nos sentimos relativamente ciegos y ya no sabemos bien qué hacer. Miramos con atención al resto del mundo y vemos que la realidad nos sorprende. Entonces surge de nuevo el gran aprendizaje: gobernar la epidemia es tomar el sartén por el mango con los números del presente y lograr que la población se haga parte de los cuidados que es necesario tener para enfrentarla.
El autor es Médico-Cirujano. Doctor en Salud Pública y Magister en Administración de Salud. Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Adscrito al Programa de Políticas y Gestión de la Escuela de Salud Pública.