¡The future, now!

  • 19-10-2020

¡Quiero el futuro ahora!, reclamaba Peter Hammill en su disco de los setenta. A continuación vinieron cosas que a lo mejor respondían a su llamado, vaya uno a saber. O a lo mejor tal futuro sigue pendiente. Hammill era un músico tremendo, oscuro, depresivo, líder de la banda de rock progresivo Van der Graaf Generator, de voz inconfundible, una especie de falsete con pretensiones líricas y dramáticas. Estuvo en Chile en el Nescafé de las Artes, otrora Marconi y se juntó allí un puñado de fanáticos a verle tocar su piano y su guitarra y, por sobre todo, a verle cantar. Ya no era un muchacho cuando vino, pero estuvo de primera. El güergüero todavía le daba el ancho, no como a Camilo Sesto en sus últimos días cuando el público romántico cantaba por él.

Me acordé de Hammill cuando leí la entrevista al senador Guido Girardi en La Tercera del Sábado 3 de Octubre, donde nos habla del futuro y con muy buenos argumentos. Lo ha venido haciendo. De hecho, preside la Comisión Futuro del parlamento, si bien dice no saber bien a qué se dedicará cuando deje de ser parlamentario. El senador nos invita a pre-ocuparnos del futuro, un cyborg futuro, digital, nanotecnológico, de la inteligencia artificial, donde las reformas de los fondos de pensiones con base en aporte de empleadores pierden sentido porque los empleadores dejarán de existir y lo individual reemplazará a lo colectivo, pero no por razones ideológicas sino prácticas. Es decir, algo trama el futuro. ¡Se las trae! Y el senador hace muy bien pues nos lo advierte.

Pero, a pesar de la urgencia, en Chile el futuro parece estar todavía un poco lejos. Porque, ¿qué nos ocurre ahora?. Ahora, cuando se reconfigura el cuadro político después del fracaso de las negociaciones sobre las cocinerías para el acceso al poder entre la concertación autoflagelante y la nueva izquierda impoluta e implacable; ahora cuando las instituciones no funcionan y el poder judicial resuelve en casi todos los aspectos de nuestras vidas ciudadanas sustituyendo así el espacio reservado para el diseño y materialización de las políticas públicas, materias sobre las que los políticos no parecen interesados en ponerse de acuerdo, a lo mejor porque nadie tiene nada que ofrecer; ahora cuando el estallido social de octubre 2019 no parece suficientemente contenido por la promesa de renovar la Constitución que nos rige y las fuerzas policiales encargadas de mantener el orden tropiezan nuevamente en las contingencias de su giro y se inhabilitan para cumplir la tarea; ahora cuando la pandemia nos ha estacionado en una posición de tener que empezar a convivir razonablemente bien con el coronavirus y a salir enmascarillados a la calle a cumplir con nuestros deberes ciudadanos permanentes; ahora -y aquí viene lo peor- cuando se discuten leyes laborales donde el tema teletrabajo apenas ingresa forzado por las circunstancias y se excluye al sector público de participar en él.

Si el futuro está al acecho, pero el presente se hace presente ahora, ¿cómo trazar el camino al porvenir sino incorporando desde ya la oferta tecnológica disponible, la innovación en la gestión de los asuntos públicos, la nueva manera de hacer política y de gobernar?. Hay cosas que hacer y que no podemos seguir haciendo en el viejo estilo, debemos cambiar ya. No nos cabe seguir siendo una suerte de “nuevos conservadores” de cara a los desafíos del futuro.

Por ejemplo -y aquí salto a mi sector – ¿acaso es posible continuar ofreciendo a los ciudadanos una provisión de servicios de salud como la que hemos hecho por décadas, con tiempos de espera prolongados e inaceptable incertidumbre, deuda hospitalaria sin control y evidente falta de empatía del sistema con sus usuarios?, ¿es posible que estemos cumpliendo 40 años sin que al sistema Isapres se haya cambiado una coma desde su creación, siendo de todos conocidos sus problemas?, ¿es posible que no hayamos sido capaces, en todo este mismo tiempo y más, de asegurar la disponibilidad de atención médica de especialidad para todos los chilenos, ricos y pobres y en todas las regiones de Chile?, ¿es posible que, a pesar de haberlo declarado miles de veces desde la convención de Alma Atá hasta la fecha, el nivel primario de atención -la mentada APS- no haya logrado instalarse como el centro privilegiado de la provisión pública de servicios de salud en red de la forma que hemos teorizado?, ¿en qué han estado durante todos estos años nuestros centros de formación de recursos humanos, las Facultades de Medicina de Chile, y los sucesivos gobiernos que no han logrado impulsar nuestros intereses?, ¿qué hemos hecho, por ejemplo, para regular la industria farmacéutica y conseguir medicamentos a costos razonables para la población, como en la mayoría de los países?. ¿Será que las cosas que habitualmente hacemos para enfrentar estos problemas están completamente obsoletas y fuera de uso y que haría falta cambiar las estrategias incorporando los elementos del futuro que ya están aquí?. ¿Acaso nos estamos enfrentando de verdad y con audacia a los problemas?

Por último, ¿será que las fuerzas que instalamos otrora en los mercados de la salud son tan poderosas hoy que dejamos inevitablemente en sus manos invisibles estos asuntos que teóricamente nos incumben? Pero, sinceramente, ¿es que realmente nos interesan?. ¿Cuánto nos importa verdaderamente este desafortunado presente?

¡Yo quiero el futuro ahora!

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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