Afamado Cristián: me permito escribirle esta carta, como un aporte a la reflexión que le propone al Ministro de Salud sobre la obesidad en los chilenos, que denominó Carta al ministro de Salud, Enrique Paris.
Conozco de su existencia desde mediados de la década de los ochenta, cuando usted participaba de la revista Noreste, publicación que mientras en Chile se asesinaba, escribía literariamente sobre la libertad, pero no la reclamaba, artificiosamente bramaba una intelectualidad tan elevada que no le permitía ocuparse de la contingencia social, pues era tema del “populacho”.
Luego, supe de usted por iniciativas como el café gourmet de calle Mosqueto, sus cartas y reflexiones en El Mercurio, su programa de televisión, sus conversaciones con el presidente de la República y otras personas vinculadas a la derecha. No he logrado encontrar poesía escrita por usted.
Excúseme que mencione desde donde habla el narrador, usted y yo sabemos que es importante identificar ese espacio, es justo que los lectores sepan de las limitaciones que tenemos al escribir, creo entender que usted habla desde ese lugar en que uno se permite opinar de todo, no necesita dar muestra de habilidad ni sabiduría, usted habla desde la transversalidad de elite.
Le escribió al ministro Paris, para alabarlo, como el ministro lo hace con el presidente, y usa un púlpito cuyos dueños son una empresa filial de la Cámara Chilena de la Construcción, dueña de una AFP, un banco y una Isapre, entre otras empresas vinculadas a la salud. ¿Usted habla de salud pública y no menciona las utilidades de US$24 millones de las Isapre, que por ejemplo, podrían utilizarse para aplacar la verdadera pandemia que usted señala: la obesidad?
Usted se declara hastiado de las redes sociales virtuales y el “whatsapeo chilensis”, instalándose como un narrador “proustiano”. Disculpe que evoque a un autor que de seguro es parte de su formación francesa y usted conoce mejor que yo, pero ese lugar de profeta que tienen sus escritos me recuerda la biografía del literato francés. Volviendo a su hastío, es curioso que hable de los/as chilenos/as con un dejo de paternalismo y soberbia por su salud física y mental y nos llame “chilensis”. Convengamos que es despectivo.
Entiendo que turistear por los balnearios que hace medio siglo eran privativos para el pueblo, ese concepto que usted infiere despojado de todo interés político y social y lo ubica solo en el consumo, debe ser desgarrador; ¿en qué se ha convertido aquel lugar pujante, privilegiado, seguro?, debe ser una pregunta que lo inquieta. Por mi parte, tiendo a creer que se desplazó a otro lugar geográfico, con pocas casas, extensas playas, práctica del surf, la pesca deportiva, las alas delta, la protección policial y la impunidad de sus fiestas.
Afamado Cristián, uno consume lo que puede, el acceso al consumo lo determina nuestro poder adquisitivo; ¿sabe por qué el pueblo no va a la ópera o a escuchar música clásica al Teatro Municipal, símbolo de la cultura y el capital cultural que usted menciona?, porque asistir a la butaca más perdida cuesta casi un 10% del sueldo mínimo y según el Instituto Nacional de Estadísticas, 2018, la mitad de los/as trabajadores recibe menos del sueldo mínimo. Déjeme contarle, además, que el Teatro Municipal de Santiago, ese que no permite que los “gordos del litoral” ingresen a sus butacas, es el recinto cultural que recibe más recursos del Estado, anualmente unos US$ 12 millones, 2019.
Volvamos a la alimentación, le quiero contar que la gente come lo que puede y de acuerdo a sus necesidades, fíjese que según una nutricionista amiga un hombre como usted, necesita 2.500 calorías al día; un completo tiene 500 calorías y una ensalada césar con pollo, esa que venden en los cafecitos de calle Mosqueto, tiene 320 calorías. El completo vale 1.000 pesos, la ensalada césar con pollo, 4,850 pesos. Si no se entendió el ejemplo, le escribo otro: un huevo industrial cuesta 180 pesos, un huevo “gallina feliz” -que junto con haber sido puesto en mejores condiciones de vida para el ave, es más nutritivo- tiene un tercio menos de colesterol, un 25% menos de grasa saturada, el doble de ácidos grasos omega 3, triplica los niveles de vitamina E y septuplica los niveles de betacaroteno, cuesta un 80% más que el huevo industrial. ¿Adivine qué huevo consumen los veraneantes del litoral?
Además de su malestar estético, podemos buscar complejizar más sus palabras: ¿de qué autocuidado / cuidado usted habla? El trabajador/a promedio llega a casa luego de 12 horas de extenuante trabajo, más 3 horas de traslado, su casa está en un barrio sin áreas verdes, quizás con un poco de patio, sin jardín, los espacios públicos son inseguros, y no queda mucho más que encerrarse en espacios pequeños, consumiendo pantallas, para luego iniciar otro día tan embrutecedor como el anterior.
Afamado Cristián, excuse mi sinceridad, pero no cree que se le pasó la mano al hacer preguntas ofensivas como: “¿Qué hace que una persona no se quiera, no cuide su propio cuerpo, sea capaz de evadir y mentirse a sí misma? ¿Qué enfermedad del alma profunda hay en el habitante chileno, que no solo ha olvidado, sino que está maltratando, deformando su cuerpo?”. Nadie tiene derecho a ser tan descortés y mucho menos a invertir la pregunta ¿qué han hecho los dueños de las empresas de la Cámara Chilena de la Construcción con el cuerpo de los y las chilenas?
Para no extenderme demasiado, quisiera compartir su afirmación: “Este no es solo un problema de salud, es un problema cultural, político”. Tiene toda la razón, y sus causas están precisamente en el modelo de sociedad que reproduce y sirve el ministro de Salud y usted, que acompaña a la elite mercurial (derecha, centro e izquierda) que lee y valora estos llamados de atención, permitiéndose buscar un nuevo nicho de negocio o limpiar sus conciencias e impuestos a través de las leyes favorables a “la responsabilidad social empresarial”. Finalmente, cuando se refiera a Neruda y a la izquierda de los años sesenta, esa que usted tanto desprecia, piense en lo que el poeta escribió sobre sus financistas y su comportamiento durante el gobierno en que participó: “tenían arlequines y polichinelas, payasos a granel, terroristas de pistola y cadena, monjes falsos y militares degradados. Unos u otros daban vueltas en el carrusel del despecho”. No sé dónde se ubica usted, pero, no es justo usar la poesía de Neruda en contra de la naturaleza de su obra, no nos mude la obra escrita en Isla Negra para Cachagua. Quizás es hora de que usted construya su tercer jardín.