La Segunda Independencia de Chile, tal como la llamó el Presidente Allende, la Nacionalización del Cobre, el Día de la Dignidad nacional, es un página de la historia de nuestro país, que cada año nos provoca orgullo. Pero también desazón por aquellos que renunciaron prontamente a este tipo de transformaciones.
Este proceso inspiró probablemente lo que se escuchó en el estallido del 2019, “hasta que la dignidad se haga costumbre”. Porque dignificar los derechos de una nación llamada Chile, traspasó las irreconciliables posiciones políticas de una bullante década del 70. Porque la responsabilidad con el pueblo, por el interés colectivo marcaba largamente las miradas políticas, entonces no importó para esa clase política, las presiones empresariales. La patria se mantuvo primero.
Esos principios pareciera que hoy son posibles de recuperar en este nuevo Chile, el plurinacional, el multicultural, el Chile digno, entusiasman estos esperanzadores ciclos de vida.
Porque hoy están dadas las condiciones para nuevas nacionalizaciones, nuevos tiempos de dignidad, de reconocernos merecedores de gobernarnos en plenitud, donde los derechos efectivamente se concretan, se viven , se defienden. Estamos en una etapa virtuosa para alcanzar estos estándares, conciencia social en la calle y en la academia, gobernadores regionales, defensores de sus territorios, una nueva Constitución que abre grandes y éticas alamedas.
Los países tienen sus momentos culmines para romper ataduras, en donde todos sus protagonistas deben ser capaces de entenderlos y atreverse. Así fue como hace 50 años, un parlamento al unísono clama “Cobre chileno, queremos”; un presidente lúcido, epopéyico, ético y un pueblo comprometido con los cambios para todos; los intereses colectivos dejaban atrás el sistema individualista.
Si en tiempos setenteros, convulsionados, en plena guerra fría, con conciencia de clase marcada, se tuvo la cordura para avanzar en recuperar una preciada roca llamada “Cobre”, como no ser capaces hoy, de avanzar largamente en nuevas recuperaciones, en muchos días de dignidad nacional.
Como decimos los nortinos, “Cobre chileno, cobre calameño”, quizás como una forma de alimentarnos desde el terruño para provocar cambios, quizás la dureza del desierto nos curte para entender que desde los territorios está la resistencia y rebeldía para otras independencias nacionales, porque si hay una nube tóxica que nos inunda hoy, es el de la desigualdad, la concentración del poder económico.
Desde el Norte andino y minero decimos, a cincuenta años de un hermoso ciclo, que se levantan y brotan oasis más fértiles, porque se trata ahora y solo ahora de recuperar y Nacionalizar la Dignidad, en buena hora.