Hoy, al mediodía, será proclamada Yasna Provoste. Esta jornada nos conecta con marzo, cuando asumió la presidenta del Senado e hizo la siguiente definición de sí misma: “Se inaugura la etapa en que el Senado de la República es presidida por una mujer de ascendencia diaguita, confío estar a la altura de la actual transición democrática. Asumo este deber como lo que soy: mujer, profesora, madre, esposa, humanista y cristiana, nacida en una comuna pequeña como Vallenar, con ascendencia indígena, e hija de una familia trabajadora de clase media”.
Hubo algo que la senadora no dijo en aquella ocasión: que era democratacristiana. No es que fuera necesario ni que estuviera ocultando algo, todos lo sabemos, pero sí es relevante constatar cómo la candidata presidencial de uno de los partidos más tradicionales de la política chilena no se define por su militancia, sino por una serie de identidades transversales donde cada uno de los electores y electoras puede encontrarse y desencontrarse. Esta deconstrucción de la vieja identidad partidaria en muchas sensibilidades diversas es, precisamente, una de las características de la composición de la Convención Constitucional. No es que haya desaparecido la dimensión ideológica de la política -hoy se requiere más que nunca- sino que junto con ella aparecen otras coordenadas que las candidaturas presidenciales deben y deberán interpretar.
Convocar ampliamente. Fue aparentemente, por ejemplo, una de las ventajas de la lectura que hizo Gabriel Boric, en comparación de la de Daniel Jadue, en las primarias de Apruebo Dignidad. Pero por lo mismo, no se puede dar por sentado que los votos que obtuvo, tal como los de Sebastián Sichel, estén asegurados para la elección de noviembre.
Por todas estas razones, no parece que los partidos puedan incidir en el resultado de la elección como lo hacían antes, más aún cuando en general no han sabido interpretar ese giro hacia lo diverso de la sociedad chilena. En 1989, se sabía que quien ganara la interna de la Democracia Cristiana sería presidente de Chile. Eso hoy es inviable. Más parece ser que las características personales de los candidatos, su capacidad de leer las condiciones culturales del país, incluso intuitivamente, serán determinantes para dilucidar quién será el o la próxima presidente de la República.
La carrera presidencial que da un nuevo paso hoy se vuelve especialmente interesante. Es obvio que a Yasna Provoste no le basta con ser la candidata de la DC e incluso de la Concertación, que ha entrado en un proceso de declinación, entre otros factores, por una falta de reflexión sobre cómo reinventarse en el Chile actual. Las exigencias de la población son radicalmente distintas a la época en que Sebastián Piñera ganó la elección presidencial. Quien lo lea mejor, ganará.