A los 84 años falleció en Lisboa, Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los cerebros que planificó y el hombre que coordinó el golpe de Estado que derribó la dictadura fascista-populista de António de Oliveira Salazar y su continuador, Marcelo Caetano, dando curso a la recordada “Revolución de los Claveles” de 1974. Saraiva de Carvalho había nacido en Maputo, capital de Mozambique, en 1936, una de las más iportantes colonias lusas por entonces.
En los días de la “Revolución de los Claveles, tal vez de los momentos más luminoso en la historia contemporánea de Portugal, el mayor Otelo Saraiva de Carvalho, uno de esos históricos “capitanes de abril” que la organizaron, brilló con luces propia. Pero, extrañamente, este héroe de la revolución liberadora terminó siendo muy controvertido debido a que se le relacionó con otro episodio histórico: la serie de muertes imputadas a la organización armada de ultraizquierda, Forças Populares (FP-25), imputaciones que él achacó al Partido Comunista portugués que presidía desde el exilio el histórico dirigente Álvaro Cunhal, rival político de Saraiva de Carvalho. Y pese a que éste siempre insistió y reiteró que no tuvo rol alguno en la orgánica guerrillera de las Forças Populares, de todas maneras fue finalmente condenado por los tribunales a cumplir cinco años de prisión, aunque, posteriormente (1996), fue amnistiado junto los miembros del grupo FP-25 que no habían participado en hechos de sangre gracias a una iniciativa del presidente socialista Mario Soares.
La “de los claveles” fue una revolución que -planificada como una secreta operación desplegada desde el ámbito militar- admiró al mundo, entre otras cosas, porque no se derramó ni una sola gota de sangre cuando estalló la sublevación militar contra el sátrapa aliado de Hitler, Franco, Horty y Mussolini, que rigió por décadas al país, el que se desarmó como un castillo de arena apenas en 24 horas. Y ello fue así por un hecho también inédito: la población civil salió masivamente a las calles para apoyarla con devoción y entusiasmo, hastiada de la larga y corrupta dictadura salazarista. Previamente, la noche del 24 de abril de 1974, Otelo Saraiva de Carvalho y otros seis oficiales se encerraron en el puesto de mando clandestino de A Pontinha, de Lisboa. Les alimentaba la esperanza y la emoción. No durmieron. Ninguno sabía qué iba a ocurrir apenas horas más tarde, al precio de sus vidas, nada menos. Otelo, que en su juventud hubiese querido ser actor pero que terminó siendo militar, sintió que esa histórica noche había desempeñado el mejor papel de su vida, según confesó en entrevistas posteriores.
Saraiva de Carvalho postuló a la presidencia de Portugal en dos ocasiones pero sin lograr el apoyo suficiente. Sin duda su mejor chance la obtuvo apenas un año y medio después de la revolución, en 1976, en los primeros comicios democráticos tras la dictadura cuando sus índices de popularidad mercaban más alto, llegando a ser el segundo candidato más votado. Pero, claro, perdiendo la elección. Sin embargo, el paso de los años no suavizaron ni su discurso, ni su visión política.
La “Revolución de los Claveles”, no obstante, permaneció intacta en el imaginario internacional, especialmente gracias a ciertas imágenes y algunos de sus momentos culmines que terminaron por convertirse en iconos del pacifismo: los fusiles con los claveles colocados en sus cañones por los propios soldados o por manifestantes eufóricos por la caída de la dictadura. Tanto como la canción prohibida de José “Zeca” Alfonso (Grándola, Vila Morena), emitida a la medianoche del 24 al 25 de abril de 1974 por Radio Renascença, sentido canto que los militares alzados que conformaban el MFA, Movimiento de las Fuerzas Armadas, habían escogido como la clave para que se iniciara el levantamiento antidictatorial.
Pero tal vez lo más trascendental es que con éste llegaba el fin del imperio colonial portugués, y de las largas y agotadoras guerras africanas desplegadas por el régimen de Salazar para frenar la ola independentista y anticolonial, tras destituir al general progresista António de Spínola, lo que sumado a la situación interna del propio ejército, se habían constituido en los grandes acicates para la sublevación de los oficiales, una genuina insurrección de las bases del ejército contra la política colonial, la recordada “Revolución de los Claveles”.