Desde las esferas de gobierno y algunos medios de comunicación se ha tratado de instalar la falsa idea que los y las profesoras estamos en contra del reinicio de clases presenciales. Hemos explicado reiteradamente que ello es una falta de precisión y en algunos casos derechamente una imputación de mala fe.
Los y las docentes somos los primeros interesados en una normalización del funcionamiento del sistema escolar. Esto no sólo por la enorme dificultad y desgaste que implica realizar clases a distancia, el tiempo que en los hechos implica que no hay límites en el horario laboral, sino también porque tenemos absoluta conciencia que la profundidad pedagógica que se alcanza en el trabajo presencial en las escuelas es insustituible. Por otra parte, sabemos la importancia de que nuestros/as estudiantes puedan volver a socializar con sus pares y a interactuar en sus comunidades de las que son parte. Desde mucho antes de la pandemia nuestro gremio ha venido denunciando la enorme desigualdad de nuestro sistema escolar y en particular el verdadero abandono en que este gobierno ha puesto a la educación pública. La grosera desigualdad de la sociedad chilena se expresa duramente en el ámbito educacional y ciertamente esto se ha agudizado con la crisis pandémica. La pandemia ha dejado al desnudo las muy desiguales condiciones de infraestructura y presupuesto entre las escuelas privadas y el sistema público, pero también las inaceptables inequidades en los hogares como también la irritante desigualdad en el acceso a la conectividad entre diferentes zonas del país o incluso dentro de una misma ciudad, donde como es costumbre, los sectores populares son los más desfavorecidos.. Esta pandemia nos ha demostrado la precariedad en que vivimos, trasparentando crudamente la fragilidad del sistema económico y social de nuestro país.
Lo que sostenemos con claridad y firmeza es que volver a clases presenciales entraña condiciones indispensables en infraestructura y recursos que permitan implementar adecuadamente los protocolos sanitarios. Hacer efectivas las medidas tales como espacios ventilados; separaciones de 2 metros de cada alumno en la sala de clases, servicios higiénicos suficientes para no congestionar los baños, condiciones reales que permitan para lavarse las manos constantemente; higienización permanente, etc., son medidas que en teoría parecen simples pero que en un altísimo porcentaje los colegios no están en situación de implementar adecuadamente. Por otra parte, nos parece necesario la existencia de un plan transporte público adecuado, que soporte el desplazamiento de miles de niños, niñas y jóvenes y que sea capaz de minimizar el riesgo de contagio durante los desplazamientos.
En las visitas a los establecimientos educacionales de las comunas de la región Metropolitana he constatado que muy pocos colegios están en situación de volver a clases presenciales con las condiciones adecuadas que exigen los protocolos. La infraestructura de los colegios nos presenta un triste espectáculo de abandono. Más de un año se ha prolongado la pandemia, en todo este tiempo no hubo intención de mejorar la calidad de la infraestructura, ni siquiera de cosas muy simples como instalación de vidrios, arreglo de baños. Tampoco hay mención alguna a un plan de transporte público en los febles protocolos que ha implementado el gobierno. ¿Es posible volver a clases presenciales en estas condiciones? ¿Es pertinente experimentar con nuestros niños, niñas y adolescentes?
Sería positivo que los burócratas de la educación, que están en oficinas con aire acondicionado, baños que funcionan y que se trasladan en automóvil, se dieran una vuelta por los colegios y palparan la realidad. Es probable, que en tal caso tendrían una visión más responsable sobre la vuelta a clases presenciales en estas insatisfactorias condiciones.
El autor es profesor y Magíster en Educación, Presidente Colegio de Profesoras y Profesores RM.