Aunque a veces a la izquierda le cuesta hablar de este tema, no cabe duda que la seguridad es un tema fundamental para la población, y el Distrito 14 no está ajeno a esta realidad. Basta ver la dramática situación que se vive en Peñaflor, donde cientos de familias trabajadoras se encuentran prácticamente secuestradas por la violencia de bandas delictuales.
Pero para derrotar la inseguridad se necesita una estrategia multidimensional. Si algo nos demuestra la experiencia de los últimos años, es que el puro aumento del número de policías desplegados para combatir el crimen violento -última expresión de la inseguridad- no sirve para solucionar esta crisis.
¿Qué necesitamos entonces? No solo desarticular el crimen organizado, sino también entregar esperanzas y una perspectiva de progreso. Para ello creo que se puede establecer una agenda con diferentes objetivos complementarios, y que se desarrollarían en plazos sucesivos.
En primer lugar, sin duda se necesita una inversión potente que mejore la infraestructura disponible para la población, generando condiciones que hagan más difícil el crimen y lo desincentiven, mejorando la seguridad situacional: mejor iluminación, eliminación de sitios eriazos, áreas verdes más equipadas y arregladas que permita un mejor uso, cámaras en lugares complejos.
En segundo lugar, se necesita que las personas puedan acceder a servicios de calidad que mejoren su experiencia de vida: salud, educación, trabajo, pero también apoyo sicológico tanto individual como de pareja, apoyo familiar, y programas contra el alcoholismo y drogadicción.
Es indispensable también sentar las bases para nuevos polos de desarrollo en zonas como el Distrito 14, que actualmente tributan a Santiago como productores de verduras, comunas dormitorio y de vertederos -como Santa Marta en San Bernardo-. Agricultura sustentable, turismo verde, capacitación en inglés con énfasis en mujeres y jóvenes, planes de cooperación entre pequeños y medianos productores para exportar, son sólo algunas ideas que permitirían entregar oportunidades de empleo y desincentivar la incorporación de personas precarizadas en el crimen.
Estas políticas por supuesto que deben ser acompañadas por una mejor intervención policial, que permita desarticular los grupos responsables de la violencia delictual y el narcotráfico. Para esto necesitamos enfocarnos en constituir un nuevo sistema de inteligencia encabezado por una Dirección Nacional civil que coordinaría todos los departamentos de inteligencia incluidos los de las FF.AA., y una reorganización de las policías que permitan contar con una policía civil encargada del orden público, tránsito y tareas asociadas, y otra especializada encargada de tareas como resguardo de fronteras, guardia presidencial, antiterrorismo etc.
De esta manera se puede aumentar la eficacia, el profesionalismo y la formación de las policías de manera de apuntar de forma contundente al crimen organizado, el narcotráfico y el lavado de dinero. Recuperar la legitimidad de estos cuerpos persiguiendo los casos de corrupción en su interior y fortaleciendo su formación en materias de Derechos Humanos resulta indispensable para poder desplegar una estrategia exitosa.
Finalmente, hay dos puntos importantes que si o si deben incorporarse. Primero, se debe contar con un programa sólido que permita reinsertar en la sociedad a quienes integran organizaciones criminales, con un plan integral que incluya educación e inserción laboral, incluso contemplando la reubicación en otros lugares de manera que de romper el círculo del crimen y evitar eventuales persecuciones.
Junto con ello, el sistema carcelario necesita una reforma urgente, de manera de que pueda cumplir realmente su objetivo de reinserción. Las cárceles sobrepobladas, el abuso de la prisión preventiva, y el aumento de penas de cárcel para todo tipo de crímenes no son medidas efectivas para disminuir el crimen, así lo dice toda la evidencia en nuestro país y a nivel internacional.
La aplicación efectiva de sanciones alternativas como multas o la libertad condicional, el desarrollo de programas de reinserción social y laboral, son sólo algunas ideas que permitirían avanzar en este objetivo, tomando en consideración experiencias como el del Centro de Atención e Integración Social de Valparaíso, que cuenta con números bajísimos de reincidencia.
Enfrentar la inseguridad y la violencia criminal requiere el compromiso de todos y todas, con una estrategia que permita prevenir el delito, sancionar el crimen, y reinsertar a quienes cumplan sus penas, entregándole a la población la seguridad de que podrán vivir en condiciones de dignidad básica. Esa debe ser la prioridad.