Las otras expulsiones

  • 30-07-2021

La camioneta irrumpe ceremoniosa por el túnel lúgubre que separa el patio interno del edificio de la amplia avenida Matucana. El guardia del portón, que conversaba con un funcionario hace solo unos segundos, me hace a un lado apenas lo abordo, casi sin mirarme. El tipo sentado en el asiento del conductor le saluda alzando la mano, detrás del vidrio, y mi “¿le puedo hacer una consulta?” se desvanece de pronto entre su gesto de vuelta y la respuesta instantánea. 

Solo si no es de carácter técnico —remata el hombre. —Para eso está la página web —continúa mientras apunta con el dedo a los carteles pegados en las paredes y que describen los protocolos de atención del Departamento de Extranjería en el contexto sanitario.

Lo que las indicaciones del portal digital de dicha institución -la gran apuesta de la gestión de su actual director, Álvaro Bellolio- me sugieren hacer con la notificación que recibí el miércoles por la tarde de allí mismo, son casi tan difusas como los versos del Génesis, pero su fin -lo creo fehacientemente- es tan oscuro como la contratapa que sugiere el Apocalipsis. 

En concreto, de lo que me avisaba el DEM, tras casi un año de tramitación de visa era de una normativa implementada a partir del 18 de junio de 2020 y que demandaba que, una vez presentado de forma digital el certificado de antecedentes penales del país de procedencia (uno de los requisitos indispensables para alcanzar cualquier visado), la persona solicitante tenía que acercarse a las oficinas de ChileAtiende para corroborar la legitimidad del documento. Dicho de otro modo, en lo que fueron quizás los meses más álgidos de la pandemia en Chile y con el confinamiento como una de las pocas certezas para controlar el virus, la letra chica del proceso de solicitud de permanencia definitiva requería de la presencialidad para poder avanzar a una siguiente etapa. De lo contrario, algunos tantos meses después, un mensaje titulado “Solicitud incompleta o insuficiente” podría irrumpir en tu bandeja de entrada con una letra aún más chica pero no menos cruel:

“Usted tiene cinco días para subsanar la falta. De lo contrario, se le tendrá por desistido de su petición”.

Este jueves, con aire de triunfo, el Gobierno anunció que, tras una inédita campaña de expulsiones masivas a personas migrantes, el ingreso de población extranjera al país cayó del casi 12 por ciento en el que aumentó en 2019, a solo el 0,8 que significó su crecimiento este año. Lo dijeron allí mismo, en el patio del edificio de Extranjería, en la calle Matucana, minutos antes de que, con la desesperación encima de tener las horas contadas -la soga al cuello- llegara allí, luego de haber pasado por un ChileAtiende en el que me aseguraron no saber nada de un trámite como el que me estaban exigiendo.

—Te recomiendo llamar a Extranjería —me dijo una recepcionista allí —nosotros no tenemos que ver nada con ellos. 

El DEM eliminó su atención telefónica hace casi dos años. Lo dice quien era un cliente frecuente del servicio, un tipo medianamente curtido en el asunto y para el cual este viene siendo ya su segundo intento de residir en el país -por fin y después de siete años- bajo el alero de una visa que le garantice condiciones mínimas de dignidad y de derechos.   

La opción que existe ahora para hacer reclamos es una consulta digital que es emitida a través del portal de Freshdesk, un software indio de atención al cliente que se ufana de brindarle servicios a entidades como la Universidad de New York, HP o Panasonic, uno de estos emprendimientos muy Silicon Valley con el que quizás Bellolio hizo match en su etapa de migrante ABC1 cuando era estudiante de la Universidad de Chicago; que lo tecnocratiza todo, y que lo automatiza tanto, que las respuestas a los mensajes son enviadas de forma instantánea por un robot del que sospecho podría tener similar sensibilidad que quienes se jactan de tener un plan macabro y sistemático para expulsar migrantes a granel.

Si yo, que después de tratar de explicarle a un computador que, además de todo, la opción para subsanar documentos que presenta el DEM tiene fallas gravísimas -como botones de “continuar” que aparecen y desaparecen al segundo- y que pocos consulados son capaces de conseguirte un certificado de antecedentes penales en cinco días, me veo tentado a buscar información en grupos de Facebook que cobran 13 mil pesos por intentar burlar la seguridad de la web, ¿qué opciones podría tener un migrante desesperado en plena frontera sin más respaldo que el de las mafias que merodean la zona?  

Después de miles de intentos, ya a oscuras, logro subir mis documentos de subsanación que, según la recomendación de una clínica jurídica a migrantes deberían estar acompañados de pantallazos de todas las dificultades técnicas descritas en este texto y que podrían ser valiosos en el caso de que, tras un eventual rechazo de la visa, decida presentar un recurso de protección. No lo hice así la última vez, decidí tomar la paz mental que me otorgaba aceptar la dádiva de Extranjería en ese entonces: una visa temporaria por un año y la oportunidad de volver a intentarlo una vez terminado ese plazo.

Entonces, recuerdo, coloqué en una historia de mi Instagram la imagen de Homero, el personaje de Los Simpson, besando la mano del Gordo Tony y repitiendo: “Eres cruel pero justo”. Para mí, en ese momento, el jefe de la mafia italiana en Springfield era el menor del clan Bellolio dándome la chance de estar de forma “regular” al menos por doce meses en este país. Era ese personaje de camisa blanca impoluta y corbata ancha, que obvia mi presencia y pisa el acelerador de su camioneta, una mañana de invierno, para otorgarme después algo más de tiempo antes de agotarme por fin, como a muchos, estoy seguro, y sentenciarme al exilio voluntario de esto que también, aunque cueste, suelo llamar casa. 

*El autor de esta columna ha ocultado su identidad bajo un pseudónimo.  Radio Universidad de Chile conoce al autor del texto y certifica la veracidad del testimonio.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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