Las imágenes de madres encadenadas, mujeres marchando en el frontis de La Moneda y una larga marcha cada 11 de septiembre nos interpela a un camino de retratos paralizados en el tiempo y diversas emociones en el cuerpo. El duelo suspendido de los familiares de detenidos desaparecidos por la Dictadura desató acciones invisibilizadas, tanto así que se generaron lazos que no se pueden romper porque la memoria se ha quedado “hasta la raíz”.
Este 30 de agosto, se conmemora el Día Internacional del Detenido Desaparecido, fecha que desde el 2006 se celebra formalmente en nuestro país. Ya en la década de los años 80 la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (FEDEFAM) instaló este día para unificar las demandas por verdad y justicia ante la desaparición forzada de 90.000 latinoamericanos (Corporación Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, 1997).
La represión de la Operación Cóndor dejó un saldo de cuatro millones de exiliados en el cono sur (Informe de DD.HH de Argentina, 1990), donde familias completas cambiaron sus vidas y nacionalidades para arrancar del terrorirsmo de Estado dirigido por Estados Unidos. Otras familias se quedaron, como las madres de Plaza de Mayo quienes hicieron del pañuelo un símbolo internacional de la lucha de las mujeres por los Derechos Humanos.
Mientras que en nuestro país, más de cuatro mil nombres se encuentran inscritos en el memorial del detenido desaparecido y ejecutado político del Cementerio General. En este sitio de memorias, la frase del poeta Raúl Zurita: “Todo mi amor está aquí y se ha quedado: pegado a las montañas, las rocas y el mar” inauguró el 26 de febrero de 1994 como un gesto simbólico de la “justicia a medida de lo posible”, consigna del gobierno de la transición del demócrata cristiano Patricio Aylwin.
Pese a que la deuda del Estado por las demandas de “justicia plena” de parte de las familiares ha sido truncada por el pacto de silencio de militares y civiles, la incansable lucha por la verdad y el reconocimiento ha sido transmitida a las siguientes generaciones. Las raíces, sostenidas por las agrupaciones y colectivos que comenzaron a entrelazarse y familiarizarse entre sí, generando una red que unificó a quienes se encontraban en búsqueda solitaria, la cual aportó en la contención emocional e incentivo económico hacia las miles de mujeres que se encontraban sin trabajo y sin un apoyo debido a la pérdida de sus seres queridos. Esto se tradujo en ventas de arpilleras, creación de comedores populares, ollas comunes y la conformación del grupo folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD).
“No hay dolor inútil”, lleva por título un libro de experiencias de familiares de detenidos desaparecidos de la región del Bío- bío organizado por la AFDD de Concepción. El título expresa cómo la tristeza y la pena fueron un motor de cambio para las vidas de las esposas, madres, hijas y compañeras que perdieron a sus seres queridos durante la dictadura de Pinochet. Hablamos en femenino, porque la mayoría fueron mujeres quienes emprendieron la búsqueda en comisarías, regimientos, casas militantes y familiares. Algunas, incluso estando embarazadas, sin trabajo y sin apoyo, tomaron las fotografías de los desaparecidos y las clavaron en su pecho, marcando pasos, buscando pistas, viajando de un lado a otro a lo largo del país.
Una experiencia completamente estresante, frustrante y difícil para ellas. El cuidado de hijos y familiares, el trabajo y las reuniones se hicieron una rutina diaria que incluso postergó el dolor, la tristeza y la rabia en algunas. En otras ocasiones, también formaban parte de la rutina los golpes en la vía pública por un carabinero en el contexto de una marcha o inclusive, ser perseguida por agentes del Estado con seguimientos y allanamientos a cualquier hora del día.
Un testimonio hace visible la revictimización provocada por los agentes de Estado, la cual muchas veces terminaba en una tortura psicológica hacia las mujeres que se encontraban en la calle, exigiendo el cuerpo de sus familiares y justicia:
“La última detención que tuvimos fue traumática para mí porque nos subieron a un carro, nos anduvieron trayendo todo un día y nos daban vuelta. Al final nos perdimos del lugar de las calles dónde estábamos y en un momento los policías nos dijeron si teníamos hijos, nosotras dijimos que sí y nos pidieron que nos despidiéramos de nuestros hijos porque hasta ahí no más llegábamos”.
Quizás uno de los símbolos más relevantes y representativos para los familiares de los detenidos desaparecidos es portar una fotografía junto con el nombre del familiar, a veces también acompañados de un clavel rojo (o blanco según los casos). Con estas formas de visibilizar en la arena pública, desde la imagen, se vinculan los rostros con proyectos, sueños, trabajos, relaciones, y sobre todo, juventud. Una acción que invita a la reflexión y a ejercitar las memorias para dar continuidad a un período que fue truncado, marcando un antes y un después no solo en las familias y en nuestro país, si no en el mundo entero.
Este legado de lucha continúa y sigue presente, desde quiénes sobrellevaron el dolor creando agrupaciones, colectivos y diferentes expresiones artísticas. Como grupo de investigación acompañamos esta tristeza, frustración, dolor y rabia, y conmemoramos a quienes fueron torturados, ejecutados y desaparecidos por los agentes del Estado durante el periodo de la dictadura cívico-militar. Porque la raíz que se forjó en todos estos años de lucha por la verdad y justicia de los desaparecidos, hizo que las memorias de quienes sostuvieron la búsqueda sea inquebrantable y que esta se encuentre viva, construyendo lugares de memorias, construcción, transformación y participación de la historia invisibilizada. Con esta lucha, las raíces permitieron que el olvido nunca fuese una opción. Sin embargo, el negacionismo que hoy se expresa en el convencional UDI Jorge Arancibia, ex almirante de la marina, es la impunidad que se arrastró durante los 30 años de “transición” a la democracia.
Hoy, acompañamos a quienes hacen visible nuestra historia y memoria, mediante la denuncia y acciones de cambio, en un contexto de estallidos sociales y conformación de una nueva constitución, donde es momento de pensar en las futuras generaciones, porque la esperanza es el sueño de los despiertos.
Por Matías Rastelli y Paloma Vargas, integrantes del proyecto Fondecyt N° 11190259 “Cuerpos ausentes/cuerpos presentes: Experiencias de familiares de detenidos-desaparecidos en Chile”.