No bien anunció que visitaría Chile, su país de nacimiento, desde el Gobierno salieron apresurados a decir que esperaban que su paso por el territorio nacional se debía dar en el marco de su cargo en la ONU.
Y es que Michelle Bachelet resulta como una especie de fantasma que atemoriza a los infantes cuando se trata de la derecha chilena.
Luego de la primera vuelta del domingo 21 de noviembre, el candidato del Frente Social Cristiano señalaba que debían hablar con todos los que quieren cuatro elementos: desarrollo, progreso, paz y orden.
Al día siguiente, el Presidente de la República, Sebastián Piñera, se delataba cuando advertía que si bien no pretendía hacer intervencionismo electoral, había que “proteger la libertad, el orden”.
¿A quién busca aupar el mandatario al repetir uno de los conceptos del candidato de ultraderecha? Resulta más que evidente, ¿no?
Ya antes la Contraloría General había emitido dictámenes en contra del subsecretario del Interior, Juan Francisco Galli, tal vez uno de los más entusiastas de la política de la mano dura y de contratar vuelos sin escalas a Caracas para expulsar migrantes, por su intervencionismo electoral.
Pero en los hechos nadie sabe qué le ocurrió a Galli y a la ministra Karla Rubilar, también acusada por hacer proselitismo y apoyar con recursos del ministerio que dirige a su pareja y candidato a diputado. ¿Hubo alguna sanción, algún tirón de orejas por último? Al menos hasta hoy siguen en sus cargos.
Pues bien. Resulta que la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, adelanta que llegará a Chile antes de la segunda vuelta presidencial del próximo 19 de diciembre y el Gobierno estalla en emplazamientos para que no emita declaraciones sobre la contingencia política del país. Es decir, una mordaza equivalente a una censura previa a una ex Presidenta de la República que implementó las más variadas políticas públicas a favor de la infancia y, sin ir más lejos, el Pilar Solidario del sistema de pensiones, el que si no existiera, dejaría a muchos chilenos sin nada en su vejez.
Bachelet viene al país donde nació, donde fue jefa de Estado, donde su padre fue torturado hasta desfallecer en una celda de la ex Cárcel Pública, donde yacen además los restos de su madre que la acompañó durante toda su vida profesional y política.
Cabe recordar que Bachelet como representante de un organismo internacional de tanta trascendencia como es la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los DDHH, no ha perdido sus derechos políticos, algo que no pueden decir sujetos como el ex senador de la UDI Jaime Orpis quien deberá ir a la cárcel por sus enjuagues para entregar el mar chileno a siete familias o grupos económicos.
La ex Presidenta Michelle Bachelet en tanto sujeto político tiene todo el derecho y es más, el deber de hablar de lo que acontece en Chile, en su país, nuestro país. Porque su mirada puede entregar una perspectiva respecto de lo que significaría sacar a Chile del Consejo de DDHH de la ONU o denunciar el Convenio 169 de la OIT como dice el programa de Gobierno de José Antonio Kast, aunque después lo quiera desconocer ante la pregunta de los periodistas como lo hizo con la instalación de centrales termoeléctricas ante la consulta de Macarena Pizarro en el debate de Anatel.
Espero lo que tenga que decir Michelle Bachelet sobre lo que pasa en Chile en estos días donde se requieren certezas y voluntades para evitar el avance de ideas retrógradas que más que impulsar la paz y el orden incentivan el miedo y el oscurantismo medieval.