¡Cocaína en el Parlamento de su Majestad!
El escándalo sacude al palacio de Westminster donde el presidente de la Cámara de los Comunes, sir Lindsay Hole, anunció que se verá en la obligación de denunciar a la Policía metropolitana de Londres que se ha consumido cocaína en los baños del Parlamento. El asunto ha hecho enarcar las cejas de no pocas de sus señorías, después que el domingo pasado, el Sunday Times aireara el affaire. Su información se basaba en una investigación reciente, a partir de varias denuncias, sobre restos de cocaína encontrados nada menos que en once de los doce baños inspeccionados en la Cámara de los Comunes.
En su declaración, Sir Lindsay se mostró “profundamente consternado” por la revelación del consumo de cocaína en las instalaciones del Parlamento y comentó que después de considerarlo muco, concluyó que, pese a lo “embarazoso” de la situación, era su deber dar parte del hecho a la Policía.
No obstante, la vida está llena de ironías porque -también ayer- el Gobierno conservador de Boris Johnson había previsto presentar en los Comunes un paquete de medidas para la lucha contra el tráfico y consumo de drogas duras en el Reino Unido. El último informe estadístico oficial señala que entre marzo de 2019 y marzo de 2020 uno de cada diez británicos se drogó con cocaína.
Gran Bretaña posee una legislación muy severa no solo con la venta sino también con el consumo de coca, droga dura tipificada como del “tipo A” en su legislación, y aquellas y aquellos que la consumen con fines recreativos se arriesgan a ser condenados a pagar altas multas y penas que pueden llegar hasta los siete años de prisión efectiva. Por su parte, los traficantes se exponen a condenas que pueden llegar a cadena perpetua.
Entre otras medidas, el Gobierno de Johnson propone invertir 700 millones de libras esterlinas (unos 822 millones de euros) en combatir durante los próximos tres años el consumo del estupefaciente en el país. Un plan que pone el énfasis en recuperar a los adictos y en perseguir a las mafias de la distribución y venta, aunque se muestra conciliador con la dimensión estrictamente penal. Lo que no fue óbice para que el inefable Boris Johnson hiciera circular una fotografía suya vestido de policía junto a varios agentes del Cuerpo metropolitano de Liverpool, que en los últimos días se hizo viral en la red. El problema se agudiza cuando se trata de cuidar de la salud y el orden público en las calles, pero se convierte en una paradoja sibilina cuando se trata de las mismísimas instalaciones del Parlamento de Su Majestad. Además, según la información del Sunday Times, los responsables de las seguridad están considerando emplear perros adiestrados para detectar a los consumidores en el añoso edificio.
El escándalo actual podría afectar a parlamentarios de todas las corrientes y al abultado contingente de funcionarios y burócratas que anidan en el Parlamento británico, flemáticos ayudantes, pomposos secretarios y secretarias, trabajadores de todo orden, así como a periodistas, es decir, a todos aquellos que tienen acceso diario a la Cámara de los Comunes. Ello, pese a que desde la era victoriana, el acceso a los distintos habitáculos del palacio de Westminster está sujeto a un estricto protocolo clasista que estipula quién tiene derecho a ocupar qué estancia.
Así, el acceso a determinados baños es privilegio de determinados estamentos, lo que convierte la investigación en una tarea digna de Sherlock Holmes (si no fuera, claro, porque Conan Doyle quiso que su personaje fuera también cocainómano ocasional). Para convertir el caso en un asunto aún más embarazoso, varios diarios británicos relataron ayer que algunos de los trazos de la droga habían sido encontrados en un baño de Ladies cercano a la oficina del primer ministro. Otro de los baños con restos de cocaína se sitúa al lado del despacho de la ministra del Interior, Priti Patel.
Por estos días Boris Johnson está en medio de otro escándalo: la serie de parties celebradas por su equipo gubernamental en pleno confinamiento por el Covid, justo cuando algunos opositores le han recordado que él mismo confesó alguna vez que, en su lejana juventud, consumió marihuana y cocaína.
¿Podrá su Majestad, la Reina, soportar este nuevo escándalo en su Kingdom?