Los gobiernos de la federación rusa y de Estados Unidos están reunidos, en esta segunda semana de enero en Ginebra, Suiza, representados por Serguéi Riabkov – viceprimer ministro de relaciones exteriores de Rusia acompañado por el viceministro de Defensa ruso, Aleksandr Fomin. Y, la subsecretaria de Estado norteamericano, Wendy Sherman quien estuvo acompañada por el teniente general del Ejército de Estados Unidos y director de operaciones del Estado Mayor Conjunto, James J. Mingus. ¿Cómo denominar este encuentro?: ¿Interesante, clave para el futuro de Europa, fundamental para buscar solución a los roces que enfrentan ambos países?
La pequeña y rolliza Suiza, presentada mediáticamente como neutral, aséptica y acogedora de cuanta reunión internacional se da en los campos sanitarios, derechos humanos, política internacional, diplomacia de alto nivel, pero también de negociaciones más oscuras y secretas vinculadas a su experticia financiera, sirve de anfitriona para que Washington y Moscú vuelvan a intercambiar sus aprensiones, sus temores, sus amenazas y sus objetivos geopolíticos.
Me inclino por definir esta reunión como llamativa, más que histórica o fundamental o la madre de todas las reuniones, usando en ello los lugares comunes de los medios occidentales, pues se trata de un encuentro más, sin grandes luces destinado, una vez más, a mostrarse los dientes con funcionarios de segunda línea, que a solucionar los problemas de fondo. Una reunión que nos permitirá constatar dos elementos distintivos, pero no esenciales, en el actual tablero geopolítico mundial:
Primero, que uno de los temas centrales nos entrega una especie de racconto de enfrentamientos vividos en la época de la guerra fría, cuando además de la OTAN existía el llamado Pacto de Varsovia. Período en que temas como la estabilidad estratégica, basado en discusiones respecto al arsenal nuclear eran parte de la agenda entre ambas superpotencias. Ese recuerdo, junto a las garantías de seguridad exigidas por Rusia en este siglo XXI asimilan ambos periodos, es decir, Rusia advirtiendo a occidente “no te acerques a mi frontera occidental con tus armas ni me presiones cruzando mis líneas rojas, so pena de incrementar el número de tropas estacionadas en mi territorio y mis armas apuntando a quienes me apuntan”.
Hoy, esa garantía de seguridad tiene como centro el tema ucraniano, junto al papel provocador y atizador de ese conflicto regional, que ejecuta el gobierno presidido por el actor y comediante Volodímir Zelenski. Un mandatario belicista, que aviva el fuego de la guerra con relación al Donbass. Un mandatario ucraniano, con la creencia que su país es parte de un dominó estratégico de Estados Unidos y sus aliados. Un Zelenski, que en el gran escenario del mundo, está convencido que es superstar, la estrella principal, sin aceptar que es, simplemente, un tornillo más del engranaje de los intereses hegemónicos de Washington.
En segundo lugar, en este escenario sugerente, con vistas al hermoso lago de Ginebra, la reunión entre ambos países se da en territorio europeo, donde llamativamente se habla de Europa, se presentan opiniones y advertencias sobre la alianza político militar como es la OTAN – cuya sede central y mayor cantidad de efectivos militares está en Europa – Pero, esta Europa arrogante y con las ínfulas de un pasado imperial, aún presente en sus principales potencias, no está representado en la bilateral Estados Unidos – Rusia. Con ello queda en evidencia el escasísimo peso específico que este conglomerado de países, agrupado en la llamada Unión Europea, más Gran Bretaña, representan para la geopolítica estadounidense, sobre todo cuando se trata de hablar de seguridad global. Estados Unidos, Rusia, China representan la mesa principal, del cual caen migajas que son recogidas con avidez por una hambrienta Europa, deseosa de figuración y dejar de ser quien retira los platos una vez terminada la cena con los mencionados comensales.
Ni Estados Unidos ni Rusia han invitado a la mesa principal a los europeos. En el caso ruso, han decidido reunirse separadamente tanto con la OTAN, a través del Consejo Rusia-OTAN, como también con la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). En este encuentro ruso-estadounidense se constata que Europa no tiene boletos de palco de honor, sino de una galería, con los boletos más baratos a pesar de todo el porcentaje de su PIB gastado para mantener viva una OTAN controlada por Washington alejado de la mejor visión y sonido de esta representación ginebrina. Esto, por más que líderes políticos como Emmanuel Macron, presidente de Francia, tengan visiones globales y palabras altisonantes respecto al papel que puede desempeñar la Unión Europea cuando Rusia y Estados Unidos discuten. Sostiene Macron: “Toda la situación geopolítica de la región impone que Europa, a través de la Unión Europea, pueda proponer su visión, actuar y sentarse en la mesa con el conjunto de las partes”. Lamentablemente para este Macron, inmerso en las tensiones de la política local sufre un nuevo desprecio por parte del mismo país que optó por Gran Bretaña y Australia para llevar adelante la conformación del acuerdo militar AUKUS, que dejó a la industria militar francesa sin un contrato multimillonario para dotar de submarinos al país oceánico.
Ginebra deja al descubierto también, la tierna e ingenua idea de la presidenta de la Comisión Europea y ex ministra de Defensa de Alemania, Úrsula Von der Leyen, quien anhela un papel protagónico de su continente en el plano internacional, sin reconocer que más bien cumple el papel de mandadero que le ha asignado Washington. Afirma Von der Leyen “No habrá solución sin Europa; somos indispensables, somos una potencia geopolítica”. Una ex ministra alemana que bien sabe las presiones a las que es sometido su país por el tema del gasoducto Nord Stream, que han significado amenazas y chantajes de Washington, para cesar este proyecto conjunto entre la nación teutona y Rusia.
No Sra. Von der Leyen, ustedes como europeos en esta dinámica de confrontación entre Estados Unidos y Rusia no son indispensables, no son una potencia geopolítica por más parabienes y genuflexiones que le entreguen a Washington. Creo que alguien en la Unión Europea debe decirle a Macron y a la presidenta de la Comisión Europea, que son, simplemente, un plato acompañante y ejecutor de trabajos sucios en materia de desestabilización, agresión, sanciones e incluso invasiones cuando el patrón del mal lo ordena. Una Europa que parece no estar dispuesta al sacrificio en una guerra contra Rusia, para simplemente defender los intereses globales de su padre putativo norteamericano, pero tampoco capaces de defender su dignidad y soberanía frente a un Estados Unidos que los maltrata permanentemente.
Para los gobiernos de Vladimir Putin y Joe Biden, esta será una semana importante, en función de lo observado en los últimos meses, como se ha verificado con las amenazas de la OTAN y su punta de lanza en la frontera occidental rusa conformada por Ucrania, principalmente, pero también como espolones punzantes y molestos los gobiernos de Estonia, Lituania, Letonia y Polonia, deseosos de presentarse como alumnos aventajados en la presión contra Rusia. En el caso de Ucrania nos encontramos con un envalentonado Volodímir Zelensky, que ha prometido incluso “recuperar Crimea” al mismo tiempo que exige a la OTAN el envío de más tropas y garantías de seguridad frente a lo que considera una próxima invasión rusa a su territorio. Peticiones que implican también millonarios desembolsos en euros para que mantenga el fuego encendido y así dinamizar la industria militar, tanto de Washington como de las referenciales “democracias representativas” europeas como Francia, Gran Bretaña y Alemania.
Para Moscú, por su parte, no es aceptable el avance de la OTAN hacia su frontera occidental y frente a tal hecho Moscú decidió reforzar su distrito militar occidental, recordándole a Washington y sus socios europeos lo prometido desde el fin de la ex Unión Soviética: no incorporar ni a Georgia ni a Ucrania en la alianza noratlántica y menos concretar un muro militar amenazante desde el Báltico hasta Anatolia. Moscú exige garantías de seguridad, más allá de la idea de estabilidad estratégica. Occidente está negociando y confrontando a una nueva Rusia, fortalecida bajo los mandatos del líder político Vladimir Putin, que ha logrado elevar la autoestima rusa. Una Rusia, que nada tiene que ver con ese frágil país que quedó tras el derrumbe de la ex Unión Soviética bajo el gobierno de Mijaíl Gorbachov y menos aún con el débil Boris Yeltsin y su sometimiento a Washington a través del ex presidente Bill Clinton y su permisividad con el mundo oligarca ruso.
Ginebra en este inicio del año 2022, tres décadas desde que dejó de existir la ex URSS es centro de uno más de los pasos, que tanto Estados Unidos como la federación rusa están dando, para componer un nuevo escenario mundial, muy a pesar de Washington, renuente y hostil a dejar atrás el unilateralismo, el dominio hegemónico exclusivo y excluyente que ha tenido Washington en el marco del denominado Nuevo Orden Mundial post derrumbe del campo socialista. El encuentro de las cancillerías rusa y estadounidense en Ginebra es noticia en desarrollo, como se suele afirmar en jerga periodística y perfectamente al termino de esta semana de reuniones podamos tener una visión mucho más clara de lo discutido y lo resuelto, si ello ha sido posible o tendremos que conformarnos con sostener: nada nuevo bajo el sol.
Pablo Jofré Leal
Articulo Segundo Paso ConoSur
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