Palabras del conversatorio sobre violencia de género en la ciencia celebrado el día 30 de noviembre con motivo del mes en contra de la violencia a la mujer. La actividad contó con la presencia de destacadas científicas como Ana Luisa Muñoz, María Cecilia Hidalgo, Laura Pérez y María José Galotto. Todes les participantes habíamos visto el documental Picture a Scientist, que expone casos de violencia de género en acoso laboral y sexual vividos por tres mujeres científicas.
Soy Claudia Vargas Díaz, y quiero comenzar comentando que, en el imaginario colectivo, una persona de ciencia es un hombre con delantal blanco.
Cómo íbamos a imaginar que en el siglo XXI las científicas seríamos tratadas como cosas.
Como ocurre en el documental no nos tiran piedras, pero nos mortifican con las evaluaciones de nuestro desempeño, empujándonos colina abajo para dificultar nuestro ascenso, nuestra jerarquía académica. En el fondo, nuestro futuro y el de aquellos que nos acompañan, nuestros hijos, por ejemplo.
Tampoco tenemos los problemas renales de la colega, pero el Burnout nos saluda con cansancio estrictamente laboral fluctuando entre el agotamiento y la multitarea, ya que, para ellos, nunca es suficiente…
Incluso para titular este conversatorio recibimos sugerencias… o ¿coerción? Hubo formas de reprimir moralmente lo que sentimos y el sentido mismo de esta reunión: acoso a las mujeres en la academia: es violencia de género.
No compartimos los eufemismos que se intentaron poner a esta actividad, porque solo atentan contra nosotras, quienes vivimos esa violencia a diario en el plano laboral.
Si la frase violencia en la ciencia la hubiese dicho un hombre, sería aplaudido. Cuando la decimos nosotras: es intensa e histérica. Y nos piden cambiar a las palabras menos demostrativas, nos llaman y preguntan: ¿leíste bien lo que dice el correo?
La pregunta que nos permitimos formular es: ¿por qué invitar a las niñas a hacer ciencia sin reconocer a qué se están exponiendo cuando ingresan a la academia?
No reconocer esto, en nuestro propio espacio, es comenzar a hacer la zanja para esas niñas que desean crecer y avanzar en sus proyectos de vida, para que caigan en ella.
Cuando estamos inmersas en esa pesadilla diaria del acoso, perdemos tiempo importante para postular a proyectos, escribir artículos, experimentar en el laboratorio, ir a charlas… porque usamos nuestro valioso tiempo reclamando lo que es justo para nosotras y para todos. Escribiendo cartas para pedir unos mínimos. Y ¿qué recibimos a cambio? Que nos manden a servir el té a los colegas invitados de un proyecto de cooperación internacional conseguido por nosotras, que vayamos nosotras a comprar las bebidas de refrigerio de nuestra actividad científica, porque el jefe no puede pedir al personal de apoyo que nos ayude con eso. Para eso están las mujeres, como lo está la suegra, la mamá, la esposa y las hijas en sus casas.
Y a pesar de todo esfuerzo, nuestros temas de investigación son desvalorizados a través de reiteradas cartas que solo indican que para nosotras no alcanza el espacio, no alcanzan las gestiones, no alcanzan los premios….Pero resulta que para ellos si. Por ejemplo, dos oficinas, ayuda de las secretarias y de los conserjes, envío de correspondencia, etc.
Recuerdo una circunstancia en que un conserje sacó una exposición de estudiantes de una profesora porque Sir XY (Don XY), lo había ordenado. Lo dejaron todo tirado encima del escritorio de la profesora… Todo lo que hacemos, nos indican, en acciones, no tiene valor… Pero demuestran que sí lo tiene: si no, ¿por qué tienen que quitarlo?
Cuestionan nuestras competencias profesionales, demostrando con acciones que no somos uno de ellos. Quieren que seamos invisibles. El mensaje es claro: ¿qué estás haciendo aquí?
100 veces te niegan o hablan de nosotras como si fuéramos nada.
Por ejemplo, para divulgar la ciencia, la última tendencia (añeja ya en otros países): ellos nos ocultan, lo nuestro no vale. Solo son importantes sus campeonatos y festivales. Lo nuestro no. Y nos excluyen sistemáticamente a través de alianzas con otros y otras que se alinean para fomentar el menosprecio de nuestra labor.
Hay muchos personajes con nombre y apellido “David Marchant” en las universidades. Y como lo manifestaban las colegas del filme: las autoridades no hacen NADA.
Sin embargo, el trato desigual debe terminar. Por este motivo, para finalizar estas líneas quiero formular una invitación, y esta es a que conformemos un círculo de académicas CIMCIUSACH Circulo de mujeres científicas en la USACH para que hagamos resistencia contra quienes no satisfechos de ostentar el poder, nos dañan y se empeñan en hacernos pequeñas, pero en realidad, nos haremos mucho más grandes. Aumentaremos el radio del círculo, generando más conversatorios, más debate, formación sobre temas de género y protección de nuestro derecho a la igualdad de condiciones para investigar.
Claudia Vargas Díaz. USACH. RedI, Hay Mujeres