El 11 de marzo del 2022, se marca el fin de un gobierno que ha traído menoscabo y desolación. Hoy, también comienza un periodo de esperanza y construcción.
Padecimos un gobierno lejano, altanero, confuso, fulero y julero, tacaño con el pueblo, generoso con los empresarios, cómplice de violaciones a los derechos humanos, patrocinador de los criminales y sus faramallas, estratégicamente lastimero y embaucador, gris en los negocios, entre otros rasgos explicitados estos últimos cuatro años.
Esperamos que el gobierno de Sebastián Piñera y su administración simbolice el haber tocado el fondo, que nos obligue a dejar partir a ese Chile agónico y, con sus estertores, nos impulse a levantar al Chile que nace.
Disculpen mi entusiasmo, pero todo lo que viene debe ser mejor de lo que está, de lo ocurrido, de lo diseñado en el marco de una constitución ilegítima; todo lo que viene se puede construir desde la confianza de que “lo peor ya pasó” y la urgencia de que no podemos volver a lo peor.
Hay desafíos individuales y colectivos, hay preguntas necesarias que vale la pena hacerse: ¿Cómo nos desencerramos, cómo aprendemos a vincularnos de otro modo, cómo los conceptos amor, solidaridad, justicia, libertad, al menos, se logran esbozar en las políticas públicas que se implementen? ¡No hay tiempo para la inercia!
La Convención Constitucional es la expresión de una nueva cultura, la manifestación de una resistencia transversal que constata una composición cultural, de clase, valórica, que fricciona a la élite, que pone al centro el corazón de la democracia: dialogar, dialogar, dialogar, hasta que se articule una mayoría.
Iniciamos un gobierno armónico, no igual, a la diversidad que nos muestra la Convención Constitucional, pero en consonancia con la necesidad de cambiar “las reglas” de convivencia, con el albedrío de levantar un Chile que quiere entrar a ese “malogrado” desarrollo.
Por último, quisiera señalar que el presidente Gabriel Boric tiene algunas características que merecen ser valoradas y significadas: Ganó una primaria de partidos y movimientos de izquierda y fue el proceso más votado; es un mandatario que no está matrimoniado, es genuinamente un rockero, alejado de la “alta cultura”, un lector de poesía y desde hoy habitante del barrio Yungay. Todas y cada una son motivos para que el conservadurismo oblicuo sienta escozor; en contrario, todas y cada una son una motivación para habitar el nuevo Chile que encarna su figura.
Hoy, una mayoría encausa su voluntad y convencimiento de que al triunfo de este nuevo Chile podemos contribuir todas y todos, busca un lugar para participar de un proceso que comienza con una nueva constitución y se desarrolla en un gobierno, el primero de otros, que transformará la institucionalidad y sus políticas conforme al Chile que ya brotó.