Escribo con posterioridad al 8M con sentimientos encontrados. Por un lado, millones de personas, principalmente mujeres, se manifiestan públicamente para conmemorar el Dia de la Mujer y la reivindicación de sus derechos, mientras otra parte de la sociedad lo asume como un día de celebración, banalizando su contenido como reflejo de la cultura patriarcal.
Este año, el llamado que más me llamó la atención fue aquel meme viralizado que rezaba: “Pregúntale a un hombre cuál es su mayor temor sobre cumplir una condena en prisión e inevitablemente dirá que teme ser violado. ¿Qué podemos deducir del hecho de que la prisión sea para los hombres lo que la vida es para muchas mujeres?”. Una frase que a los hombres nos debe hacer pensar que nosotros gozamos de privilegios que habitualmente están invisibilizados.
El 8M está también marcado por micromachismos. Cito frases tomadas de un grupo de WhatsApp de compañeros y compañeras de ingeniería del que soy parte: “Un gran saludo para todas nuestras mujeres”, “Saludos a para todas las lindas y valiosas colegas”, “Sí, muy lindas y valiosas”, “Cariños a todas, flores para mis regalonas”, y múltiples envíos de flores virtuales.
Todos envían mensajes en la convicción de que hacen lo correcto, pero su lectura denota una mirada trastocada por una superficialidad que no logra entender la demanda feminista por derechos y no solo buenas intenciones. Muchos me dirán que me he puesto “tonto grave”, pero el lenguaje genera realidad y por ello la necesidad de no permanecer en silencio.
La publicidad de marcas en ocasión del 8M fijan una posición: mientras algunas campañas transmiten valores de empoderamiento de las mujeres, otras insisten en exponer estereotipos de belleza femenina que nada aportan a la causa de igualdad. Mejor sería que las empresas miraran hacia su interior y corrigieran sus políticas de género, como por ejemplo la desigualdad salarial y la protección ante el abuso y acoso laboral y sexual.
La mercantilización del 8M es también una amenaza de convertir este día de conmemoración en una fiesta del consumo como lo son el Día del niño, el Día de la madre o el Día del padre. El sistema económico tiene la enorme capacidad de banalizar las fechas para reflexionar y actuar en períodos de alto consumo y banalización de las causas.
Lamentablemente, en Chile el 8M coincide con el inicio del año escolar y el sistema educacional no le presta la necesaria atención a esta conmemoración, pero es en la educación donde no solo se debe reflexionar un día, sino que también debe estar presente todos los días del año el cambio cultural para la igualdad de género. El desafío está en que la educación sea feminista y un buen punto de partida son las diferencias en temores, anhelos, sueños y vivencias que tienen hombres y mujeres en sus vidas.
Finalizo esta reflexión con una mención a la presencia pública de mujeres en los espacios públicos en el 8M y la importancia para la formación de mujeres y hombres citando a un amigo, quien muy orgulloso me contó que su hija acompañó a su madre por primera vez a la calle en este día. El ejemplo y la acción son el mejor antídoto para la banalización del 8M.