Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 16 de abril de 2024


Escritorio

Columna del Director Patricio López P.
Miércoles 16 de marzo 2022 20:23 hrs.


Diálogo en la Araucanía: la elección del camino más difícil



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No podemos soslayar la complejidad y profundidad del conflicto en la Araucanía a la hora de ponderar el intento del Gobierno por torcer siglos de incomprensión, que se han agudizado en las últimas décadas. El cliché que la violencia genera más violencia entraña aquí una gran verdad: la militarización impulsada por los últimos gobiernos sumada a la acción depredadora de las forestales -hasta el punto que en la práctica los primeros han sido facilitadores de los segundos-, ha dado lugar a comunidades con demandas más exigentes (estas líneas pretenden evitar palabras como radicalizadas o extremas, porque implican una descalificación a priori).

El hecho es que en las últimas décadas el pueblo mapuche ha logrado recuperar su identidad y pasar en solo una generación de la vergüenza al orgullo, lo cual en parte se debe a la aparición de una intelectualidad que ha reivindicado la lengua, las tradiciones y la cosmovisión, al tiempo que ha dado fundamentos a conceptos como pueblo, nación y territorio.

A la hora del análisis de los hechos ocurridos en Temucuicui, no podemos olvidar las miles de banderas mapuche enarboladas durante el estallido social, muchas veces superiores en número a las chilenas. Ellas son una demostración, más o menos elaborada, que para una porción de los habitantes de este territorio esa bandera también representa una identidad. El gran dilema que enfrenta a las naciones sin territorio con las naciones con territorio, las primeras cronológicamente previas a las segundas, es si dos banderas pueden convivir en la identidad de una persona.

Una vez le preguntaron a Joan Manuel Serrat si se sentía más español o catalán y su respuesta fue yo soy más de lo que menos me dejen ser. En el caso de la Araucanía, es evidente que al pueblo mapuche se le ha negado su derecho a la identidad, hasta el punto que para un sector aquella se volvió incompatible con la chilena. Es por eso que la visita de una alta autoridad del Gobierno -en este caso la ministra Siches- puede llegar a ser interpretada como un acto agresivo, a pesar de que las intenciones sean exactamente las opuestas.

Ante este nivel de encono, el camino del diálogo se vuelve extremadamente difícil. Hay que revertir demasiado tiempo de incomprensión y desconfianza. La posibilidad de fracaso es además mucho más alta porque la otra opción -la más fácil, la elegida anteriormente: la militarización- no busca resolver el problema, entonces no corre riesgos. Ante esta encrucijada que es histórica, el gobierno entrante ha escogido el camino más complejo y se ha expuesto a las consecuencias que aquello puede tener. Se trata de una decisión que por de pronto demuestra coraje y que exige tanto a los oídos como a la lengua, porque un diálogo que se impone no es diálogo. Como sea, merece ser apoyada, especialmente cuando balazos de distinta índole se sientan con el derecho de imponer sus términos.

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