A más de 30 años de la caída del muro de Berlín, el fantasma de la Guerra Fría vuelve a remecer a Europa. Un nuevo conflicto bélico ha estallado en el continente luego de que Rusia iniciara una operación militar sobre territorio ucraniano el pasado 24 de febrero. El conflicto ha captado la atención de la sociedad internacional, llenando los titulares de grandes medios de prensa y con extensos especiales televisivos, pues una guerra en Europa resulta difícil de ignorar.
Respecto a esto, se ha podido apreciar que la reacción de la comunidad internacional ha sido mucho más categórica y solidaria que en enfrentamientos pasados, con fuertes sanciones económicas a Rusia, el amplio apoyo a los refugiados ucranianos y la extensa cobertura que se le ha entregado al mismo ¿Por qué Europa y Occidente no reaccionaron tan tajante y conjuntamente ante otros conflictos que también trajeron miseria a civiles? ¿Por qué se reciben de mejor forma a refugiados ucranianos que sirios o palestinos que también escapan de guerras en sus respectivos países?
Con tal de tener una visión completa del asunto, tenemos que remontarnos varios años en el pasado. Como se ha de saber, la caída y desintegración de la Unión Soviética en 1991 derivó en la aparición de nuevos Estados, los denominados países exsoviéticos, entre los cuales se encuentra Ucrania. Durante todo este tiempo, la nueva Federación Rusa no ha dejado de tener influencia sobre sus exrepúblicas soviéticas, pues sigue siendo una gran potencia, con un poderío político, económico y militar difícil de igualar en la región. Debido a lo anterior, el gigante euroasiático no ha tenido tapujos en expresar posiciones contrarias a las de Occidente, pues es consciente de su poderío dentro del escenario internacional (Telmán, 2009).
Los conflictos dentro del sistema internacional son complejos y difíciles de abordar, a partir de esta premisa, es importante entender que el actual conflicto desatado entre Rusia y Ucrania resulta ser mucho más profundo que el simple deseo de un gobernante autoritario de recuperar lo que algún día le perteneció. El papel de La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) -una alianza militar que data de la Guerra Fría compuesta por países aliados a Estados Unidos, cuyo principal objetivo es la defensa mutua entre los miembros- ha sido determinante en el conflicto actual, pues recientemente los intereses de Rusia y la OTAN han chocado debido a la disposición de la organización en integrar a países exsoviéticos. Una situación parecida sucede con la Unión Europea, pues Rusia se ha mostrado reticente a aceptar que países que pertenecían a su antigua esfera de influencia sean parte de ésta.
Como antecedente directo, en el año 2014 la Unión Europea dio luz verde para iniciar un acercamiento con Ucrania mediante un Acuerdo de Asociación que suponía la integración gradual del país al mercado de la Unión Europea (Bonet, 2014). La negativa del presidente Yanukóvich desató una revuelta -con una duración de 10 meses- por parte de un sector de la población ucraniana. Todo esto derivó en la huida del presidente Yanukóvich a Rusia y en el llamado a elecciones en las que resultó electo Poroshenko, que al contrario de su predecesor no seguía los lineamientos de Moscú. En el intertanto, Rusia aprovechó la inestabilidad de Kiev para anexar la península de Crimea mediante un plebiscito considerado ilegal (Bonet, 2014). En esa oportunidad, el conflicto se resolvió parcialmente mediante la firma de los tratados de Minsk entre Rusia, Ucrania, líderes separatistas y la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa), los cuáles fueron posteriormente avalados por una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Lister, 2022). Respecto a esta problemática, es importante considerar que en la población ucraniana es posible encontrar grupos nacionalistas europeístas y sectores separatistas que buscan anexarse a Rusia, este es el caso de Crimea y las regiones de Donetsk y Lugansk.
Volviendo a la situación actual, se puede decir que los tratados mencionados en el párrafo anterior, si bien supusieron un alto al fuego y una disminución de las tensiones, no lograron solucionar el conflicto en su totalidad, pues los enfrentamientos en las regiones del Donbás nunca cesaron por completo. En este contexto, las negociaciones llevadas a cabo por Ucrania y la OTAN para integrar al país a la organización tensionaron nuevamente las relaciones entre Rusia, Ucrania y Occidente, pues a Moscú claramente no le agrada la idea de tener frontera directa con la OTAN, considerando además el conflicto no resuelto en el este de Ucrania. Así fue como las tensiones llegaron a un clímax el pasado 24 de febrero cuando el presidente Putin anunció el inicio del movimiento de tropas rusas en dirección al territorio ucraniano.
Como se puede notar, el conflicto consta de muchas aristas complejas las cuales en su mayoría han sido omitidas o informadas parcialmente a través de los medios de comunicación. En este sentido, criticamos la simplificación de las causas y antecedentes del conflicto en la cobertura mediática, pues al tratarse de una situación en la que miles de familias ucranianas se han visto afectadas, creemos que se debe informar con el respeto y altura de miras que corresponden ante la gravedad de los hechos. Además, considerando la influencia que los medios de comunicación tienen sobre la población, pensamos que es importante que estos informen adecuadamente sobre todos los factores del conflicto y no sólo lo inmediato y sensacionalista.
Respecto a la respuesta europea y norteamericana, creemos que ha existido un abandono militar a Ucrania una vez iniciado el conflicto, pues son pocos los países que han enviado ayuda considerando la clara desventaja en la que se encuentra el ejército ucraniano, en este sentido iluminar monumentos europeos con los colores de la bandera ucraniana resulta realmente de escasa ayuda. Si bien el paquete de medidas económicas impuestas por la Unión Europa, Estados Unidos y otros países han sido categóricas y han impactado la economía rusa, estas no van a detener el conflicto por sí solas.
Adicionalmente, se puede notar un claro doble estándar en la respuesta de Europa ante la crisis ruso-ucraniana en comparación a pasadas crisis humanitarias correspondientes a países árabes y de Oriente Medio, como Siria, Irán, Palestina y Afganistán por mencionar algunos. En este sentido, se evidencia una mejor acogida a los refugiados ucranianos con medidas como la apertura de fronteras y el amplio apoyo mediático. Con respecto a esto, no podemos identificar si se debe a una simpatía racial o que, en este caso el antagonista corresponde a un país rival de Occidente. Se puede usar como punto de comparación el conflicto de décadas entre Palestina e Israel, en el que a pesar de existir violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, Occidente parece haber desarrollado cierta insensibilidad respecto a los civiles que llevan años luchando por sobrevivir a esta guerra. El caso de Israel no es condenado tan tajantemente pues esto conllevaría consecuencias económicas y políticas debido a las fuertes relaciones entre Israel y Estados Unidos. Respecto a esto, surge la siguiente inquietud ¿estamos en un mundo en el cual las vidas blancas y europeas tienen un mayor valor que las árabes o negras? ¿Se les da un mejor trato a los refugiados ucranianos por su origen racial y por las raíces políticas del conflicto? ¿Se le debe recordar a Europa que hace 5 años los niños sirios llegaban ahogados a las playas de Turquía? Creemos firmemente que el ayudar a un refugiado debe ser una acción libre de sesgos raciales, sociales y religiosos, que dificulten el restablecimiento de los desplazados en un nuevo país.
En definitiva, resulta importante recalcar que el conflicto actual es mucho más profundo y complejo de lo que se puede apreciar a simple vista, en este contexto cuestionamos y criticamos la simplificación de este en la cobertura mediática. De la misma forma, la situación actual nos obliga a comparar la reacción de la sociedad internacional ante crisis humanitarias similares e incluso mayores, cuyos refugiados no han corrido la misma suerte que los ucranianos, al encontrarse con poca ayuda disponible y un gran sesgo racial y religioso. Esto nos hace cuestionar la humanidad de la respuesta ante distintas crisis de desplazados por conflictos bélicos, pues al final del día todos los refugiados son seres humanos y merecen ayuda y respeto sin distinciones. Ante una situación de guerra, creemos importante ser conscientes de que nadie huye de su país por gusto, sino por necesidad.
Por Amanda Melis Soto, Martina Milic Sobarzo, estudiantes de tercer año de la carrera de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
Referencias
Bonet, P. (2014). Un seísmo con epicentro en el Maidán. Obtenido de El País: https://elpais.com/especiales/2014/resumen-anual/la-crisis-ucrania.html
Lister, T. (21 de febrero de 2022). ¿Qué son los acuerdos de Minsk? Esto es lo que debes saber. Obtenido de CNN Español: https://cnnespanol.cnn.com/2022/02/21/acuerdos-minsk-ucrania-rusia-trax/
Telmán, P. (2009). La actual política exterior de la Federación Rusa. Una mirada desde el realismo político. Revista Enfoques, 7(10), 269-292.