El agua es vital para la vida en el planeta y para el desarrollo humano. Es por eso que este 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua, haciendo un llamado a pensar sobre la brecha de acceso aún existente en ciertas localidades y comunidades, las cuales no cuentan con acceso a agua fresca, potable y segura para su subsistencia.
Si bien existen diversas fuentes de agua dulce, como en glaciares, lagos, ríos, humedales y napas subterráneas, estas representan aproximadamente 3% de toda el agua del planeta. Desafortunadamente, estas fuentes comparten una característica en común: se están agotando más rápido de lo que se están reponiendo. Esta problemática tiene diferentes causas pero consecuencias más bien similares, tanto para el planeta, los ecosistemas naturales y los sistemas humanos.
Entre las causas más comunes se encuentran la sobreexplotación del recurso debido a la alta demanda de agua por parte de poblaciones humanas, la contaminación de fuentes de agua fresca debido a actividades humanas y el cambio climático. La mayor proporción de la demanda de agua dulce proviene desde la agricultura y producción de alimentos, sectores que han sido severamente afectados por escasez hídrica en ciertas localidades, lo que a su vez, genera otros efectos en relación a inseguridad alimentaria para esas poblaciones.
En el caso del cambio climático, se producen diferentes círculos viciosos. La mayor temperatura de la atmósfera favorece el derretimiento de grandes capas de hielo y glaciares, agua que finalmente no es conservada a través de procesos naturales y parte de ella se mezcla con agua salada en el océano. Complementariamente, estos cuerpos de hielo más pequeños disminuyen la capacidad de reflejar radiación solar al espacio, lo que favorece más aún el calentamiento global y cambio climático. En relación a otras fuentes de agua, como reservorios y lagos, una mayor temperatura atmosférica favorece una evaporación más rápida, lo que conlleva a una disminución de estos niveles de agua dulce. Finalmente, el aumento del nivel del mar, debido al cambio climático asociado a actividades humanas, favorece la intrusión de agua salada en cuerpos de agua dulce, en especial en áreas de baja altura así como también en desembocaduras de ríos y napas subterráneas.
Por otra parte, las consecuencias de la escasez y estrés hídrico son amplias y afectan el equilibrio de los ecosistemas naturales de manera sistémica, lo que incluye sistemas humanos y el desarrollo de las poblaciones. En este contexto, el agua se transforma en un elemento insustituible, esencial y estratégico para la supervivencia del planeta y del ser humano teniendo como dimensión fundamental la salud y la posibilidad de prosperidad de una sociedad. Desde un punto de vista global, el acceso al agua para consumo y servicios de sanitización son esenciales para el desarrollo de la vida humana y hoy se encuentran profundamente amenazados.
Lo recién mencionado se evidencia a través de una falta global de acceso al agua que afecta a más de 900 millones de personas y otras 2,6 billones de personas no acceden a servicios de sanitización básicos para la supervivencia (WHO & UNICEF 2010). Este es un desafío global de políticas públicas que se ve amplificado por la presión que ejerce el cambio climático de manera estructural.
Esta presión impone dos desafíos fundamentales: El primero implica centrar los esfuerzos en crear mecanismos que permitan adaptarse a esta nueva realidad. Por otra parte, es necesario pensar una nueva y mejor comprensión de la gobernanza del agua entendida como los mecanismos, procesos e instituciones a través de las cuales los distintos actores de la sociedad (gobierno, sector privado, sociedad civil, ciudadanía) ejercen sus derechos y obligaciones.
La sociedad y los tomadores de decisión deben hacer frente a los desafíos a corto y largo plazo, con una mirada integral, sistémica y de salud planetaria. Esto implica voluntad política, técnica y ciudadana y una comunicación de riesgo efectiva que nos permita comprender la magnitud del problema, así como también pensar en las soluciones.
Ignacio Silva Santa Cruz académico del Programa de Salud Global de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.
Yasna Palmeiro Silva, University College London Institute of Global Health, Colaboradora Programa de Salud Global de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.