Inicio este comentario citando el siguiente tuit del diputado del Partido Republicano, Gonzalo de la Carrera, apoyando el quinto retiro de fondos de las AFPs: “Cuando se trata del interés general de la nación y de las personas, la derecha y la izquierda debemos dialogar para buscar los mejores acuerdos, en la medida de lo posible”. Este posteo de quien escribió diez de los veinte tuits anteriores contra la izquierda, además de otros contra el Gobierno y el pueblo mapuche, haciéndose fotografiar junto a la diputada Pamela Jiles, demuestra la deriva demagógica que ha tomado el debate sobre los retiros previsionales.
La pregunta que debemos hacernos es una: ¿Qué es lo mejor para los habitantes de nuestro país y especialmente para quienes lo han pasado más mal durante la pandemia? Lamentablemente, en los dos años que han transcurrido desde que el gobierno anterior llegara tarde con las ayudas sociales y el primer retiro pasara de lo imposible a ser realidad, no todas las respuestas a esta pregunta han sido honestas o consistentes. En la primera ocasión, había consenso de que era una mala política, pero a su vez el mal menor ante los padecimientos de la población. Eran los tiempos del detenimiento de parte importante de la actividad económica, de las pérdidas de empleos de jóvenes y mujeres de los sectores precarizados, tal como el del retorno de las ollas comunes y otras formas de solidaridad popular.
Falta de consistencia en la derecha, cuyos parlamentarios estaban llamados a defender a las AFPs que son el corazón del modelo económico, pero en buena proporción no lo hicieron. Y falta de consistencia en la izquierda, que al apoyar la idea que los fondos son de los individuos y no un derecho universal se pusieron en la vereda contraria de lo que han sostenido doctrinariamente. Paralelamente, algunos dirigentes que ocupan altos cargos de gobierno opinan hoy lo contrario que hace meses atrás, cuando eran parlamentarios, por lo que cualquier persona podría buscar publicaciones y señalar esta al menos aparente contradicción.
Un motivo que parecería razonable para cambiar de opinión, pero habría que explicitarlo, es que las condiciones desde el primer retiro y pasando por todos los demás han ido cambiando. No solo han evolucionado las condiciones sociales y macroeconómicas desde el inicio de la pandemia: además entremedio se ha implementado otras ayudas sociales y la cantidad de personas que podrían beneficiarse por los retiros ha disminuido, quedando fuera los trabajadores con menor capacidad de ahorro previsional.
Cuando nos preguntamos qué es lo mejor para los habitantes de nuestro país y especialmente para quienes lo han pasado más mal durante la pandemia, advertimos que están siendo los principales afectados por el aumento de la inflación, cuyas consecuencias no se deben totalmente pero sí en parte a los retiros. Y porque los esfuerzos se deben concentrar en quiénes más lo necesitan, cuyo grupo no coincide en buena parte con quienes podrían retirar esta vez. La mejor decisión será consecuencia de un debate serio e informado, y no del manoseo demagógico de algunos dirigentes que parecen más interesados en su propia popularidad que en el bien común.