Estamos en nuevo lunes que se parece mucho a los lunes anteriores. Pero no por lo mismo de siempre, sino porque a estas alturas podemos dar cuenta de un patrón que solo podría no ser visto por quien no quiere ver: la instalación cada fin de semana de una acción comunicacional dirigida a debilitar la credibilidad de la Convención. Se instala un concepto y acto seguido la mayoría de los medios -al menos los canales, los diarios y parte de las radios- terminan hablando de ello. Para no ir más atrás, hemos tenido fines de semanas marcados por la irrupción del grupo de los amarillos, otros por críticas a la decisión de la Convención del sistema político y, ahora, por la irrupción del expresidente Ricardo Lagos.
Esta última aparición viene a consolidar una articulación política y comunicacional crítica del órgano constituyente, bajo el argumento que sería la Convención, a pesar de los amplios quorums con los que ha aprobado los artículos, la sectaria, mientras habría un amplio sector transversal, que incluye a la derecha, al centro y a parte de la izquierda, que no se sentiría representada por lo que está decidiendo. Esto, a pesar de que como se sabe, estas fuerzas compitieron para que el pueblo les diera el mandato democrático de escribir la constitución y no les fue bien.
Sin obviar las críticas que se pueden y se deben hacer a la Convención, algunas más que justificadas, es evidente que éstas empezaron incluso antes de que asumiera sus funciones. Porque al final del día y, sin que se entienda por ningún motivo que estamos desdeñando la importancia de que las cosas se hagan bien, no es necesariamente la aspiración de la virtud la que mueve a los actores, sino que en buena parte es la defensa de intereses. Tampoco es cierto que toda diferencia de opinión implica la superioridad técnica de los detractores de la Convención. Son puntos de vista distintos, respetables en democracia. Porque, en resumen, la Constitución del 80 impuso un orden y la nueva necesariamente propondrá uno distinto.
Más allá de las opiniones y las suposiciones de porcentajes, no cabe duda que las fuerzas detractoras de la Convención están mejor articuladas que antes. Eso requiere una reflexión y acción política de las fuerzas del Apruebo. Entre los asuntos que eventualmente se podrían considerar están los siguientes: primero, salir no solamente a defender la importancia de las cosas ciertas (varias de las cuáles evidentemente van en favor del bien común), sino también a confrontar las mentiras, puesto que, como señala una encuesta de Datavoz, más de la mitad de quienes se informan en redes sociales sobre la Convención Constitucional ha recibido información falsa. Segundo, convencer a la ciudadanía, tal como se hizo durante el estallido social, que no estamos hablando de cosas tan elevadas, puesto que de lo que se trata es que la nueva carta fundamental contribuya a hacer mejor la vida cotidiana. Y, tercero, cautelar los principios generales que suponen un cambio para bien respecto a la constitución de 1980, más que desgastarse en pronunciamientos muy específicos.
Ya que los lunes se han vuelto parecidos hasta ahora, es de sentido común que serán siéndolo hasta el 4 de septiembre. Es por eso que se hace especialmente necesario complejizar el debate y alejar la mentira de la verdad.