Pablo Christiny
Director Ejecutivo Fundación Nativo Digital
Se va abril, y con él, el mes de la Convivencia Escolar, instancia establecida por el Ministerio de Educación para tomar conciencia sobre la relevancia de establecer relaciones y vínculos nutritivos entre todos los actores de las comunidades educativas.
Si bien antaño hablar de convivencia escolar podía reducirse a lo que sucedía en los espacios físicos de un establecimiento educativo, hoy la realidad es otra: la tecnología ha ampliado los márgenes del ecosistema en el que las y los estudiantes se relacionan, incorporando el mundo online como un nuevo territorio.
La pandemia puso en evidencia y aceleró un proceso de transformación digital en la educación, que veníamos experimentando lentamente en las últimas décadas. Pasar del trabajo presencial a las clases en línea afectó las dinámicas y metodologías de docentes, y las relaciones entre los diferentes actores de las comunidades educativas. De un momento a otro, niños, niñas y jóvenes comenzaron a relacionarse, casi exclusivamente, de forma virtual, concentrando la socialización en el espacio digital. De ahí la urgencia de prestar atención y reflexionar sobre lo que hoy sucede en el ecosistema digital, cuando hablamos de Convivencia Escolar, pues la realidad indica que hoy la interacción entre estudiantes tiene lugar en ambos espacios de forma simultánea.
De acuerdo con cifras del MINEDUC, pese a que en 2020 las denuncias por maltrato físico entre estudiantes disminuyeron con respecto a 2019, las de ciberacoso aumentaron su proporción. Así, si en 2019, 14 de cada 100 denuncias de maltrato entre estudiantes correspondían a ciberacoso, en 2020 este número aumentó a 26 de cada 100.
A dos años de la pandemia, la situación es aún más preocupante. La vuelta a la presencialidad ha demostrado que las dinámicas del mundo “real” se replican en el ecosistema digital, y viceversa. Así, en los primeros meses de clases presenciales de este nuevo año, ya hemos podido ver casos delicados de bullying y ciberbullying: la difusión de material no consentido por parte de estudiantes de liceos de providencia; la denuncia de una madre cuyo hijo de nueve años fue amarrado y le arrancaron las pestañas en Valparaíso, entre otros.
De acuerdo a la medición “Convivencia Escolar Digital en la Educación Pública”, realizado por Fundación Nativo Digital (2019-2020), un 87% de jóvenes entre 12 y 17 años, declara que ha sido víctima de algún tipo de acoso digital, mientras que un 95% afirma haber sido testigo de acciones de acoso en el espacio online, y la cifra más preocupante es que un 26% de los jóvenes confiesa que ha realizado ciberacoso.
Esto plantea un gran desafío para todos quienes trabajamos en el área de la educación, y también supone un dilema: somos los migrantes digitales (adultos que nos hemos debido familiarizar con las nuevas tecnologías a lo largo de nuestras vidas) quienes debemos guiar y mediar la relación de los nativos digitales (niños, niñas y jóvenes que han crecido inmersos en las tecnologías).
El ciberacoso en contextos educativos se debe abordar transversalmente, logrando que todos los actores -estudiantes, educadores y familias- tengan la capacidad de intervenir de forma activa y oportuna en situaciones de acoso. Para ello es fundamental el desarrollo y la implementación de planes preventivos y de formación para toda la comunidad educativa. Enfrentamos un nuevo paradigma de interacciones y es imperativo avanzar hacia la conformación de mentores digitales en los espacios educativos, para comprender cómo operan las lógicas de socialización en este espacio, cuáles son los riesgos a los que están expuestos niños y niñas, y contar con herramientas suficientes para apoyar, contener y reparar, en casos como los evidenciados en este retorno a clases 2022.