Cuando se piensa en mejorar la convivencia escolar se tiende a buscar respuesta en grandes recetas idealmente extraídas de alguna experiencia nórdica o del “primer mundo”. Si bien observar experiencias exitosas se puede considerar una práctica necesaria, como Fundación Semilla tras 17 años de trabajo en comunidades educativas y trabajo con jóvenes en distintos territorios, nos hemos dado cuenta que una de las claves está en poner atención a los “pequeños hábitos” (tiny habits), que no son otra cosa que aquellas conductas que están a la base de cómo se relacionan o tratan diferentes grupos de personas.
Como ejemplo tomemos algo muy cotidiano, casi invisible pero tremendamente importante. El saludo diario. En cada casa-hogar, una familia se saluda de una forma especial cada día, algunas familias se saludan de beso, algunos se abrazan, otros se dicen buen día, otros se hacen un gesto. Esa misma dinámica social ocurre también en las comunidades educativas. Para ejemplificar más claramente, nos hemos encontrado con distintas aplicaciones de este hábito en comunidades educativas diferentes. Así, en algunas el director recibe a cada día a los y las estudiantes al ingreso saludándoles por su nombre y con un comentario positivo sobre su aspecto, o alguna conversación que quedó a medio camino, o respecto a alguna situación ocurrida con anterioridad, o simplemente para desearles una buena jornada. En otras comunidades, al ingreso las y los estudiantes eran recibidos por el equipo directivo con un “buenos días, señorita” dirigido a niñas y jóvenes formadas a ambos costados del ingreso, señalando cada elemento que está fuera de “reglamento” en la apariencia y requisando aquellos elementos considerados como “indeseables”.
Ambas realidades constituyen un hábito que, para bien o mal, establece un punto de partida para las relaciones de las y los actores al interior de las comunidades educativas y que habilita para la promoción de modos de convivir más profundos como el trato respetuoso, las relaciones inclusivas, la participación democrática y colaborativa, así como la resolución de los conflictos de manera pacífica y dialogada.
Para lograrlo es fundamental que las comunidades educativas cuenten con procedimientos y herramientas pedagógicas propias orientadas a la promoción y desarrollo de “pequeños hábitos” en un marco de participación real por parte de quienes las integran, de modo que cada elemento que construyan, cada acuerdo, cada nueva interacción, sea reflejo de la identidad colectiva.
Para Fundación Semilla la participación es la nueva convivencia. Pero no se trata de cualquier tipo de participación, sino que una participación efectiva, vinculante, democrática y colaborativa. Para mejorar la convivencia es necesario empezar realizando cambios que partan desde lo más cotidiano y lo más básico. Y esto debería ocurrir desde la primera interacción del día, materializándose en los más pequeños hábitos.
Matías Nieto
Director Ejecutivo
Fundación Semilla
Miembro del Consejo Asesor para la Convivencia Escolar del Ministerio de Educación