Mientras el excandidato presidencial José Antonio Kast, parlamentarios del Partido Republicano y también de Chile Vamos hacían apología del golpe militar de 1973, un periodista en la televisión increpaba al presidente de la República por participar de los actos conmemorativos con el argumento de que “el presente es mucho más importante”. Más tarde, una conductora de la pantalla chica expresaba su hastío al decir “Allende y Pinochet me tienen hasta más arriba de la coronilla”.
En el plano de la política se demuestra, en primer lugar, el grave peligro para la democracia que supuso, supone y supondrá que sectores como los representados por Kast puedan llegar a la presidencia. Al mismo tiempo, que el pinochetismo no ha sido extirpado de la derecha chilena y que sigue ahí, agazapado, esperando para aparecer en circunstancias como éstas.
Para quienes piensen que lo crucial que está en juego con estos dichos son meras opiniones o diferencias políticas, baste recordar que: la dictadura de Pinochet atentó contra un gobierno legalmente constituido y bombardeó el palacio presidencial; asesinó e hizo desaparecer a miles de personas; incurrió en métodos de tortura como corriente en los genitales, inmersión, introducción de ratones en la vagina y palos de escoba en el recto, entre otros; asesinó a destacadas personas de la vida nacional como Víctor Jara, Carlos Lorca, Jorge Peña Hen, Carlos Prats, Orlando Letelier, Tucapel Jiménez, muy probablemente a Pablo Neruda y Eduardo Frei, entre muchos otros; exilió a cientos de miles de personas hasta convertirse en la mayor migración que haya conocido Chile; y fue el gobierno más corrupto de la Historia, enriqueciendo al dictador, a su entorno e incurriendo en actos tan groseros como regalar a los familiares empresas del Estado y espacios públicos como la Plaza de Armas de Paine, que le pertenecía a Cema Chile y no a la Municipalidad.
Así las cosas, es bien difícil concebir que personas con acceso masivo a micrófonos y cámaras digan que “el presente es mucho más importante” o que “Allende y Pinochet me tienen hasta más arriba de la coronilla”. Esto no solo no es sancionado por los dueños de los medios, al menos el de uno de los citados, sino que es, por el contrario, alentado y probablemente ordenado. Es, además, extraño, que un país donde en señal de respeto dejamos de trabajar por el nacimiento y muerte de Jesús, que según los creyentes ocurrió hace más de 2 mil años, por la primera junta de gobierno de 1810 o por el Combate Naval de Iquique de 1879, no deba sin embargo recordar algo que ocurrió hace 49 años y que sigue teniendo evidentes consecuencias en el Chile actual.
La mala noticia para las pretensiones amnésicas es que el golpe militar de 1973 no solo es parte de la memoria histórica del país, sino también del mundo. Este día es recordado cada año en todos los continentes y hasta lo rememoran los jóvenes que no habían nacido para entonces. Está en las artes plásticas, en la música y en los espacios públicos de muchos lugares del mundo. Todo aquello da sentido al mensaje escrito en el Estadio Nacional: “un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”.