Por Luis Méndez, corresponsal de RFI en Madrid
La tasa de inflación que alcanzó en España casi el 9% en el mes de septiembre ha disparado el precio de la mayoría de los alimentos, lo que sumado a la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania está incrementando de forma alarmante las llamadas colas del hambre que se forman en las despensas solidarias de muchas ciudades ibéricas a fin de que las personas más vulnerables puedan cubrir parte de sus necesidades.
Estos centros asistenciales se hallan a cargo de ONGs y redes vecinales que recopilan y entregan gratuitamente los alimentos y otros productos básicos a fin de paliar en la medida de lo posible algunas de las carencias de los que están siendo desbordados por la crisis.
La inflación que ha elevado el precio de los alimentos y el alza desmedida de las tarifas del gas y la electricidad, no solo han agravado la situación de las personas que ya vivían bajo mínimos, sino que también están empobreciendo a familias que hasta la llegada de la crisis contaban con recursos suficientes y que ahora se ven obligadas a acudir a las entidades sociales para poder subsistir.
Fundación Madrina, que realiza distintas labores sociales a favor de la población más vulnerable desde el año 2000, gestiona una de las grandes despensas solidarias que existen en Madrid. Su objetivo: aliviar el desamparo que embarga a muchas familias residentes en la capital española y atender las necesidades básicas de madres, gestantes y niños. Para ello, y con la ayuda de voluntarios, distribuyen gratuitamente alimentos tres días por semana, incluidos los que requieren los bebés. La mayoría de los que solicitan esta ayuda son migrantes, sobre todo latinoamericanos.
“Desde mi embarazo me quedé sin empleo, ya que me corrieron prácticamente del trabajo. Solo mi pareja está trabajando y tenemos dos menores en casa, mi bebé de 2 meses y él que tiene un menor de 10 años. Lamentablemente ahorita estamos debiendo dos meses de recibos de la luz y el gas que nos están saliendo súper altos. Los vamos pagando como podemos, un mes sí y un mes no. Estuvimos un mes que prácticamente no podíamos comprar nada; gracias a la fundación es que estamos teniendo alguna ayuda”, señala Keila, oriunda de Honduras, quien trabajaba como camarera antes de quedar desempleada.
“Yo ahora no trabajo. Tenemos dos hijos, una niña de 6 años y un niño de10. Además, mi marido no tiene un buen trabajo. Con la subida de precios todo está muy caro y es muy difícil no solo comprar los alimentos, sino pagar la habitación, la luz, el gas y lo que necesitan los niños. Por eso estoy aquí”, comenta Cristina, originaria de Ucrania, luego de manifestar su deseo de regresar a su país cuando acabe la guerra, sobre todo por la complicada situación que enfrentan en España a donde llegaron como refugiados.
“Se han incrementado muchos los costos, sobre todo en comida y servicios que están por las nubes. En casa el único que trabaja es mi esposo y no nos llega. Tenemos un bebé pequeño, pero tampoco podemos costear la guardería por lo que no puedo trabajar en comportamiento animal que es a lo que me dedico. Si no fuera por estas ayudas, como pañales y otras cosas que necesita el bebé, estaríamos mucho peor”, asegura por su parte la colombiana Laura, mientras espera con su niño a que abra la despensa solidaria.
Comer o pagar el alquiler
“Desgraciadamente, la demanda de alimentos está subiendo. Ha habido muchos negocios que han cerrado, el empleo es precario, las familias ya no pueden soportar un solo empleo y tienen que decidir entre comer o pagar el precio de los alquileres; además, está subiendo muchísimo el precio de los alimentos. Muchas familias que salieron de las colas del hambre para poder trabajar y pudieron sobrevivir un poco, nos llaman ahora para pedir de nuevo volver porque no pueden pagar el precio de los alimentos. Esta es una ciudad muy desfavorecida para la población más vulnerable, sobre todo si tienes niños”, indica Conrado Giménez Agrela, fundador y presidente de la Fundación Madrina, quien expresa su temor de que la situación se agrave con la llegada del frío.
“Estamos viendo cada día más pobreza y yo creo que es la punta del iceberg de lo que se avecina en este invierno. Estamos padeciendo un desabastecimiento de alimentos severo, no estamos dando lo suficiente para la alimentación materno infantil que es sobre todo a lo que nos dedicamos y que son productos especialmente caros, por lo que una familia vulnerable no puede cubrirlos. Hay cada vez más familias que no pueden aguantar ni soportar el aumento del precio de la energía, de los alimentos y de los alquileres”, concluye el presidente de la fundación.
Las ayudas también son para el material escolar
Más de 13 millones de personas, casi el 30% de la población española, se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social en 2021, lo que indica una tendencia ascendente que se ha visto reforzada como consecuencia de la pandemia y la actual crisis económica.
El último informe del Congreso por La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, prevé que a finales de 2022 unas 380 mil nuevas personas en España verán comprometida su economía doméstica.