La conmemoración de los cincuenta años del Golpe de Estado es una oportunidad para crear y participar de memorias colectivas que darán cuenta de procesos sociales, sus principales exponentes, sus marcos y los relevamientos que se hicieron desde el poder y la coyuntura política que se vivía durante el periodo.
La conmemoración de los cincuenta años es recordar las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, la restricción de las libertades individuales y colectivas, un modelo económico neoliberal, la privatización de empresas para dejar al Estado en un rol subsidiario, la precariedad de las condiciones de los trabajadores, la instalación fraudulenta de una Constitución, entre otras medidas que proyectaban la permanencia de los militares en el poder.
En ese marco, creo importante planificar actividades conmemorativas que pongan al centro el significado de esta ruptura democrática, los costos humanos, la fragilidad de las condiciones de vida, el miedo, el atropello y el engaño, presente en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad.
Querer darle transversalidad política a la conmemoración es un esfuerzo que no tendrá frutos, es la reiteración del intento por “higienizar” una tragedia que no ha tenido una resolución justa; en Chile, ha sido mínima la cuota de verdad, justicia y reparación, en materia de derechos humanos, y mucho menos el compromiso y esfuerzo por no repetir los trágicos hechos. Y esta situación tiene responsabilidades que la derecha política no puede eludir, sin antes, condenar sin reparos a la dictadura.
Recordar los cincuenta años del golpe cívico militar es un ejercicio doloroso que volverá a dividirnos, pues todavía existen personas que justifican la muerte y el asesinato como mecanismos legítimos para construir un proyecto político.
La conmemoración debiese permitirnos otorgar voz a las agrupaciones de defensa de los derechos humanos y a toda persona que ha hecho de su vida un marco conductual ético, en función de darle dignidad y reconocimiento a las victimas de las violaciones a los derechos humanos.
2023: Memorias y futuro
Desde el retorno a la democracia, ningún gobierno había definido como domicilio la izquierda sin anteceder la palabra centro; desde 2022, Chile tiene una administración gubernamental que se propone ser transformadora, habilita la figura de Salvador Allende y mantiene distancia de la generación de sus abuelas/os: aquella que con entusiasmo levantó las banderas de la Unidad Popular.
Gobierna una coalición conducida por un presidente que nació en las postrimerías de la dictadura, cuya referencia del pasado es la instalación de una institucionalidad jurídica neoliberal, un modelo económico extractivista, las violaciones a los derechos fundamentales de las personas, entre otras características que ubican al gobierno actual como “el contrario” a un orden que se extendió por más tiempo que la duración formal de la dictadura cívico militar.
El gobierno tiene la oportunidad de conmemorar los cincuenta años del golpe cívico militar, asumiendo el proceso de la Unidad Popular como un periodo de la historia de Chile en disputa, reflexionando sobre su impronta transformadora y proyectándola a los cambios que se requieren en el Chile de hoy.
Desde el gobierno se debiese organizar una conmemoración amplia, unitaria, con un itinerario del futuro inmediato.
Es una oportunidad para relevar de manera transversal el valor de la democracia y a actores y actrices que han ocupado un segundo plano en las memorias colectivas puestas en circulación, y que hoy requieren de mayor conocimiento y valoración pública: las mujeres, los pueblos originarios y las/os pobladoras/es, entre otras/os.
A modo de propuesta, el gobierno podría poner énfasis en:
- Revalorizar la ciudad, los espacios urbanos, como mapas de las memorias que dan cuenta del paso del tiempo, resabios de marcas y rutas que dan prioridad a las memorias colectivas y otorgan un valor íntimo a las memorias individuales. Especial atención debiesen tener los sitios de memoria, pues presupone tematizar la detención ilegal, la tortura y el exterminio y releva a las víctimas.
- Trabajar con los canales de televisión, especialmente TVN. Aprovechar su condición de canal del Estado cuya misión es promover la reflexión de las personas y desestructurar las ideas preconcebidas y hegemónicas.
- Sumar al sistema escolar, ya que entrega conocimientos alfabetizadores, contenidos disciplinares y normas conductuales acompañadas de un sentido ético y moral. La escuela tiene la posición de presentar las diferentes visiones interpretativas del quiebre democrático, enmarcándolo en el estricto apego a la defensa de los derechos humanos y la condena a quienes por acción u omisión participaron de su vulneración.
Para los cincuenta años, se espera un relato que ponga en el centro del proceso a las víctimas -sus fortalezas, contexto, enseñanzas y desafíos- y que destaque el acontecimiento como una tragedia que se expresa de infinitas formas e insospechado y permanente desarrollo.