Como era de esperar, la acción mediática de las “narco-casas” ha terminado en un show donde se ha tratado de señalar al Gobierno como un antagonista del alcalde de La Florida, Rodolfo Carter. Este enfrentamiento fabricado cumple con el propósito de impulsar la candidatura presidencial del edil, para lo cual el combate al narcotráfico es un instrumento. Legítimo, pero instrumento al fin.
De este modo se perpetúa la incapacidad de las dirigencias políticas de abordar seriamente el problema y de explicar a la ciudadanía la complejidad y el tipo de esfuerzos que requiere. Lo que no llega nunca es lo que hemos llamado la necesidad de un acuerdo transversal para una política de Estado. Porque, disculpándonos por echar a perder la fiesta y romper la ilusión de las soluciones mágicas, demoler narco-casas no ayuda en nada al combate al crimen organizado ni al narco. Es un acto de campaña, solo eso.
Cosa distinta es que nos preguntemos cómo el Estado está presente o ha dejado de estar presente en el territorio. El Narco siempre se asienta donde no hay Estado. Pera esta afirmación no remite solamente a carros policiales y comisarías. El Estado es ordenamiento territorial para barrios confortables, salud y educación de calidad, áreas verdes, adecuado transporte público y muchos otros, entre los cuales el factor policial es uno más e importante, pero bajo ninguna circunstancia el único.
Es ilusorio pretender que el crimen organizado se resolverá sin abordar complejamente sus aristas. Para eso se necesita la concurrencia patriótica de todas las fuerzas políticas. Patriotismo en este caso no quiere decir abrazar la bandera y odiar a los extranjeros. Quiere decir apelar a toda la capacidad y la generosidad, resistirse a la tentación de obtener réditos políticos para disponerse a las reformas profundas que algunas áreas del Estado requieren de modo poder enfrentar mejor estos problemas.
En resumen, no deberíamos estar hablando de narco-casas. Deberíamos estar hablando de la reforma a las policías y a los servicios de inteligencia, del fortalecimiento de Aduanas, de la transparencia y el control bancarios, de políticas de vivienda y urbanismo, entre otras. Si es que queremos combatir efectivamente a la delincuencia y no simplemente hacer un show.
En ese contexto, resulta inaceptable que Carabineros disponga de la cantidad de contingente apreciada en la última demolición para ponerse al servicio de la campaña presidencial de un alcalde. Pero hemos visto como su director general ha devenido en un intocable, respecto al cual ya nadie pide explicaciones por las violaciones a los derechos humanos ocurridos en los últimos años y que incluso se permite no ir a declarar a cinco citaciones judiciales, acto de desacato que a alguien como usted o yo no le sería permitido.
Misma cosa para la cadena nacional y para las horas dedicadas por los canales a levantar acríticamente estas acciones. Todo el show, nada de contenidos. Todos los micrófonos y cámaras a la parafernalia, ninguno a los expertos. Lamentablemente un periodismo mal concebido es altamente responsable del bajísimo nivel del debate público sobre un asunto tan relevante.