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Año XVI, 16 de julio de 2024


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Yeguas locas sueltas desde el 73

Columna de opinión por Cristian A. Aravena y César Cisternas Valdés.
Viernes 21 de abril 2023 14:01 hrs.


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Por Cristian A. Aravena y César Cisternas Valdés.
Guerrilla Marika.

Esta reflexión dialogada surge desde el interior de la Guerrilla Marika, a partir de la conmemoración de los 50 años de la primera marcha cola mediatizada en prensa chilena, el 22 de abril de 1973. Ocurrió en un contexto político social particular, en pleno gobierno de la Unidad Popular, meses antes de que nos sacaran el maquillaje a fusilazos.

Cristian A. Aravena, investigador y dramaturgo, (Hala Montada en Guerrilla Marika) y César Cisternas, bailarín y performer, más conocido como La Mamita Grande, cabeza creativa de la Guerrilla Marika, dialogan en torno a qué implicancias tuvo aquel hito histórico travesti y cómo esta comparsa y banda marica combativa se reconocen en torno a las disputas por la sexualidad, la vida, el género y los deseos.

Lo primero que nos llama mucho la atención es que este hito de las locas del 73 está protagonizado por travestis proletarias, que eran perseguidas por la policía, arrestadas y maltratadas, casi torturadas nos atreveríamos a decir. La Raquel, una de las participantes de la marcha cuenta: “La Primera Comisaría de Santo Domingo era como un hotel para nosotras. Ahí nos pegaban y nos rapaban al cero. Y eso era lo que más dolía. Después, a una le daba vergüenza mirarse al espejo y los clientes no te daban ni la hora” (Tomás Herrera, El mostrador). Creemos que La Historia en mayúsculas, esa de los hombres héroes y héteros acostumbra a silenciar este tipo de vivencias de sectores más fragilizados dentro de los marginados.  El lugar al que se nos relegaba (y aún ocurre) es al de la crónica roja y morbosa. Para muestra un botón (de rosa) el titular de prensa del periódico Puro Chile posterior a la marcha de abril del 73 decía que los homosexuales “todos bastante cargados al rasquerío, y a la falta de jabón, se pasearon por la céntrica plaza ante las miradas de asombro y de sorpresa del público”. Nosotras como Guerrilla Marika y su Banda Exuberante reivindicamos hoy en día ese lugar de enunciación. Nos gusta que esta convocatoria sea un hito de lo marica y que venga del rasquerío y no del stablishment del arcoíris del “pride”. En ese titular hay un desprecio de clase explícito contra las travestis pobres, rascas. Como Guerrilla y Banda nosotras decidimos levantarnos desde este lugar de marginación, en términos ideológicos, estéticos y sensibles. Nos reconocemos rascas, fuera de los lugares hegemónicos, sanitizados y bellos para el poder. A nosotras nos gusta salirnos de las céntricas plazas para irnos a las calles de las poblaciones y a las plazas de la periferia, y a veces dejamos todo pasado a jabón como venganza.

Creemos que hay un lugar de clase por el cual tomamos posición hacia y con los sectores populares a donde dirigimos nuestro accionar. Pero esto tampoco es tan sin conflictos, porque si bien nos reconocemos (como plantea el zapatismo) hacia abajo y a la izquierda, sabemos que habitamos lugares de borde, de limen y diferencia dentro de estos sectores, que también históricamente nos han señalado y perseguido. Los ideales de revolución que han existido para las izquierdas latinoamericanas no nos han contenido. Si bien nos reconocemos desde este lugar de clase, el género y sus manifestaciones no siguen separando. Somos una mezcla rasca como la historia misma de este país y supuesto desarrollo Jaguar, de nuestra supuesta diferencia con el resto del continente. Somos un kiltraje honesto de wevás.

La Guerrilla y su banda surgen luego del estallido social y sus referentes estéticos responden a la mezcla, al kiltraje entre lo andino y lo disidente, entre la barricada y lo trans. Para nosotras, por ejemplo, la toma de espacios públicos se da entre una fusión de lo lésbico, con los ritmos andinos que tocan “Toda la noche” de Super Nova en el chisme 2 (los chismes son los dos “montajes” que tiene la Guerrilla y su banda); o con la marcha travesti andino que se baila con Desátame de Mónica Naranjo.

Como decía nuestro manifiesto de hace un par de años atrás somos un asumido carnaval amarrado con scotch pobre, para no venderle el poto gastado a la transnacional gay friendly. Lo feo, lo precario, lo periférico más allá de una estetización es una decisión política que hace referencia directa a de donde venimos y hacia donde queremos dirigir nuestros esfuerzos travestis rascas.  A nosotras nos une la rareza, la marginalidad, lo monstruoso como diría Susy Shock. Por su puesto que hay límites que deben moverse, barreras desde el lugar de la política que aún nos ahorcan y promueven la precarización de nuestras vidas. La manifestación de las yeguas sueltas del 73, es un reto a las políticas de izquierdas contemporáneas, que entre tanta faramalla, se pierde intentando tapar errores. El periódico de izquierda el Clarín escribió esto después de la marcha del 73: “Entre otras cosas, los homosexuales quieren que se legisle para que puedan casarse y hacer las mil y una sin persecución policial. La que se armaría. Con razón un viejo propuso rociarlos con parafina y tirarles un fósforo encendido”. Eso que propuso ese viejo en el 73, le pasó hace poco más de un año a una compañera trans, a otra la dejaron ciega a puros golpes y puñaladas y hace unos días atrás acaban de patear en la calle a un transmasculino y así suma y siguen los ataques. Pareciera que esa parafina que nos deseaba ese señor del 73 nos sigue persiguiendo y a nadie más que a nosotras le importa.

Por supuesto que queremos una salud trans para chile y unas políticas públicas en torno a la educación sexual; pero también queremos que este mundo que conocemos arda y de las cenizas surja otro mundo en el baile, en poner el cuerpo y el goce en las calles. Queremos que todo sea más fleto, más trans, más deseante. Igual nosotres/nosotras somos súper diversas, y en ningún caso somos un partido o una célula de algo.

¿Me explico? ¿Nos explicamos?

Bueno, si no, no nos importa. Porque nos estamos reconociendo y reencontrando en el proceso de re articularnos, otra vez después de mucha ambigüedad y oportunismo político con nuestros cuerpos y deseos. Cualquier cosa nos vemos en las calles y entre ollas comunes y labiales baratos podemos seguir la discusión.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.