La mañana del jueves 20 del julio no fue la misma para muchas vecinas de la población Juan Antonio Ríos, tampoco para nosotras que integramos el proyecto “Politizando los cuidados en la Ríos”. Habían sido baleados por un carabinero dos jóvenes de la población, uno de ellos hijo de una de las participantes en las actividades originadas en el proyecto e integrante del espacio recuperado ‘Trenza la Río’, ambos jóvenes parte de la población Juan Antonio Ríos.
Con una escueta noticia publicada por la prensa: “Carabinero mata a dos delincuentes que intentaron asaltarlo y apuñalarlo en Santiago”, los jóvenes de 18 y 16 años dejaron de existir sin más, como si la delincuencia o el acto de la autodefensa fuera la noticia… No, para quienes conformamos parte de este proyecto, la noticia es la muerte de dos jóvenes pobladores, la que pone por delante sus rostros y el de las(os) muchos(as) jóvenes y adolescentes que mueren año tras año; muertes en accidentes de tránsito, por suicidios y agresiones, inmersos en un sistema de violencia colectiva y estructural que genera inseguridad y reproduce la violencia.
Dicha violencia, involucra incompetencias e inacciones desde el Estado y del sistema económico-político neoliberal, que falla en el cuidado y protección de los jóvenes y también de sus familias, insensible a los esfuerzos de sobrellevar la protección de un(a) hijo (a) y el dolor de la pérdida, en un contexto de precarización social, que además modela un sistema escolar determinante en los campos culturales y de poder en los cuales se desenvuelven las (os) jóvenes. Este encasillamiento reproduce las diferencias sociales y provoca que miles de jóvenes, en distintos niveles de la formación, sean abandonados y condenados a la exclusión debido a su pobreza, lo cual se articula con otras formas de exclusión como la cesantía[1] y la precarización laboral.
Entre 2014 y 2018, el deterioro del empleo se ha manifestado en tres elementos esenciales: menor ritmo de creación de puestos de trabajo, fuerte desaceleración de los salarios reales y un cambio de composición negativa en la calidad del empleo, con mayor incidencia en la población joven1. Esto contribuye a la marginación estructural que se concentra en muchas de las poblaciones del país a través de altos niveles de pobreza, cesantía, subempleo, mala calidad de la salud, la educación y la vivienda, incidencia importante de problemas de salud mental, consumo y tráfico de drogas, entre otros.
Las situaciones de precariedad general son constantes, y entran en conflicto con el consumismo como valor predominante en la sociedad de mercado. Dicho de otra manera, se da una situación paradójica entre el acceso decreciente a recursos y oportunidades socioeconómicas de las (os) jóvenes y sus expectativas crecientes de consumo y movilidad social[2].
De esto se trata en parte, la violencia estructural que sufren las vecinas y vecinos de la Ríos y tantas otras poblaciones, violencia signada por una desigualdad social sostenida que denigra la dignidad humana, y que empobrece la vida de jóvenes, marginándolos de derechos sociales, condenándolos a la sobrevivencia. Antecedentes del Servicio Nacional de Menores (SENAME) en 2019, describe como niños, niñas y adolescentes que participan de sus programas poseen peores condiciones de salud que la población general. Esto debido a problemas de acceso, resolutividad y continuidad de cuidados (brecha asistencial de 88,9% para responder a las necesidades de salud mental), con una alta prevalencia de trastornos de salud mental (38,3% por sobre la población general)[3] y falta de tratamientos. A esto se suma la confluencia de múltiples procesos de vulneración de derechos, afectando sus trayectorias de vida y desarrollo, situaciones que hacen parte de las vidas de jóvenes y de las muchas desinformantes y deshumanizantes “noticias sobre delincuencia”.
¿Qué cuidamos cuando cuidamos? Fue la pregunta que uno de los integrantes de la Ríos formuló en una de nuestras reuniones de equipo, apuntando a la necesidad de problematizar los cuidados, no desde una noción enfocada en lo individual y carente de contexto, sino apuntando hacia develar “qué proyectos políticos están en juego o qué valores, qué cosas se cuidan desde lo propio”. Por lo pronto, reanudaremos los talleres del proyecto en torno al cuidado colectivo, no obstante, nos acompañará siempre la reflexión: Mientras los talleres trabajan en torno al cuidado del cuerpo para concienciar sobre las opresiones y la formación de redes de apoyo entre mujeres, otrxs niños, niñas y adolescentes continuarán sometidos a una violencia que requiere ser abordada dentro de una red de cuidados, que se ocupe de acompañar a las familias afectadas y a toda una comunidad organizada que lucha y cuida a sus integrantes, y que hoy está en duelo.
Soledad Burgos D. académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.
Leonor Benítez, antropóloga Población Juan Antonio Ríos
María Sol Anigstein, académica Facso de la Universidad de Chile.
Coordinadoras Proyecto Politizando los cuidados en la Ríos