“Oppenheimer” y los mandatos de género y representación

  • 04-08-2023

El coincidente estreno de “Oppenheimer” – la más reciente película de Cristopher Nolan basada en la biografía de uno de las más polémicos e influyentes científicos del siglo XX- con el de la esperada y rosada cinta de la directora Greta Gerwig sobre la muñeca más popular del mundo, logró demostrar la saludable diversidad de relatos que pueden coexistir con éxito en las salas y la amplitud de gustos de las audiencias. Este evento podría hacernos creer, equivocadamente, que en la industria cinematográfica por fin alcanzamos la paridad de género tanto delante como detrás de cámaras o aún peor, generar la idea de que – como alguien dijo por ahí- hoy es un gesto contracultural hacer una película protagonizada por hombres heterocis en que no existan una amplia representación de las diversidades.

A finales del 2010 junto a un grupo de mujeres vinculadas al mundo audiovisual decidimos crear el primer festival de cine de mujeres de Chile, FEMCINE. Las razones eran múltiples pero la más evidente era la baja posibilidad de ver en salas películas dirigidas y protagonizadas por mujeres, no sólo porque en un mundo inequitativo las mujeres llegan a dirigir y protagonizar menos películas, sino porque las que hacen normalmente están en un circuito paralelo y con poco acceso de distribución. Para ese entonces, sólo una mujer había ganado el Premio Oscar a Mejor Director -Kathryn Bigelow, por “The hurt locker” ese mismo 2010- y sólo una había recibido la Palma de Oro del Festival de Cannes, Jane Campion por “The Piano” en 1993. Podríamos pensar que pasado más de una década y con la atención lograda por los movimientos feministas en los años recientes las cosas han cambiado tremendamente. Sí y no. Efectivamente hoy son tres las mujeres que han ganado el Oscar a Mejor Dirección – Chloé Zhao y Jane Campion se sumaron a Bigelow en 2021 y en 2022, respectivamente- pero estamos hablando de un premio que tiene 95 años de historia y que en su última edición, no tuvo a ninguna mujer nominada a mejor dirección y en donde sólo una de las diez cintas nominadas para mejor película tuvo una directora mujer. Mientras tanto, en 2021 Julia Ducournau se transformó en la segunda mujer en llevarse la Palma de Oro en los 76 años de historia de Cannes, en donde también sólo dos mujeres han recibido el premio a mejor dirección: Sofía Coppola, por “La Seducción” en el 2017 y Yuliva Solntseva por “The Story of the Flaming Years” en 1961. Podría seguir y seguir dando ejemplos de otras instituciones y festivales, pero me parece que los premios de la Academia de Ciencias y Artes de Hollywood y el Festival de Cannes son los más influyentes y representativos galardones de lo que la industria cinematográfica internacional cree que vale la pena celebrar.

Para que no queden dudas, sigamos con los datos: Según una investigación de Inclusion Inciative en 2007 sólo 20% de las 100 películas más vistas en Estados Unidos estuvo protagonizada o coprotagonizada por una mujer; en 2021 esa cifra llego al 41% ¡Wow, gran avance gran! Pero si miramos el comportamiento de Hollywood en esos quince años de análisis el promedio no supera el 30%, es decir, en esta década y media menos de un tercio de las películas han tenido representada en sus papeles principales a más de la mitad de la población mundial. Y para ser más detallistas aún, de esas 100 películas más vistas del 2021 sólo 7 tuvieron como protagonistas a mujeres de más de 45 años. ¿Se imaginan cuantas películas desaparecerían si los hombres de más de 45 años no fueran considerados como personajes interesantes? Para dar un solo ejemplo actual: “Oppenheimer”.

Por ahí leí que “Oppenheimer” fallaba en términos de representación de género. No estoy de acuerdo. Lo que Nolan hace es contar una historia en un mundo en donde las mujeres están mínimamente representadas, la vemos por ahí en un rol secundario en Los Alamos y determinante en el proceso personal del protagónico, pero la película no se trata de ellas. Leí también que no pasaba el test de Bechdel, test originado en un comic que mide que en una película existan más de dos personajes femeninos con nombre, que estos personajes hablen entre ellas y que no hablen de hombres. Efectivamente, la más reciente película de Nolan no supera este test y tampoco lo hacen la trilogía original de “Star Wars”, “El Padrino”, “Shrek 1”, “Avatar”, ni una película tan notablemente feminista como “La chica del dragón tatuado”. Llevo más de quince años estudiando representación de género en el audiovisual, co cree y dirigí por once años un festival de cine de mujeres, he dictado clases y he escrito textos al respecto y he llegado a la conclusión, simple pero brutal, de que no se trata de que todas las películas tengan que llevar mujeres en el protagónico –de hecho, películas como la saga “Crepúsculo” y “Las sombras de Gray” dan cuenta de que puedes tener películas escritas, dirigidas y protagonizadas por mujeres que siguen reiterando modelos patriarcales de género- sino de que exista una mayor diversidad entre quienes cuentan las historias y quienes las protagonizan.  Efectivamente en los últimos quince años ha existido un avance en este sentido, pero estamos lejos de poder hablar de paridad o de que las mujeres y diversidades se han tomado los relatos.

Si bien necesitamos, con urgencia, tener en pantalla cada vez más películas que representen la mirada de quienes no han tenido acceso al discurso audiovisual – mujeres, diversidades, pueblos originarios, personas en situación de discapacidad, de pobreza, migrantes y un largo etcétera- me parece entusiasmante cuando quienes han tenido históricamente el relato – hombre hetero cis, de primer mundo y privilegiados- son capaces de cuestionar sus propios mitos fundacionales. Y ahí defiendo a Nolan, porque en “Oppenheimer” no sólo nos entrega un producto audiovisual impresionante en términos técnicos y narrativos, sino porque toda la espectacularidad del relato se pone al servicio de dar cuenta de la fragilidad de estos hombres que creían tener todo bajo control. Desmitificar el mandato masculino, desde los propios hombres, también es fundamental y necesario.

Imagen de portada: Rafael Caban

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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