Migrantas, organización que aboga por los derechos humanos de las personas inmigrantes en la actualidad, y la Agrupación Judía Diana Arón, cuyos integrantes son descendientes de migrantes antiguos a Chile, se han reunido en la campaña Palabras Migrantes que visibiliza el drama humano y busca derrumbar la estigmatización hacia las personas en movilidad humana.
El equipo de ambas organizaciones trabaja conjuntamente para entrevistar a personas migrantes y transformar sus testimonios de vida en formatos diversos para su difusión en redes sociales.
Las historias recopiladas en esta iniciativa representan una muestra de los múltiples motivos que impulsan a migrantes a buscar mejores horizontes, en contraste con la tendencia desde el Estado y de sectores de la sociedad civil a equivaler a los migrantes con delincuentes.
Los testimonios también dan cuenta de la vulnerabilidad a la cual es sometida cada persona mientras espera años sin respuesta del Servicio Nacional de Migraciones. Como afirma Nanci, alías de una de las entrevistadas, “No somos delincuentes. Somos madres y padres que luchamos por un futuro mejor para nuestros hijos. Ponte en mi lugar” (link al video de Nanci: https://www.instagram.com/p/CuxDLwFuecn/)
La campaña se puede encontrar en las redes sociales (facebook e instagram) de estas organizaciones. A continuación, compartimos uno de los testimonios que la componen:
Me llamo Santa.
Soy madre de cuatro hijas y vengo de la República Dominicana. Al principio mi pareja (de allá) era bueno, pero llegó un día cuando sacó las uñas. Me espaldeó (golpeó) por aquí y por allí. Me cansé de ese trato y lo metí preso. Pero lo soltaron pronto. En mi propia cara, dijo, “Yo te voy a matar.” Para salvarme la vida tuve que irme lejos.
Llegué al Perú en abril del 2018. Pagué a los coyotes para acercarme a Chile, donde viven parientes de mi nieta. Me soltaron a las 12 de la noche en el desierto. Estaba oscuro. Uno no ve nada, nada. Hacía frio. Yo veía las luces de Tacna y de Chile. El hombre que me dejó dijo, “Eso que ves allí, es Chile.” Empecé a caminar, y parecía que nunca iba llegar.
Hay que cruzar un arroyo para entrar a Chile. Como soy gordita, me caía. Volví a ponerme de pie, y me caía otra vez. Por fin crucé, y llegó la patrulla de Carabineros, gracias a Dios. Me llevaron a la fiscalía y tomaron mis datos. Llegué por bus a Santiago con los pies hinchados.
En los cinco años aquí, me han engañado, he sufrido. Pero hoy me he podido levantar gracias a mis propios esfuerzos y a una buena pareja, trabajando en la feria. Trabajamos mucho y estamos echando pa’ adelante. Me vine porque ese señor me quería matar. Pedí refugio. Todavía me faltan los documentos.
Muchos chilenos van a Punta Cana y vuelven diciendo, ‘que hermoso país; los dominicanos son tan cariñosos’. Pero cuando nosotros llegamos a su país, hay un rechazo hacia nosotros, nos tratan mal. ¿Por qué? No todo migrante es delincuente.