“Antes de que los dioses fuesen hombres”: Preguntas desde una masculinidad en crisis

  • 14-08-2023

Los dioses no siempre fueron masculinos, la sociedad humana no siempre fue patriarcal. Por decenas de miles de años las comunidades humanas se organizaron en torno a valores encarnados en diosas vinculadas a la naturaleza, a la procreación de todo lo vivo, al placer y el juego. Se calcula que recién en los últimos diez mil años de historia humana – y con el asentamiento de las comunidades y el desarrollo de la agricultura-, hombres y mujeres redefinieron su lugar en el mundo, quedando el destino de estas últimas, subyugadas a la voluntad de los primeros, con las consecuencias de violencia e inequidad que conocemos hasta hoy.

La obra teatral “Antes de que los dioses fuesen hombres” –en cartelera en Matucana 100 hasta el 28 de agosto- comienza con una introducción que explica esta historia, situando el lugar desde donde se dará el relato, para luego invitarnos a ser testigos de las dinámicas posibles en un círculo de hombres en donde seis varones muy distintos comparten sus inquietudes respecto a la pregunta: “¿Qué es ser hombre hoy?” Los círculos de hombres son instancias que existen hace décadas, pero que cada vez se hacen más populares, debido a la necesidad de un espacio de conversación y confianza entre varones para hablar de los desafíos que enfrenta el concepto y habitar de la masculinidad actual. A partir de la investigación de ese tipo de experiencias fue que el dramaturgo Gerardo Oettinger y el director, y también actor, Rodrigo Soto comenzaron a trabajar en un texto que pudiera representar en las tablas el rico e inquietante material que se genera cuando un grupo de varones se atreve a hablar de sus dolores de manera honesta y profunda.

Desde del texto propuesto por el dramaturgo y el director, la obra –que tiene casi todo su peso en los diálogos entre los personajes- comenzó a completarse con el trabajo en mesa y ensayos entre director y elenco, generando una dramaturgia colectiva lo que explica la consistencia de variados tipos y voces masculinas que aparecen en la obra. El elenco, además, está formado por actores de distintas generaciones y con múltiples experiencias actorales que comparten, además del talento, su entusiasmo e inquietud por la necesidad de poner estos temas a dialogar desde el teatro. Una de las cosas que más se celebran de este montaje es que estas iniciales distancias entre actores como Mario Horton, César Sepúlveda, Ricardo Fernández, Felipe Zepeda, Edinson Díaz y Andrew Bargsted funcionan equilibradamente para enfatizar la diversidad y complejidad de las experiencias masculinas actuales.

Una de las preguntas claves de la obra es si los hombres pueden ser feministas, en el mismo texto aparecen las diversas posiciones al respecto. En lo personal – y comprendiendo que tengo muchas compañeras que, por diversas razones, todas atendibles, piensan distinto- considero que cualquier persona que comprenda lo dañino que es el patriarcado para todo lo humano (y también para la naturaleza) y esté dispuestx a comprometerse a aportar para la construcción de una sociedad más sana e inclusiva, puede llamarse feminista. Comparto lo que señala la filósofa argentina Diana Maffía, quien dice “El feminismo es una posición ética ante el mundo y no tiene nada que ver con lo que se tiene entre las piernas”. Resulta evidente que existen mujeres absolutamente patriarcales, al mismo tiempo creo que puede haber hombres que luchen por la equidad de género. Luego ¿Cuál es el lugar de los hombres en el feminismo? En mi opinión, está en el trabajo con hombres y entre hombres, en el proceso de cuestionar sus privilegios y repensar su lugar en la sociedad y en los vínculos.

Y eso es exactamente lo que hace ““Antes que los dioses fueran hombres”, producto de la reflexión honesta y descarnada entre un grupo de hombres y que permite invitarnos a reflexionar sobre temas peliagudos como la violencia, la monogamia, las funas, el trabajo y, sobre todo, los complejos discursos con los que se ha construido la identidad masculina y que hoy están en cuestionamiento. La estructura del montaje permite acercarnos a distintos tipos de hombres y sus problemáticas, moviéndose desde momentos de humor a otros de profunda oscuridad, jugando con pocos, pero precisos recursos sonoros y escénicos que permiten ir construyendo en la audiencia el interés y la confianza, tal como pasa entre los personajes.

Celebro y aplaudo el trabajo de todos los varones que se hicieron parte del proceso que permitió la existencia de esta obra. Me parece urgente que podamos mirarnos en nuestra vulnerabilidad para, desde allí, iniciar los diálogos vinculares y sociales que hoy son fundamentales para nuestra sanidad y subsistencia como personas y comunidades.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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