Milei: voto de hastío, no de extrema derecha

  • 14-08-2023

No hay que precipitarse a sacar conclusiones facilistas luego del resultado de ayer en las primarias argentinas. Ciertamente, el buen porcentaje obtenido por Javier Milei es la noticia más importante de los comicios y la que abre muchos espacios para la interpretación, pero, así como en Chile, parecería razonable respirar hondo y contar hasta diez antes de dar por sentado que Argentina giró hacia la extrema derecha.

Mirado en perspectiva larga, Argentina todavía busca un liderazgo desde la última presidencia de Cristina Fernández, figura que ocupaba un espacio tal en la política en ese país que su retroceso todavía no decanta. Si a esto le sumamos la presidencia anterior de Néstor Kirchner, se configuró –legítimas opiniones aparte sobre ambos líderes- un periodo de estabilidad de más de una década. Hubo, con posterioridad, dos presidencias fallidas, es decir, débiles en su desempeño, incumplidoras en sus promesas e incapaces de dejar un legado en términos de proyectos políticos y liderazgos.

Primero, Mauricio Macri ensayó un inédito proyecto basado en políticas económicas neoliberales, en un país cuya principal característica ha sido una fuerte presencia del Estado, en especial a través de políticas como la salud y educación gratuitas, la fuerte inversión en los espacios públicos y subsidios en distintos ámbitos de la vida cotidiana. El pueblo rechazó fuertemente esas políticas, pero además Macri no cumplió su promesa de sanear la macroeconomía argentina: la pobreza y la inflación crecieron significativamente en comparación a los gobiernos kirchneristas.

Luego, Alberto Fernández triunfó, aupado por una Cristina Fernández que en una jugada maestra se puso en la vicepresidencia, consciente de que a pesar de ser la líder indiscutida del sector tenía altos niveles de rechazo en el resto del país. La presidencia de Alberto nació, entonces, débil, y luego se profundizó con políticas erráticas que demostraron que ser el número 2, como él lo fue con Kirchner haciéndolo muy bien, no es lo mismo que ser el número 1. La inflación y la pobreza crecieron todavía más que con Macri.

Esa desazón es la que generó las condiciones para el triunfo de Javier Milei en las PASO. Pero para analizar con calma, primero, Milei no es siquiera Bolsonaro ni Trump, sus ideas y afirmaciones son tan extremas que se vuelven de antemano impracticables. Nunca se sabe, pero es difícil imaginar que un candidato que propone la eliminación de subsidios que impiden que la situación del país sea aún más catastrófica, tenga finalmente el apoyo mayoritario del pueblo. Segundo, su base política y parlamentaria es muy débil, por lo que no será viable su eventual gobierno sin hacer alianza, por ejemplo, con la derecha tradicional. Y, tercero, el voto por Milei es un voto de comprensible hastío hacia la inoperancia del sistema político, no de extrema derecha. Una vez que decante la rabia es probable, nunca se sabe, que el pueblo argentino pondere con mayor racionalidad la situación, no solo respecto de quienes votaron, sino también de más de 30 por ciento del padrón que se restó de la elección.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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