El 18 de diciembre se conmemoró el Día Internacional del Migrante, jornada dedicada a reflexionar sobre la valentía y la contribución de aquellos que han decidido buscar un nuevo hogar en tierras extranjeras. Esta conmemoración, se celebra desde el 18 de diciembre de 1990, tras la aprobación de la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas y ratificada por Chile en el año 2005. En ese sentido, es un día para reconocer la diversidad, promover la inclusión y reafirmar nuestro compromiso con los derechos humanos de todas las personas, independientemente de su lugar de origen.
La migración es un fenómeno humano que nos ha acompañado desde siempre a lo largo de la historia, moldeando culturas y enriqueciendo sociedades en el encuentro. En este Día del Migrante, es crucial abordar el fenómeno de la migración desde una perspectiva de derechos humanos, recordando que cada persona, al cruzar fronteras en busca de una vida mejor, lleva consigo una historia, una cultura y, sobre todo, derechos inalienables que deben ser respetados.
En este contexto, es imperativo que los Estados adopten enfoques inclusivos y basados en los derechos humanos hacia la migración. Este llamado a la inclusión y la empatía se vuelve especialmente relevante en un mundo donde la narrativa a menudo se centra en la securitización de la migración, obviando los principios fundamentales que deben regir en la sociedad global.
La Declaración Universal de Derechos Humanos establece claramente que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”. Este principio es esencial, pero desafortunadamente en muchos lugares del mundo los derechos humanos de los migrantes se ven amenazados por políticas restrictivas, discriminación y narrativas que los presentan como amenazas.
La historia migratoria de Chile revela un cambio de paradigma, pasando de ser un país de emigración durante la dictadura militar a convertirse en un destino para migrantes en la década de 1990. Sin embargo, el discurso de amenaza persiste, pese a los años, y al giro democrático, influyendo en políticas restrictivas y en la seguridad fronteriza. Es fundamental contextualizar este enfoque chileno dentro de las obligaciones internacionales en derechos humanos. La carta, enviada en mayo del presente año a nuestro país (OL CHL 1/2023) – del Relator Especial sobre los derechos humanos de los migrantes, subraya la importancia de no vulnerar los derechos humanos de los migrantes, incluso en situaciones de presión significativa sobre las capacidades nacionales.
La securitización de la migración en Chile se refleja en la implementación del “Plan Nacional de Complejos Fronterizos”, que busca aumentar la seguridad en la frontera norte. Este plan, aunque busca prevenir actividades ilícitas, también plantea desafíos en términos de derechos humanos y acceso a refugio y asilo.
Si bien, se reconoce en la a Ley de Migraciones de 2021 un avance hacia un enfoque más equilibrado y pro derechos, que entre otras cosas, reconoce que la migración irregular no constituye un delito, continúan prosperando iniciativas que robustecen una mirada punitivista y securitizada.
Sin embargo, es esencial recordar que los migrantes son personas con derechos inherentes, y la migración, segura y regular implica esfuerzos que van más allá de mejorar estadísticas internas de seguridad.
En este sentido, instamos a un cambio en la narrativa, alejándonos de la retórica del miedo y reconociendo la riqueza cultural y las contribuciones positivas que los migrantes aportan a sus comunidades de acogida.
Llamamos a celebrar la migración como una expresión de la resiliencia humana, como testimonios de viajes por un futuro mejor. Conmemoramos, un día en que los derechos humanos de los migrantes y sus familias, nos llaman a trabajar por un mundo más justo e inclusivo en tiempos de intenso cambio y movimiento que nos implican más allá de las fronteras.
Carlos Baeza.