El Centro Arte Alameda es tarea pendiente cuatro años después

  • 30-12-2023

El viernes 27 de diciembre del 2019 un voraz incendio arrasó con el Centro Arte Alameda ubicado en la segunda cuadra de la Alameda Bernardo O’Higgins, y en palabras de muchos, un espacio que no solo era un edificio, sino un refugio de cultura y memoria para todo un vecindario. Era un día de calor intenso, en otro viernes de movilizaciones y protesta, donde como ocurría cada vez, carabineros lanzaba bombas lacrimógenas—algunas de ellas cayeron al techo del auditorio principal del teatro. El incendio comenzó cuando había personas en el foyer del teatro donde personal de salud voluntario y del SAMU Metropolitano atendía a víctimas de la represión. A pesar de la evidencia que se presentó avalando la tesis de una explosión provocada por una bomba lacrimógena, dos años y medio después la investigación del Ministerio Público concluía sin definir responsabilidades aun cuando testigos del incendio observaron las explosiones de cerca. Días después, cuando aún el lugar humeaba, algunos profesionales voluntarios intentábamos apoyar al equipo del Centro Arte quienes habían retornado a trabajar en lo que era un pequeño café en el frontis del Centro.

Mi trabajo como psicólogo especializado en desastres era escuchar y proveer apoyo psicosocial frente al trauma provocado por la tragedia en curso. Nuestras conversaciones consistían en entender que había sucedido, rememorar el rol de este espacio para espectadores, artistas, y vecinos por tres décadas, definir que tareas eran urgentes, considerar quienes podían ser las personas e instituciones dispuestas a jugar un rol en la respuesta a esta emergencia. Los temas que considerar y las tareas que se imponían parecían imposibles mientras aún el vecindario era el centro de la protesta social y también de la represión policiaca. Un tema central en todas nuestras conversaciones era reconocer el potencial olvido y desidia, el estigma del desastre y el trauma. Todo eso a pesar del compromiso de docenas de personas por ser parte de la recuperación de este espacio cultural. Hoy, a cuatro años, esas conversaciones siguen vigentes porque la respuesta institucional y particularmente del Estado ha sido pobre.

En una conmemoración en el mismo espacio esta última semana del 2023 y una muestra de cine en el lugar que ahora acoge sus actividades en la calle Arturo Pratt cumplía con una de esas tareas necesarias: combatir el olvido y celebrar la solidaridad y resiliencia tanto del equipo dirigido por Roser Fort como de la comunidad artística y vecinal que continúa añorando su reconstrucción. El icónico lugar sigue lleno de madera quemada, cenizas, hollín, un árbol caído que era parte del hall central, techos de plástico que cuelgan como estalactitas, las estructuras oxidadas de butacas que sobrevivieron al fuego, un escritorio completo con su computador quemados, la pieza de proyección con cintas de películas destruidas que se proyectaban en esa época. Es la misma destrucción que observamos hace cuatro años, solo que ahora no hay humo o el olor que impregnaba nuestras ropas.

A pesar de la urgencia y la importancia de restaurarlo, el apoyo estatal o privado para su reconstrucción ha brillado por su ausencia, dejando en manos de la comunidad la ardua tarea de reconstruir no solo estructuras, sino también diseñar de un espacio que no solo acoja eventos artísticos, el cine y la música, pero también como polo de encuentro para miles de vecinos, incluidas las viviendas sociales constituidas por las dieciocho Torres San Borja. En palabras de Carmen León Bórquez, presidenta de la Junta de Vecinos Alameda Sur, el Centro Arte Alameda no era solo un teatro; era un lugar de encuentro de la comunidad. Con la pérdida de este espacio, se perdió más que un edificio: “se perdió el alma de un barrio”. Para revivir ese espíritu, no basta entonces con pintar murallas y veredas, se necesita reconstruir el interior, como este espacio y el también destruido Museo Violeta Parra. El apoyo gubernamental es esencial para preservar el patrimonio cultural de este barrio que no solo incluye la continua y a veces abstracta e ideologizada conversación acerca del “Eje Alameda Providencia”

Este asunto pendiente, la revitalización de los espacios interiores no puede ser solo un esfuerzo de vecinos, artistas, y de lideres como Roser Fort, la directora de Centro Arte Alameda. A pesar de los esfuerzos que se han realizado, el sector es muy conflictivo a ciertas horas, dos cuadras que son intransitables en ciertos momentos del día. No es suficiente una reconstrucción autogestionada, se requiere revitalizar estas cuadras y no solo se haga un maquillaje, porque si no esto va a continuar exactamente igual.

En el evento conmemorativo celebramos la inauguración del mural pintado por el Colectivo Grafitodas que busca embellecer la ciudad y recordar a todos que el arte debe seguir presente en la vida cotidiana. El llamado de Roser de “revitalizar el interior y no solo el exterior” resuena con la necesidad de no quedarse en la nostalgia del pasado, sino de mirar hacia el futuro y la necesidad de institucionalizar la reconstrucción para lograr un cambio real en el entorno transformado en una zona de sacrificio. A pesar de las dificultades, las y los vecinos han comenzado a retornar, incluso el comercio de la música está ya presente, sin embargo, la necesidad de reconstruir el espacio del Centro Arte Alameda está muy presente y es muy difícil que pueda recuperarse solo con la autogestión y resiliencia de particulares. Escuchamos ese día el clamor por reconstruir no solo lo que había pero que sea mejor.

El mural de Grafitodas declara que “de las dificultades salimos a flote…, refugiándonos en nuestros corazones para seguir…, con nuestra llama más encendida”. Es nuestra responsabilidad conjunta la de movilizarnos para recuperar este espacio. Quizás sea innecesario apelar a la nostalgia de quienes quizás en ese lugar fuimos a ver una película fuera del circuito comercial o asistir a un evento artístico; pero si es donde alguna vez, la misma generación que nos gobierna fue escuchar música, asistir a un evento, o participar de alguna actividad cultural. Es hora de devolver la mano y reconstruir este patrimonio cultural vivo.

No nos olvidemos, no basta simplemente preocuparnos de hacer desaparecer las expresiones graficas sobre las paredes del entorno, se necesita con urgencia apoyar la recuperación de los interiores. El vecindario fue por meses centro de la expresión del descontento social, abandonar estos espacios ahora es deshacerse de la oportunidad sanar compartiendo espacios para hacernos cargo de un futuro que no excluye a nadie.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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