La historia vuelve a repetirse, solo cambian los actores

  • 25-01-2024

Hace una década atrás, se hizo común el término “cocina”, ello, porque en la casa de un conocido político se reunieron conspicuos personajes de la elite criolla y alcanzaron un acuerdo en materia tributaria, precisamente en la cocina de uno de los participantes. La Metáfora de la cocina, aludía a que en ella se cocinaban, se fraguaban, se materializaban acuerdos espurios a espaldas de las instituciones tradicionales del Estado y sus consecuencias beneficiaban a una minoría.

La mañana del lunes 7 de julio de 2014 -según un artículo de la periodista Francisca Skoknic-, “será recordada por muchos parlamentarios de la Nueva Mayoría como el despertar del marido engañado”. En efecto, se conocieron ese día, según pasaban las horas, aspectos que modificaban el proyecto de reforma tributaria del gobierno de la presidenta Bachelet y del ministro de Hacienda Alberto Arenas. El acuerdo logrado en la “cocina”, había desnaturalizado el proyecto original que buscaba salirle al paso a la elusión de los grandes empresarios, acabar con muchos de los beneficios tributarios de los que gozan hasta el día de hoy y, recaudar en ese entonces, más de US$8.000 millones.

Los cocineros no eran personas comunes y corrientes, por un lado, los hermanos Bernardo Fontaine, director de BiceCorp, de la familia Matte, de La Polar y de otras tantas compañías, actualmente un activo defensor del sistema privado de capitalización que administran las AFP a través del movimiento “con mi plata no”; su hermano, Juan Andrés Fontaine, hombre de confianza de otro millonario: Andrónico Luksic, ministro de economía de Sebastián Piñera, coincidentemente el mismo cargo que hoy ostenta Nicolas Grau. El otro cocinero, el senador democristiano Andrés Zaldívar, se enorgullecía de dicha práctica señalando “en estas cosas no todo el mundo puede estar en la cocina, ahí muchas veces está el cocinero con algunos ayudantes, pero no están todos, es imposible”.

Con ocasión de este episodio que remeció a la casta política y a la ciudadanía Guillermo Tejeda en el Mostrador señalaba: “En España le llaman casta. Son los políticos que se dedican a devaluar la democracia, a secuestrar la voluntad de los ciudadanos, a cocinar a sus espaldas, a entenderse con los poderes duros en lugar de representar a la gente que los eligió, y junto a ellos están sus asesores, financistas, gente de los medios y otros corruptos, esa bruma de sonrisas, complicidades, autos oficiales, sueldos escandalosos, comitivas, cuñados, hijas, sobrinos, empresas fantasmas y cuentas en paraísos fiscales”.

“La casta, es más que una agrupación de políticos que en lugar de hacer de portavoces de sus electores actúan como empleados o socios de los poderosos”.

Esta casta, la actual, la que practica estas conductas es nauseabunda, es decadente, son los nuevos destructores de la democracia, no creen en ella, aunque digan lo contrario, operan por fuera de sus instituciones, ceden al espacio de lo privado, de lo secreto, están en los hechos contra lo público.

La cocina, no es el lugar donde se reúnen políticos con empresarios, trabajadores o comunidades diversas a abordar materias de interés para el conjunto de la sociedad, la cocina esta para servir a pocos.

La reciente develación, que ahora afecta a ministros del gobierno de Gabriel Boric es mucho más grave, involucra a varios ministros, incluidos frenteamplistas y comunistas. No se sabe cuántas reuniones se han celebrado y qué otros ministros han participado, tampoco cuántos empresarios y de qué sectores han asistido a estas reuniones que se efectúan vulnerando la ley de lobby y transgrediendo de manera brutal el comportamiento ético que debiese portar un político que genuinamente representa el sentir de sus mandantes. Es grave, además, porque contradice el relato instalado con tanta insistencia de que los jóvenes que aspiraban al poder, al que finalmente llegaron, lo hacían para cambiar las viejas y corruptas prácticas de los Zaldívar y compañía.

Quizá lo más grave de este episodio es que se hace en medio del debate de dos grandes reformas políticas anunciadas con bombos y platillos: La Ley de Pesca y la reforma de pensiones, la primera busca acabar con la espuria ley fraguada siendo ministro de Economía Pablo Longueira, que en la investigación del caso Corpesca develó los sobornos por parte de empresarios a diferentes políticos y, la reforma de pensiones, sometida a una presión sostenida de las AFP para impedir cambios importantes.

Ambas leyes ya han sufrido los embates de quienes se oponen a los cambios y, lo más grave, con estas conductas de los ministros y ministras, las reformas pierden todo grado de legitimidad ante la ciudadanía.

El lodazal de la podredumbre parece afectar cada vez más a nuestro país, los responsables, la casta política actual que, lamentablemente son el caldo de cultivo para el surgimiento de fanáticos populistas como Javier Milei que llegan prometiendo todo y al final terminan como todos, gobernando para beneficio de unos pocos.

Hoy mas que nunca se requiere para evitar eso, una ciudadanía más informada y más empoderada, para allá debemos avanzar, ese es el desafío en la hora presente.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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