El debut de la directora coreano-canadidense Celine Song ha llamado la atención por su delicadeza, su hábil manejo de los recursos cinematográficos, su notable dirección de actores y por dejarnos reverberando algunas preguntas sobre el pasado que, aunque no sean evidentes, ahí están palpitando en nuestro presente.
Antes de incursionar en el cine, Celine Song era reconocida por su trabajo como dramaturga, directora teatral y guionista de televisión, pero su primera película “Vidas pasadas” la ha puesto en el centro de la atención de la industria cinematográfica haciéndola receptora de múltiples reconocimientos de asociaciones de críticos, al ser elegida entre las 10 películas del año del American Film Institute y estar nominada a mejor película y mejor guión en los próximos premios Oscar.
Inspirada en la propia experiencia de la directora como parte de una familia migrante que deja Corea para instalarse en Canadá, “Vidas Pasadas” nos permite acercarnos a la vida de dos personajes que comparten niñez y que luego se re encuentran en distintos momentos de su vida joven y adulta, siempre desde un lugar amoroso y lleno de posibilidades. Fantasía y espejo de lo que han sido, lo que son y lo que podrían, o no, llegar a ser.
Filmada con gran manejo de los planos y movimientos de cámara como recurso para generar intimidad y distancia, la directora parece muy influencia por el maestro del cine hongkonés, Wong Kar-Wai, en la elegancia de su construcción visual y en el tempo con el que se mueven sus personajes, sin caer en una sobre estatización que nos aleje de la cotidianeidad en que se sitúa la historia. Y quizá ahí está la clave –y la distancia entre esta película y la referencial, brillante y preciosista “Con ánimo de amar”- porque por muy ajena que nos resulte la experiencia de estos dos personajes, la pregunta de “que hubiera pasado si” es una que nos acompaña a cada uno de nosotros, aunque sea en latencia silenciosa.
Los vínculos que han definido quienes hemos sido y quienes somos son contextuales y también producto de las decisiones tomamos. En esta película somos testigos de cómo los personajes van definiendo quienes quieren ser y en ese proceso van tomando decisiones que, como todas, les permiten ganar y perder simultáneamente. Porque ese moverse hacia adelante no se hace sin pagar un costo, hay en el pasado un calor, un confort, una historia que nos conecta con lo que alguna vez fuimos y que –quizá- extrañamos.
Ese eco del pasado llega al presente como una fantasía, como un relato recortado, como una selección de lo que nos hace sentido hoy de lo que fue el ayer. De allí quizá que, como le sucede a los personajes, ese vínculo con el pasado está lleno de una intensidad de la que cuesta desapegarse porque todo eso que ponemos en lo que fue, también es una proyección de nuestros deseos y vacíos del presente. En algún momento la protagonista parece preguntarse si es posible integrar esos mundos entendiendo que dejar ir a su amigo, también es dejar ir parte de sí misma.
“Vidas pasadas” es una película emocionante en su tono y dimensión. Va por la intimidad y la reflexión y lo logra con delicadeza y eficiencia. No es difícil identificarse con los personajes ya que todos están tratando de hacer lo mejor que pueden con el destino que se forjaron. Se agradece especialmente la lucidez de entender el relato como relato y ser capaz de reflexionar sobre él desde adentro, visibilizando que nuestros recuerdos, añoranzas y deseos, también son el resultado de cuentos que nos contamos y que, a veces, podemos re escribir.