Señor Director:
Con profunda impresión y a través de vuestro prestigioso medio de comunicación, nos enteramos el pasado 23 de febrero acerca del fallo de la Corte Suprema, donde se ratificó una condena dictada en 2015, respecto de la desaparición forzada de Jorge Müller y Carmen Bueno, en manos de agentes del Estado.
Siempre resulta complejo describir lo vivido; como sobrino mayor de Jorge y aunque si bien ni siquiera recuerdo su imagen ya que tenía un año y medio cuando desapareció, él ha estado siempre presente en mi vida y en la de su familia. Es por eso que me pareció importante compartir esta pequeña reflexión.
Para mi familia resulta indiscutible que Jorge marcó nuestra sensibilidad, su historia permeó y definió a nuestro pequeño grupo familiar para siempre. Por mi parte me siento heredero de lo que para mis abuelos fue su existencia después de su desaparición, buscando mantener viva su memoria y de una u otra forma relevar que el Estado, nunca puede transformarse en enemigo de sus ciudadanos y ciudadanas.
Este aprendizaje surgió del acompañar a mis abuelos (padre y madre de Jorge), quiénes valientemente posterior a su desaparición, siguieron el camino que consideraron era el que Jorge hubiera tomado, y así lucharon pacíficamente contra la dictadura, a través de la cultura.
Hoy recuerdo con añoranza ese tiempo con mis queridos abuelos, pensando en todo lo que vivían a diario, pero que pese a ello siempre nos recibieron a mí y mis hermanos con alegría, haciendo sentir que nuestra existencia, era una razón para seguir viviendo. Esto tiene hoy mucho mayor nitidez, cuando estoy escribiendo esta carta en la casa que fue de ellos, espacio que siempre sentí como un oasis, donde se acogió a tantas personas durante la dictadura, y que hoy es mi amado hogar.
Cuando recuerdas, piensas y te conectas con todo esto que ha pasado a casi 50 años de aquel 29 de Noviembre de 1974, cuesta dimensionar cuánto vale la vida de un ser humano, a objeto de lograr sentir ligeramente que lo dictaminado por la Corte Suprema, es algo más que un pedacito de justicia; fallo que aceptamos con respeto, pero que dicho sea de paso, no compensa todo lo vivido. El principal valor para mí de lo señalado por nuestro máximo Tribunal, es que da una señal indiscutible para todos aquellos incrédulos e incrédulas, que por acción u omisión negaron esta historia.
No hay palabras para explicar lo que significa que una persona desaparezca, pues es más que esa sola persona, es todo lo que desapareció junto con él: los sobrinos que mi mamá nunca tuvo, los primos con los cuales nunca jugamos, los domingos familiares en el casa de nuestros abuelos que nunca pudieron ser, las películas que no pudo realizar.
Esta lucha por verdad y justicia para Jorge seguirá el tiempo que tenga que ser, no puedo ser yo quien tome la decisión de decir “hasta aquí no más”. Viviendo ya el segundo tiempo de mi vida, confío que alguno de mis 4 hijos seguirá este camino, cuando les corresponda hacerlo. Finalmente, agradecer profundamente a todas las Organizaciones y Abogadas/os de Derechos Humanos que han logrado este doloroso pero necesario fallo.
De la misma manera y a través de esta carta, toda nuestra gratitud a la Radio de la Universidad de Chile, y en general a los medios de comunicación que siempre han acompañado esta causa.
Fraternalmente,
Carlos Arriagada Müller.
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.