I Love Matamala, pero…

  • 12-03-2024

Hay periódicos que tienen la virtud de mantener el género de opinión como parte importante de su oferta comunicacional, esta característica ha puesto a algunos académicos y/o periodistas en un sitial de columnistas influyentes, pues, junto a un intenso trabajo en redes sociales, sus ideas logran tener resonancia en el poder político y en la opinión pública.

Este género produce una sinergia entre el medio de comunicación y el periodista que escribe, y así el medio y el periodista, transforman en verdad una opinión; en evidencia una interpretación y en hallazgo científico, una apreciación.

El domingo 10 de marzo Daniel Matamala publicó una columna titulada “Barros Boric”, insumo que invita a reflexionar en torno a las promesas de campaña o los programas de gobierno que se comprometen con la ciudadanía y luego se explica su no cumplimiento.

La columna de Matamala tiene la dificultad de no contextualizar los “supuestos” incumplimientos del gobierno, pues obvia que, la mayoría de las decisiones tomadas, fueron considerando dos constantes que ha debido soportar este gobierno: una derecha importante que no da tregua en su obstrucción y medios de comunicación de masas que le son hostiles, precisamente, la columna circula en las plataformas de uno de esos medios.

El escrito evita mencionar los logros del actual gobierno, por ejemplo: copago cero FONASA, aumento del sueldo mínimo, ampliación de la PGU, reducción de la inflación, royalty minero, cierre de fundición ventana, estrategia nacional del litio, ley TEA y recientemente, la ley integral contra la violencia hacia las mujeres. Además, de la gestión de calamidades naturales y crisis económica. Medido por sus propias promesas, como lo propone el periodista, ¿se puede afirmar que “el balance de la primera mitad del gobierno es paupérrimo” ?, a lo menos, esta afirmación es sesgada y tendenciosa, una gimnasia más representativa de la derecha hegemónica que de un periodista mesurado e “independiente”.

Los lectores se enfrentan a un texto binario, sin matices, por ejemplo: “El Boric candidato criticaba ácidamente la convocatoria al Consejo de Seguridad Nacional. El Boric presidente lo convocó”. Esta decisión, ¿exhibe una incoherencia al espíritu del programa de gobierno, altera algún principio, hay una línea moral que se cruzó? Nada de eso sucede, es una medida inútil que se escapa a la cultura de un gobierno, pero no la convierte en un pecado.

Dice la columna: “El programa de Apruebo Dignidad prometía “un nuevo Chile”, donde “el mercado deje de ser el principio estructurador de la sociedad”, a través del fin de las AFP, un sistema universal de salud y el “cambio estructural de nuestra matriz productiva”, para “avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo”.” Lo que el autor elude es mencionar que esos anhelos, y otros más, son irrealizables sin el consenso del parlamento que tiene el poder para vetarlas.

Que algunas de las promesas de campaña, como el fin de las AFP, no sean factibles, es el resultado de la desnutrida fuerza parlamentaria que, a través de las elecciones, el pueblo de Chile entregó al gobierno. Distinto sería que el gobierno le encontrara eficacia a las AFP, pero eso no ha sucedido, por ahora sólo queda buscar un proyecto que no se desvirtúe al punto de ser otro proyecto.

Hay voces convencidas (me sumo a ellas) de que el gobierno debe dejar en evidencia una y otra vez su condición de minoría parlamentaria e impulsar los cambios comprometidos, aunque eso signifique que la idea quede en lo “testimonial”.

La batalla cultural planteada, entre otros, por el diputado Gonzalo Winter no se ha perdido, pues no se ha desarrollado, lo que ha primado es una estrategia comunicacional que evita la discusión ideológica, la disputa de ideas, el enfrentamiento argumentativo con una parte de la oposición, se impone una sobre valoración de los medios de comunicación hegemónicos, permitiéndoles instalar la agenda.

Frecuentemente se entiende que lo testimonial en política es la expresión de una necedad y no el reflejo de un proyecto que te ubica en un lugar distinto al predominante; que hay horizontes utópicos que deben se explicitados y sustentados en el tiempo; que la confiabilidad y adherencia del electorado se gana, cuando la ciudadanía percibe la defensa y claridad de una idea.

Por último, citaré palabras del presidente de la República a su gabinete: “los dos años que quedan no son para hacer promesas, son para cumplirlas”, mandato que tiene dos vértices: mejorar la gestión construyendo las mayorías que viabilicen las promesas pronunciadas y esas mayorías no sólo deben expresarse en el parlamento o en las élites empresariales, deben erigirse desde una gestión capaz de imaginar el ejercicio del poder de manera distinta a la administración anterior, desde la sumatoria del trabajador/a público a las transformaciones y la distribución de recursos estatales que impulsen políticas públicas que corrijan la desigualdad social; y el segundo vértice, es dando la batalla cultural que permite entender los tropiezos y el porqué es necesario seguir adelante.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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