Según el Departamento de Estadísticas e Información de Salud, en Chile, el cáncer cervicouterino ocupa el primer lugar de las muertes por cáncer en las mujeres entre 20 y 44 años y es la segunda causa de muerte en mujeres del mismo rango etario, falleciendo anualmente cerca de 600 mujeres por esta causa, con un surgimiento de 1000 casos nuevos.
Como principal agente etiológico para el cáncer cervicouterino y otros cánceres como el de ano, orofaríngeo, vulva y pene se distingue al Virus del Papiloma Humano, además de ser el responsable de la aparición de condilomas o verrugas genitales, representando todas estas condiciones una alta carga de morbilidad y mortalidad en salud pública. Si se tiene en consideración que la evidencia científica disponible es vasta y contundente en posicionar a la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH) como una medida de prevención primaria segura y efectiva para prevenir el cáncer cervicouterino y otras infecciones causadas por el VPH, es trascendental y hasta mandatorio maximizar su cobertura entre la población objetivo, siendo para este caso, niñas y niños en etapa escolar.
En Chile, la vacuna contra el VPH pasó a formar parte del programa Nacional de Inmunización (PNI) desde el año 2014 y aún cuando el porcentaje de cobertura es cercano al 85%, es la que presenta el mayor rechazo dentro del PNI. Estudiar las percepciones, motivaciones y creencias que subyacen al rechazo entre quienes deciden no vacunar a sus hijas e hijos en nuestro país ha sido foco de investigaciones en desarrollo y de forma preliminar, se ha visto que destaca el escaso y erróneo conocimiento por parte de los padres respecto al Virus del Papiloma Humano, a los cánceres asociados y al rol preventivo de la vacuna contra el VPH, además del bajo riesgo de enfermar por esta causa, los potenciales efectos adversos desconocidos de la vacuna y el rol promotor de la vacuna en el inicio de la actividad sexual, impulsando conductas sexuales de riesgo en sus hijas e hijos. Prevalece la desconfianza a la vacuna por el hecho de ser provista de manera gratuita por el Estado, es así como algunos padres deciden rechazar la vacuna del PNI, no obstante, adquirirla en centros de salud privada para ser usada por sus hijas e hijos.
Otro de los hallazgos reportados hace alusión a que la mayoría de los padres no hablan con sus hijas e hijos de temas de salud sexual y prefieren que sean los profesionales de salud o los profesores quienes eduquen en estos temas, pues desconocen la información y no saben cuál es la manera más apropiada para abordarlo. Bajo estos enfoques surgen diversos desafíos que nos atañen directa pero no únicamente a los profesionales de salud, principalmente a los que trabajamos en el área de la salud sexual y reproductiva.
Debemos abordar esta problemática desde el modelo de creencias en salud para llegar a profundizar en estos elementos, comprenderlos y saber cómo transmitir el conocimiento basado en la evidencia disponible de una manera eficaz. Junto con lo anterior, se refleja una clara necesidad de mejorar las estrategias de educación en la población general, y particularmente, en la población objetivo, como lo son los padres o adultos responsables de la vacunación contra VPH en niñas y niños escolares.
Se debe informar sobre temas como Virus del Papiloma Humano, cánceres asociados y la función de la vacuna como una estrategia de prevención efectiva en la reducción de la morbilidad y mortalidad asociada a las infecciones por Virus del Papiloma Humano, siendo el cáncer cervicouterino el que representa la mayor carga de enfermedad y se deben generar espacios de confianza, pudiendo ser estos en el contexto de atención de salud a población adolescente o al interior del establecimiento educacional, de manera de atender las dudas e inquietudes que tienen tanto los adolescentes como los padres en asuntos vinculados a la salud sexual y reproductiva.
De igual relevancia es el trabajo colaborativo entre los estamentos de educación y salud, de manera de asegurar la formación en profesores, padres y/o apoderados en temáticas de salud sexual, incluyendo la prevención de Infecciones de Transmisión Sexual en el marco de una sexualidad plena y segura y no solo limitar la entrega de contenidos educativos a salud reproductiva, desde una mirada únicamente biologicista, como ha sido considerado hasta ahora en la mayoría de los currículos educativos del país.
Bárbara Gutiérrez , académica Escuela de Obstetricia y Neonatología de la Universidad Diego Portales (UDP).